La novena capital de Andaluc¨ªa
Un libro recuerda la herencia arquitect¨®nica andaluza que conserva Tetu¨¢n
La publicaci¨®n de La Medina de Tetu¨¢n, libro con el que la Consejer¨ªa de Obras P¨²blicas completa el trabajo iniciado en el inventario arquitect¨®nico del Ensanche espa?ol de los a?os del Protectorado, pone de relieve el influjo andaluz en esta ciudad marroqu¨ª. En el siglo XIX Pedro Antonio de Alarc¨®n plasm¨® el clich¨¦ de la 'Tetu¨¢n lejana y sola'. Tras ¨¦l llegaron las paletas de Fortuny, Sorolla, S¨¢nchez Perrier y, sobre todo, la de Bertuchi para promover en cuadros y estampas aquel turismo ex¨®tico que se llevaba a principios del novecientos.
El exotismo era real pero muy cercano, a 50 kil¨®metros de Algeciras; lo comprobaron hasta 1953 los hinchas del Granada, del Betis o del Sevilla cuando el Atl¨¦tico Tetu¨¢n jugaba la Liga y lo remacha este libro resaltando otras cercan¨ªas. Si hace muchos a?os Jos¨¦ Mar¨ªa Osuna cre¨® una frase que se convirti¨® en lema al calificar a Catalu?a de novena provincia andaluza, de esta gu¨ªa casi podr¨ªa desprenderse que nos encontramos ante la novena capital de Andaluc¨ªa.
El coordinador de la obra, Ram¨®n de Torres, excelente conocedor de aquel terreno puesto que lleva a?os combinando las restauraciones de Tetu¨¢n con las de la Chanca, en Almer¨ªa, resalta que es el car¨¢cter andaluz lo que diferencia claramente a la ciudad norte?a de otras del sur marroqu¨ª.
El hecho no es casual: esta medina se form¨® cuando, unos a?os antes de 1492, levantaron sus casas, sus mezquitas, sus ba?os, sus hornos, sus fondas y sus zocos las huestes del granadino Cid Al Mandri, vencido en Loja, no por los Reyes Cat¨®licos sino por Boabdil en guerra con su t¨ªo El Zagal. Su mujer, Sit la Horra, la Gran Se?ora, fue gobernadora de la ciudad durante decenios.
En el siglo XVI continuaron llegando, construyendo y asent¨¢ndose otras familias andaluzas como las de los Gazules, los Abencerrajes, los Xien (Ja¨¦n) o los Naqsis y, a partir de 1610, tendr¨ªa lugar la gran oleada migratoria producida por la expulsi¨®n de los moriscos.
Mohamed Benabud, presidente de la Asociaci¨®n Cultural Tetu¨¢n Asmir, en el amplio trabajo para la publicaci¨®n, calcula que a principios del siglo XVII el lugar deb¨ªa tener unos 25.000 habitantes de los que m¨¢s de 10.000 eran desterrados andaluces reci¨¦n llegados. Si a ello a?adimos la masa de granadinos que hab¨ªa refundado la ciudad un siglo y pico antes, podr¨ªamos concluir que Andaluc¨ªa era la tierra de origen de la mayor parte de aquella poblaci¨®n. Eso es lo que, de alguna manera, pervive.
Con un simple paseo por las calles del Ensanche colonial -por ejemplo, la arteria principal se llama de Mohamed Torres- podremos ver r¨®tulos de negocios, establecimientos de todo tipo y bufetes que lucen los patron¨ªmicos de Carri¨®n, Sordo, Lucas, Castillo o Zegr¨ª. A muchos de ellos pertenecen o pertenecieron los palacios de distinta tipolog¨ªa catalogados por la gu¨ªa, bastantes con la mismas formas mud¨¦jares-renacentistas que podemos observar en los de los cascos hist¨®ricos granadinos, sevillanos o cordobeses. El elenco, partiendo del XV cuando Al Mandri erige el Borch Garnati o fortaleza granadina de estilo g¨®tico-mud¨¦jar, llega hasta los comienzos del siglo pasado.
Pero de todas estas inmigraciones quedan en Tetu¨¢n y en la gu¨ªa de su medina no s¨®lo esos grandes restos arquitect¨®nicos, sino tambi¨¦n casas m¨¢s modestas y las calles, plazas o adarves en las que se asientan azullas o ermitas de cofrad¨ªas, madrazas o escuelas, locales de m¨²sica andalus¨ª con los mismos tintes que las pe?as flamencas.
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