La luz del tiempo
En Faro Vidio, un restaurante de Oviedo, escribi¨® hace a?os el fil¨®logo Emilio Alarcos su recuerdo de la adolescencia de ?ngel Gonz¨¢lez, porque en el suelo donde ahora se come se asentaba entonces el instituto de bachillerato donde estudi¨® el autor de Palabra sobre palabra. Hoy est¨¢ en la pared del establecimiento el rostro enjuto, risue?o y, seguramente, burl¨®n de este gran estudioso de las palabras avalando con su fotograf¨ªa aquella inscripci¨®n en recuerdo de su gran amigo, que le sobrevive. Desde ese escenario -Oviedo- que el tiempo ha hecho a¨²n m¨¢s vetusto, a pesar de que ahora hay edificios nuevos y nuevas memorias, el poeta contempl¨® tambi¨¦n el primer ramalazo de luz invertida, la primera muerte: el maestro que le hab¨ªa ense?ado a tocar la guitarra cay¨® abatido sobre la piedra de la calle, en medio de una refriega t¨ªmida pero decisiva de la peor guerra civil de nuestra historia. Ese trozo de memoria fatal no ha abandonado nunca a ?ngel Gonz¨¢lez, y regresa otra vez a su ¨²ltimo libro de poemas, Oto?os y otras luces, que ha publicado Tusquets despu¨¦s de casi una d¨¦cada en que este ¨²ltimo espa?ol alejado (vive por propia voluntad en Alburquerque, Nuevo M¨¦xico, y est¨¢ all¨ª desde hace m¨¢s de veinte a?os) persiste en un silencio po¨¦tico que s¨®lo ha roto cuando los versos le han quemado en las manos.
Esta visi¨®n renovada de ?ngel Gonz¨¢lez en forma de libro mayor reconforta a los que le ven (le vemos) siempre reflexionando sobre el tiempo y su futuro, que es una forma suya de atrapar el pasado; y ¨¦ste (ya dir¨¢n lo que quieran los cr¨ªticos) es un regreso a esa reflexi¨®n suya en la que la iron¨ªa no es, ni mucho menos, una palabra menor, sino que es el instrumento que ¨¦l (y su generaci¨®n) ha tenido para enfrentarse a una vida que en sus a?os mejores fue de destrucci¨®n, de muerte y de mediocridad. Los poetas (los verdaderos poetas, como los pensadores) no lo son s¨®lo cuando escriben sus versos, aunque ¨¦se sea su testimonio, sino que lo son sobre todo si sus poemas se parecen a su vida, si la estatura moral que exigen y pregonan a trav¨¦s de las palabras se asocia luego a la exigencia moral de su propia vida; ?ngel Gonz¨¢lez cumple, en sus versos y en su vida, con la expresi¨®n de esa coherencia, y este libro desencantado y profundamente melanc¨®lico es como un resumen de su visi¨®n de la luz interrumpida, ese fracaso que ¨¦l mismo contempl¨® desde la visi¨®n de aquel ni?o que desde muy pronto vio que el tiempo roto no era lo que le hab¨ªan prometido.
La felicidad no se alcanza nunca, y el paso de los d¨ªas y de las estaciones (en ese libro est¨¢n todas, y algunas las ve el poeta acompa?ado de Claudio Rodr¨ªguez, que tambi¨¦n fue un poeta de la luz interrumpida) es una met¨¢fora de esa derrota vital que se abre paso cada d¨ªa. ?ngel Gonz¨¢lez ha ido y venido todos estos a?os del exilio voluntario de Am¨¦rica a las plazas de Espa?a por donde corrieron sus compa?eros de tiempo, muchos de ellos muertos ya; alguna vez hemos descrito su agenda llena de tachaduras, como si fuera el mapa disminuido de una memoria que tambi¨¦n fue un gran pa¨ªs. Y alguna vez ha dicho el propio poeta que llegado este tiempo, y ante la evidencia de la desaparici¨®n casi general de los que fueron los suyos, el futuro se adelgaza, como si fuera esa luz cegadora pero imposible que pintaban en los ¨²ltimos tiempos de su vida William Turner, Picasso o Luis Fern¨¢ndez.
En la exposici¨®n que tiene abierta desde el jueves en el C¨ªrculo de Bellas Artes el fot¨®grafo Jos¨¦ Bad¨ªa hay un cuadro que le pone imagen a este sentimiento: sobre una mesa asentada en su vejez por el tiempo y por la desnudez, un rayo de sol que se va deja sobre un tintero chino la apariencia fastuosa de una luz que se sabe ef¨ªmera, como una palabra que se estuviera despidiendo.
En medio de la iron¨ªa que est¨¢ entre lo mejor de sus versos, lo que tiene ¨¦ste y cualquier libro de ?ngel Gonz¨¢lez es la profunda melancol¨ªa porque el tiempo no se adelgaz¨® ahora, sino cuando se produjo aquella imagen adolescente y final de la maldad sobre la vida. Ahora ha vuelto ?ngel Gonz¨¢lez a Madrid. Como tiene libro nuevo le llaman de todas partes, y ¨¦l va siempre que en esa agenda disminuida pero firme le quede un hueco para estar con la gente. Quien toca este libro no toca s¨®lo un volumen de versos, esa historia c¨ªclica que pone a los escritores en contacto con el pasado y el futuro que son los lectores que van haciendo; quien toca a este hombre tambi¨¦n est¨¢ d¨¢ndole la mano a aquel adolescente que nunca podr¨¢ desprenderse de la terrible experiencia de ver c¨®mo se escapa la vida antes de conocerla.
?sa es la esencia de la luz, y eso es lo que dec¨ªa Lewis Carroll: la luz de una vela cuando est¨¢ apagada.
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