Un paso hist¨®rico
El Gobierno serbio ha decidido cortar por lo sano al poner a Slobodan Milosevic en un avi¨®n a La Haya para que sea juzgado por el tribunal de cr¨ªmenes de guerra en la antigua Yugoslavia. El envite de los reformistas se ha producido s¨®lo horas despu¨¦s de que el Tribunal Constitucional -dominado por jueces que nombr¨® Milosevic- decidiera suspender un decreto gubernamental de extradici¨®n para estudiar su constitucionalidad. Del clima de tensi¨®n en que se ha adoptado la medida da idea el hecho de que el presidente Vojislav Kostunica hubiera descartado poco antes que el aut¨®crata serbio pudiera ser enviado ante los jueces antes de la conferencia de donantes que se celebra hoy en Bruselas y de la que Yugoslavia espera obtener m¨¢s de 1.000 millones de d¨®lares que necesita desesperadamente.
La comparecencia de Milosevic en La Haya tiene una trascendencia hist¨®rica. El hombre que mejor ha encarnado en la Europa de finales de siglo el uso del odio ¨¦tnico como arma pol¨ªtica ser¨¢ el primer ex presidente juzgado por cr¨ªmenes contra la humanidad, asesinato, deportaci¨®n y violaci¨®n de las leyes de la guerra en Kosovo. Su presencia en el banquillo levanta definitivamente la veda para personajes tan decisivos en las carnicer¨ªas yugoslavas como Radovan Karadzic o Ratko Mladic, ocultos en el santuario serbobosnio, y resultar¨¢ probablemente clave para desactivar las pol¨ªticas nacionalistas serbias en Bosnia o Kosovo.
Milosevic se hab¨ªa convertido en la prueba de fuego de la credibilidad de la coalici¨®n gobernante, casi un a?o despu¨¦s de su llegada al poder. Su entrega era la suprema decisi¨®n que hab¨ªan de adoptar los dirigentes serbios para convalidar su prop¨®sito de reintegrarse en la comunidad democr¨¢tica.
La pugna sobre qu¨¦ hacer se hab¨ªa trasladado al mismo Gabinete, reflejo de una coalici¨®n dispar, y enfrentado al primer ministro Zoran Djindjic, partidario de la v¨ªa expeditiva, con el cauto y conservador Kostunica. Hasta hace unos d¨ªas, ¨¦ste se opon¨ªa a la entrega esgrimiendo supuestos prejuicios antiserbios del tribunal internacional, una idea extendida entre muchos de sus conciudadanos, que durante una d¨¦cada han permanecido a espaldas de sus propias atrocidades. Pero el presidente yugoslavo cambi¨® de opini¨®n cuando le fue transmitida la tajante oposici¨®n estadounidense a entregar dinero a Belgrado si no colaboraba de lleno con el tribunal creado por la ONU en 1992. Las presiones de Washington a fecha fija han funcionado ahora como lo hicieron con ocasi¨®n de la detenci¨®n de Milosevic.
Los jueces supremos se escudaron ayer en que la Constituci¨®n impide la extradici¨®n de un ciudadano yugoslavo. Pero en su soberanismo ignoraron que su pa¨ªs es miembro de la ONU y debe acatamiento a la jurisdicci¨®n de su tribunal. Tambi¨¦n pasaron por alto que la naturaleza de los delitos de que se acusa a Milosevic los convierte en cr¨ªmenes internacionales, independientemente de que hayan sido cometidos en un espacio, Kosovo, que legalmente sigue siendo serbio. Milosevic, adem¨¢s, tiene mucho que decir de lo sucedido en Croacia o Bosnia, ahora pa¨ªses independientes, que tambi¨¦n investigan los fiscales de La Haya.
Europa y EE UU deben valorar hoy en Bruselas como se merece el paso dado por Belgrado, impensable hasta hace muy poco. Con Milosevic finalmente ante su destino hist¨®rico, la ayuda internacional debe comenzar a llegar generosamente a la destruida Yugoslavia. Al margen de la catarsis que supone para Serbia, la entrega de Milosevic es sobre todo una buena noticia para la humanidad. Viene a confirmar que cada vez quedan menos huecos para la impunidad de los tiranos. Ahora, los jueces tienen la palabra.
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