M¨¢s vale nunca que tarde
El accidente en carretera es una variable inc¨®moda que en las mismas fechas y con cifras aumentadas se repite con la certeza de un axioma matem¨¢tico. Una colisi¨®n demoledora sobreviene cuando pens¨¢bamos en hacer otra cosa y, a partir de ese momento, nos obliga a cambiar de carril para siempre, a vivir como un naipe sin baraja y reemplazar la fascinaci¨®n del concesionario de autom¨®viles por la funcionalidad a secas de la ortopedia...
Resulta aterrador imaginar esa amalgama de v¨ªscera y chatarra, pulm¨®n y vidrio, polietileno y l¨ªquido medular, por no hablar del alma que seguramente escoger¨¢ el combustible para arder... y sin embargo semejante espect¨¢culo de siniestra vanguardia s¨®lo nos resulta cre¨ªble cuando se acerca tanto que salpica. Entonces, cuando ya es tarde, los m¨¢s afortunados descubren que la vida iba en serio; los otros nunca sabr¨¢n que la muerte tambi¨¦n era verdad.
Mientras eso pasa a los dem¨¢s, nosotros conducimos tranquilos porque nos protege el azar de la guarda , y seducidos por la magia del dise?o, obviamos que la finalidad del autom¨®vil no es otra que el desplazamiento . La publicidad enga?osa contribuye para que lo olvidemos: los coches m¨¢s que veh¨ªculos funcionales son m¨¢quinas para el ¨¦xito que relacionan la velocidad con placer, confort, sexo,...y as¨ª acabamos a veces instalados de bruces en la eternidad o conociendo la sencilla y milagrosa funci¨®n que con naturalidad desempe?aba nuestra m¨¦dula, antes, claro, de que se nos antojara experimentar nuevas sensaciones, llegar por carretera a mundos nuevos.
Apenas si existen errores mec¨¢nicos, mientras no creamos de verdad que la imprudencia perjudica seriamente la salud , que el enemigo est¨¢ dentro, mientras no veamos la muerte en la velocidad, el cansancio y el alcohol con la vehemencia que la descubrimos ahora en el tabaco, seguiremos pulverizando las cifras de muertos, tullidos, apartados. Hay vida despu¨¦s de la silla, pero esa dignidad que se nos quiebra por la espalda a veces cuesta recomponerla.
Curiosamente, el miedo al guardi¨¢n, el temor a la dureza de las sanciones, por impopular que resulte decirlo, por pol¨ªticamente incorrecto, sigue siendo m¨¢s eficaz que cualquier escena de realismo tr¨¢gico. Como si el ¨²nico enemigo cierto fueran la guardia civil y los radares. ?Cu¨¢ndo se han visto intercambio de luces entre los conductores para alertar ante una curva peligrosa? Sin embargo es uso frecuente avisar con un gui?o de faros de la presencia de picoletos.
Las campa?as no son del todo eficaces porque las verdades no son m¨¢s ciertas cuando se repiten hasta el hartazgo o se presentan con mayor crudeza. Discutimos m¨¢s el valor cinematogr¨¢fico de los anuncios que la necesidad imperiosa de cambiar los h¨¢bitos viales. La evidencia de los muertos y los tullidos no requiere matices, sino respuestas. La lluvia, la mala pavimentaci¨®n, la afluencia masiva, los puntos negros...repartir la culpa en lugar de aclarar, confunde.
Mientras el ministerio del ramo competente va adecentando las carreteras nos queda el miedo a la multa y el estricto cumplimiento de las normas, que en asuntos de velocidad las mayores conquistas no son otras que la muerte, la ceguera, la hemiplejia ... esa parad¨®jica b¨²squeda de sensaciones l¨ªmites que nos acaba acotando el propio terreno, conduci¨¦ndonos al aislamiento.
Hay trayectos sin retorno que m¨¢s vale emprender nunca que tarde, salimos a veces para llegar al fin del mundo y regresamos perplejos, pasmados ante la simple visi¨®n de una escalera.
Gonzalo Rivas Rubiales es secretario general de la Confederaci¨®n Andaluza de Minusv¨¢lidos F¨ªsicos (CAMF)
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