De Salamanca y de Arnedo
Incluidos en un cartel no precisamente de relumbr¨®n, de Salamanca y Arnedo vinieron dos diestros a alegrarnos los corazones y lo hicieron con dos reses muy distintas. El salmantino Andr¨¦s S¨¢nchez, que hab¨ªa estado sosegado y digno con el primero, que enfrent¨® al bravo y noble cuarto, uno de esos toros que descubren a los toreros y S¨¢nchez le mulete¨® en los medios con torer¨ªa y hondura. S¨®lo dos inconvenientes: dos desarmes y el viento. Si no llega a ser por el vendaval, lo borda y le corta la dos orejas. El toro, vini¨¦ndose de lejos con alegr¨ªa transmit¨ªa mucha emoci¨®n y la faena fue de enjundia. Pinchazo y estocada corta dieron paso a la justa concesi¨®n de la ¨²nica oreja de la tarde.
Albarr¨¢n / S¨¢nchez, Urdiales, Miguel ?ngel
Toros: 6 de Juan Albarr¨¢n, bien presentados, astifinos y de juego desigual, destacando el 4? bravo y noble; el 6? devuelto a los corrales y sustituido por un sobrero de Saboya, manso en los primeros tercios, pero manejable en la muleta. Andr¨¦s S¨¢nchez: ovaci¨®n y oreja. Diego Urdiales: vuelta al ruedo y vuelta tras aviso. Miguel ?ngel: ovaci¨®n palmas tras aviso. Plaza Monumental. Un cuarto de entrada. Barcelona, 10 de junio.
Diego Urdiales, que se presentaba en Barcelona como matador, caus¨® una excelente impresi¨®n, aun no consiguiendo trofeos. A punto estuvo de detenerlo en su primero. La faena tuvo un excelente trazo, pero el animal, que aguant¨® todo el muleteo, lleg¨® muy agotado al ¨²ltimo tercio. El bien armado quinto empuj¨® fijo en un larga vara, pero lleg¨® a la muleta con problemas y cabeceando. Urdiales, en faena de mucho m¨¦rito, lo consinti¨® con valor y consigui¨® meterlo en la muleta. Pinchazo, estocada y descabello y vuelta al ruedo.
A punto estuvo de subirse al carro del buen sabor que dejaron sus compa?eros, el catal¨¢n Miguen ?ngel, que tambi¨¦n se presentaba como matador y no por su voluntariosa actuaci¨®n en el tercero, salpicada por un aut¨¦ntico recital de voces y gritos por parte del espada, pero s¨ª por su bien trazada faena al sobrero, un aut¨¦ntico manso en los primeros tercios, que parec¨ªa querer huir, pero que en la muleta acab¨® manejable, metiendo bien la cara. Miguel ?ngel lo tore¨® con suavidad y temple, llevando al astado embebido en el enga?o, pero fal¨® con las armas toricidas.
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