Seguir descubriendo viejos 'mediterr¨¢neos'
La vieja costumbre, y viej¨ªsimo vicio, de acariciar las oquedades de la vanidad fingiendo que se descubre lo ya descubierto, no es s¨®lo cosa francesa, aunque en Francia abunda, sino cosa de aqu¨ª y de all¨ª.
Pero lo que si es una patria cierta de esta tautolog¨ªa del comportamiento es el hueco de cualquiera de las muchas torpes vueltas de esquina que nos hace dar la olvidadiza ¨¦poca que vivimos, este amorfo, quieto y sofocante tiempo que corre, en el que las m¨¢s sagradas evidencias han sido amontonadas en el cuarto trastero destinado a las cosas in¨²tiles, y all¨ª se pudren, tan pisoteadas y arrinconadas que atribuirse ahora su descubrimento, como descubrir a estas alturas el Mediterr¨¢neo, sorprendentemente no suena a ganas idiotas de recorrer caminos recorridos, sino que suena precisamente a lo contrario, a restituir a nuestra memoria la historia considerada como olvido de lo inolvidable. El (as¨ª, como suena) descubrimiento (o el desvelamiento) en una exposici¨®n parisiense del Centro Pompidou, de la p¨¦trea verdad de que el genial peliculero Alfred Hitchcock es uno de los supremos artistas del siglo XX, cosa m¨¢s que archisabida, casi brutalmente obvia, adquiere ahora sabor a resurreci¨®n, o recreaci¨®n, de una verdad imborrable, pero que fue borrada del horizonte de las cosas vigentes por un bajo golpe de brocha gorda de la indigencia intelectual que reina y crece ahora aqu¨ª y all¨ª.
'El lugar del arte donde el tr¨¢gico olvido contempor¨¢neo muerde con m¨¢s sa?a es el cine'
Uno de los lugares de la inteligencia donde el tr¨¢gico olvido contempor¨¢neo muerde a sus alrededores con m¨¢s sa?a es el arte del cine. Es ¨¦ste un territorio fragil e indefenso, porque es el de un arte (es decir, de una busca de eternidades) que sobrevive sumergido en un vertedero de mercanc¨ªas ef¨ªmeras y tiene los pies atados a la l¨®gica de una tienda de bals¨¢mos destinadas a hacer llevadera la losa del aburrimiento que aplasta la vida diaria de ¨¦ste cada d¨ªa m¨¢s soso primer mundo en el que vegetamos. Nunca c¨®mo ahora ha sido m¨¢s actual aquel remoto consejo que en 1921 dio el c¨¦lebre director de cine Rex Ingram a su colega Slavko Vorkapich, que no renunciaba ser considerado un artista. Le dijo, y su voz sigue ah¨ª, esculpida en la puerta de los tugurios de alquiler de glamour a granel: 'Si quieres hacer arte, pinta cuadros. Esto es una industria'. Y sancion¨® el guionista William Ludwig: 'Cuando llegu¨¦ a Hollywood me di cuenta de que hacer pel¨ªculas no es una forma de arte, sino un negocio consistente en fabricar entretenimientos'. Y este t¨¦rmino, entretenimiento, no s¨®lo tom¨® desde entonces carta de naturaleza industrial, sino que se apoder¨® del alma de Hollywood y acab¨® con lo que all¨ª hubo un d¨ªa de sue?o de una Atenas contempor¨¢nea, de met¨¢fora o de lugar vivo con mayor cantidad de genio creador por kil¨®metro cuadrado de que hay noticia.
Pero por las rendijas de las ruinas de ese sue?o se col¨®, y se sigue colando, el humo del sutil e inmenso talento de una tribu de ingenios que, como el de ese gigante ingl¨¦s de la imaginaci¨®n del siglo XX llamado Hitchcock, que acaban de desvelar por en¨¦sima vez como tal gigante en Par¨ªs, arranc¨® cumbres sublimes del arte contempor¨¢neo de un almacen de chatarras perecederas, con cuya materia inerte y oxidada di¨® alas a la agil, asombrosa alquimia de un nuevo lenguaje imperecedero y lleno de universo, que a¨²n permanece en gran parte inexplorado y con muchas de sus articulaciones sin pronunciar.
Hace unas semanas, el 18 de mayo, en un rinc¨®n oscuro del festival de Cannes, la comisaria de Cultura de la Uni¨®n Europea, Viviane Reding, empuj¨® en la misma direcci¨®n y, como raz¨®n que alimenta a las innovaciones que ella propone para una estrategia defensiva y al mismo tiempo ensanchadora del empuje del mundo audiovisual europeo, dijo que 'el cine es con toda evidencia el veh¨ªculo m¨¢s importante de influencia cultural del mundo contempor¨¢neo'. Y si un museo de Par¨ªs -como hace unos a?os hizo el Reina Sof¨ªa de Madrid con la de Luis Bu?uel- nos recuerda c¨®mo hay que mirar hoy en Europa al prodigio de la obra de Alfred Hitchcock, este en¨¦simo, y reconfortante, y saludable, descubrimiento del Mediterr¨¢neo adquiere un inesperado y casi sorprendente perfil de novedad y casi de audacia.
De ah¨ª la necesidad de seguir descubriendo y desvelando -como si fueran in¨¦ditas, pues en realidad lo son siempre- lo que tienen de cumbre del arte moderno las miradas olvidadas de mucha hermosa gente de la tribu de Hitchcock, las sombras de Jean Renoir, Roberto Rossellini, Carl Theodor Dreyer, Andrei Tarkovski, Erich von Stroheim, Ingmar Bergman, Frank Capra, Serguei Eisenstein, Fritz Lang, David Wark Griffith, Buster Keaton, Akira Kurosawa, Charles Chaplin, Nicholas Ray, Robert Flaherty, Josef von Sternberg, John Ford, Orson Welles, Robert Rossen, Francis Coppola y todo un pueblo de mediterr¨¢neos que merece la pena descubrir a diario, pues el hecho de que pervivan pulveriza aquella tosca idea acu?ada por el polvo de las escobas de Rex Ingram, William Ludwig y otros barrenderos de la ideolog¨ªa del entretenimiento, que son quienes han matado al Hollywood inmortal.
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