La inyecci¨®n letal, ni tan limpia ni tan incruenta
La inyecci¨®n letal como sistema de ejecuci¨®n est¨¢ lejos de ser el m¨¦todo limpio e incruento que parece. Quienes la aplican no tienen la formaci¨®n t¨¦cnica que evita el error y en cuatro de cada diez ocasiones se ha administrado de forma inadecuada, seg¨²n Edward Brunner, profesor de anestesiolog¨ªa de la Universidad de Northwestern y jefe del mismo servicio en el hospital cl¨ªnico de esa Universidad de Chicago. 'Ha habido casos en los que la persona ha tardado 45 minutos en morir', dice, 'de un modo horriblemente doloroso, aunque pareciera tranquila en la camilla'.
Brunner es contrario a la pena de muerte, cuesti¨®n que ha sido debatida en repetidas ocasiones por las diversas asociaciones colegiales m¨¦dicas de Estados Unidos, que siempre han concluido con la negativa a autorizar la participaci¨®n de m¨¦dicos en el proceso.
En estas inyecciones se emplean tres productos: primero, el thiopental s¨®dico, droga ultrarr¨¢pida que deja al cerebro inconsciente en menos de un minuto, pero a partir del cual empieza a reducir su efecto (dependiendo de la dosis, el individuo puede despertar a los tres o cuatro minutos); luego, la succinilcolina, que deja los m¨²sculos fl¨¢ccidos y sin capacidad de movimiento (act¨²a durante 10 minutos); finalmente, el cloruro pot¨¢sico, que se emplea para detener el latido cardiaco.
'Si las drogas no se emplean adecuadamente, la del sue?o puede dejar de actuar, con lo que el paciente recupera la consciencia, aunque sea incapaz de moverse o incluso de respirar', se?ala Brunner. 'Es sometido a un proceso de asfixia, aunque parezca completamente tranquilo en la camilla'.
El thiopental y la succinilcolina reaccionan entre s¨ª y producen un precipitado que puede obstruir la conducci¨®n intravenosa. 'El thiopental deja de actuar. El paciente s¨®lo queda parcialmente paralizado. En ocasiones han tenido que cerrar las cortinillas para que la gente no viera la agitaci¨®n' del condenado. 'Estas drogas han sido probadas para usos terap¨¦uticos, no para matar gente', subraya Brunner. 'Lo que se hace, en realidad, es experimentar con humanos como hac¨ªan los m¨¦dicos nazis en los campos de concentraci¨®n'.
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