Luces de un hombre oscuro
Fue Kubrick un gran artista obsesivo y perfeccionista, adem¨¢s de un astuto cineasta francotirador pertrechado con un refinado oficio, un fr¨ªo poeta con vocaci¨®n de oscuro, aunque en esto el tiro le sali¨® por la culata y lo mejor de su obra alcanza elevaciones infrecuentes de nitidez geom¨¦trica y diafanidad.
Fue tambien Kubrick un contradictorio hombre p¨²blico escondido y con alergia a los focos, del que cuentan que en las horas negras era torturado por una megaloman¨ªa sin l¨ªmites, propia del aprendiz de Dios que algunos de sus guionistas intuyeron en ¨¦l al percatarse de que, sin saber poner una palabra detr¨¢s de otra, convert¨ªa en suya con total impudicia la imaginaci¨®n ajena. Era una esponja sedienta de autor¨ªa, que no dejaba ver el lado sombr¨ªo de su moral depredadora. Y de su blasfema pasi¨®n de Dios al que nada le est¨¢ vedado, viene la lejan¨ªa que tend¨ªa entre espectador y pantalla, sobre todo a partir de 2001..., y que toca cumbre en La chaqueta met¨¢lica.
Aunque estaba en los ant¨ªpodas de los peliculeros de acera neoyorquina de los a?os cincuenta, de la escuela de geniales chapuceros junto a los que se forj¨®, fue Kubrick -aunque idolatraba la relojer¨ªa de la industria visual de Hollywood- uno de los que abri¨® camino a la artesan¨ªa casera del cine independiente, como su padre Orson Welles, al que imit¨® exili¨¢ndose a Europa, aunque con las espaldas cubiertas por la astucia que a Welles le faltaba, lo que le permiti¨®, a partir de Dr. Strangelove y Barry Lyndon, trazar para su carrera un dorado camino sin vuelta, que le permiti¨® hacer en Londres, a su manera y en plena libertad, cine americano sin Am¨¦rica.
Odiaba Kubrick a ese Hollywood cuya maquinaria de precisi¨®n tan ¨ªntimamente necesitaba. En el rodaje de Espartaco sinti¨® -al mismo tiempo que percib¨ªa su dependencia de aquella exacta maquinaria de producci¨®n- en su propia carne el mordisco de una l¨®gica de producci¨®n que le impidi¨® dar cuerpo a su idea del filme y le oblig¨® a poner su talento y su oficio al servicio de otra idea ajena, contraria a la suya. Y se propuso, y logr¨®, la quimera de hacer cine de autor, complejo y no ef¨ªmero, con las proporciones financieras y los soportes t¨¦cnicos de un opulento espect¨¢culo de cine de usar y tirar.
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