Alternancia y alternativa
La pol¨ªtica como prolongaci¨®n del f¨²tbol por otros medios. El d¨ªa despu¨¦s del debate sobre el estado de la naci¨®n la prensa se ve obligada a dar un resultado, como si de un partido de f¨²tbol se tratara. Son los restos de una idea de la pol¨ªtica como confrontaci¨®n, en tiempos en que los pol¨ªticos se esfuerzan en reducir los espacios de discrepancia. Un debate sobre el estado de la naci¨®n deber¨ªa significar un diagn¨®stico sobre la situaci¨®n del pa¨ªs. Aznar lo despach¨® con una versi¨®n burocr¨¢tica del 'Espa?a va bien'. Zapatero explic¨® que el crecimiento econ¨®mico va acompa?ado de un alarmante retroceso 'en impulso social y tecnol¨®gico'. Probablemente fue el retraso tecnol¨®gico -que sit¨²a a Espa?a en la cola de Europa- el argumento que m¨¢s da?o hizo al triunfalismo de Aznar: su proyecto de modernidad resultaba rancio.
Sin embargo, Zapatero no pas¨® nunca la frontera que separa la simple alternancia de la verdadera alternativa. Su cr¨ªtica al Gobierno, emparedada entre una glosa de la cultura de pactos y cuatro propuestas para seguir ampliando el consenso, nunca fue acompa?ada de iniciativas propias en aquellos terrenos en que las diferencias entre un Gobierno de derechas y una oposici¨®n de izquierdas deber¨ªan notarse n¨ªtidamente. A pesar de todo, incluso en la pol¨ªtica posmoderna, incluso en estas sociedades avanzadas en que la izquierda ha acabado aceptando como un fatalismo y de modo demasiado acr¨ªtico que s¨®lo caben variaciones de matiz al modelo global, un proyecto tiene opciones cuando de alg¨²n modo aparece como alternativa real y no s¨®lo como un higi¨¦nico relevo de personas al frente del poder. Tiempo habr¨¢ para ver si las propuestas socialistas crecen en alternativa o todo el gasto se hace en estilo.
No obstante, el resultado de esta reducci¨®n del espacio de lo posible -fruto de la obsesiva persecuci¨®n de este fantasma llamado centro que lleva de cabeza a todos los pol¨ªticos- tiene algunos efectos nocivos. Deja fuera del debate cuestiones importantes, inmovilizadas por la magia de los pactos y de los consensos. Y otorga un papel determinante a las cuestiones de estilo, lo cual banaliza las lecturas de los debates, reducidos a puntuaciones de combate de boxeo. La democracia es una ritualizaci¨®n del conflicto; probablemente por eso, cuando el conflicto entre los contendientes es tan limitado, se enfatiza desmesuradamente el car¨¢cter de combate del rito. Es curioso ver c¨®mo Zapatero habla de su propio estilo, como si fuera algo distanciado, objetivable, separable de ¨¦l mismo. A su propio talante apel¨®, por ejemplo, para no desear desventuras personales a Piqu¨¦. Era lo m¨¢ximo que sus modales permit¨ªan a la hora de pedir responsabilidades pol¨ªticas por los problemas judiciales del ministro. Puesto que, seg¨²n parece, el estilo es lo m¨¢s importante, el objetivo del Gobierno era contrarrestar la imagen tranquila y consensual de Zapatero con una avalancha de insinuaciones sobre su inmadurez y su incompetencia. ?sta fue la direcci¨®n de las salidas de tono de Aznar, que aguant¨® con frialdad mucho rato pero, al final, no fue capaz de contener su proverbial mal car¨¢cter. Le hab¨ªa hecho mella el excelente eslogan de Zapatero: la esperanza contra la experiencia engolada. A Zapatero le falta todav¨ªa rellenar la esperanza para que sea alternativa.
La pugna por el estilo provoca estas situaciones en que los pol¨ªticos se convierten en objeto de compasi¨®n. Ver a se?ores con talento y porte como Rato y Cabanillas saliendo raudos a decir a la prensa que este chico no da la medida, que es lo que hubiesen dicho cualquiera que hubiera sido el discurso de Zapatero, ayuda a comprender lo sufrida que es la vocaci¨®n de pol¨ªtico, que obliga a distinguidas personas a rebajarse en serviles papeles de asistente. Claro que en este terreno, nadie gana actualmente a los nacionalistas catalanes. Es pat¨¦tico ver a una persona de la talla de Xavier Trias tendiendo una alfombra tras otra a los pies de Aznar, para acabar recibiendo una reprimenda del presidente por las retr¨®gradas ideas de quienes quieren separar en un mundo que tiende a la integraci¨®n. Los convergentes tienen ya suficiente experiencia para saber que de nada sirve ser obsequioso con el que manda, porque siempre quiere m¨¢s. Miserias de la pol¨ªtica.
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