Am¨¦rica
Un hombre busca setas en la memoria del bosque. Es muy anciano, se mueve con una lentitud cuidadosa, porque sus zapatos deben negociar con la tierra y sus huellas quieren pisar los secretos de la hojarasca. La mansedumbre del peque?o cubo de pl¨¢stico, la inclinaci¨®n del cuello, las gafas sostenidas por una curiosidad y una sonrisa, no conducen exactamente a la ilusi¨®n modesta de un fruto del bosque, sino a la imagen pac¨ªfica de un antiguo buen humor, a la rutina de un jubilado con sue?os tranquilos, que volver¨¢ a su casa para que el humo de la cafetera se confunda con el atardecer y las noticias de los peri¨®dicos mezclen sus alarmas con las voces del recuerdo. Bod Reed es un viejo normal, pero la vida tiene argumento porque las cosas extraordinarias son la materia de las personas normales. Estudiante universitario en Arkansas, agitador obrero en Detroit, se embarc¨® hace m¨¢s de medio siglo en el Ciudad de Barcelona, y aunque fue torpedeado por un submarino nazi y naufrag¨® en las costas de Catalu?a, unos pescadores lo devolvieron a la vida para que pudiese defender la Rep¨²blica Espa?ola contra el levantamiento fascista de 1936. Bod Reed era uno de los 2.800 j¨®venes norteamericanos que formaron la Brigada Abraham Lincoln.
Al Chisholm ten¨ªa m¨¢s experiencia marinera que Bod Reed cuando decidi¨® venir a Espa?a. Ser camarero de un barco mercante era trabajo adecuado para un negro, as¨ª que conoci¨® el racismo en algunos puertos del mundo antes de pisar las trincheras del Ruedo Ib¨¦rico. La Brigada Lincoln fue la primera unidad militar norteamericana en la que combatieron juntos soldados negros, blancos, hispanos, asi¨¢ticos y jud¨ªos, tal vez porque el color rojo de las ilusiones intentaba hacer olvidar los colores de la piel. Pero despu¨¦s de la Guerra Civil, Al Chisholm volvi¨® a ser un negro, y form¨® parte, adem¨¢s, de la lista negra de los comunistas norteamericanos. Sin trabajo, considerado enemigo de su patria, cruz¨® la frontera y pidi¨® asilo en la embajada sovi¨¦tica de Ciudad de M¨¦xico. Pero no suele andarse por las ramas el color rojo de los sue?os cuando se convierte en bandera, y un oficial ruso le explic¨® a Al Chisholm que all¨ª tampoco quer¨ªan negros. Entonces comprendi¨® que le hab¨ªa tocado vivir la soledad, extranjero de realidades y deseos, y sigui¨® militando en la precisa dignidad del olvido, como la mayor¨ªa de los soldados de la Brigada Abraham Lincoln. Cada vez que se encontraba con sus compa?eros en un programa de trabajo social, en una actividad de apoyo a Centroam¨¦rica o en una protesta por las agresiones norteamericanas en cualquier parte del mundo, precisaba bien las diferencias que hay entre la solidaridad y el imperialismo, y se afirmaba en la validez de sus recuerdos. Lo dec¨ªan tambi¨¦n Abe Osheroff, Elias Dutch Schultz o Virginia Malbin: lo importante no fue ganar o perder, sino haber luchado.
La Diputaci¨®n y la Universidad de C¨¢diz han publicado el libro Otra cara de Am¨¦rica, del fot¨®grafo Jos¨¦ Moreno y el profesor Anthony L. Geist. En estos tiempos, conviene recordar que Am¨¦rica esconde otra cara; sobre todo porque es la mejor manera de aprender que, por muy mal que vayan las cosas, siempre seremos responsables de nuestra dignidad.
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