El Tour del mayor comediante
Lance Armstrong tritura a sus rivales con una incre¨ªble ascensi¨®n a L'Alpe d'Huez
Armstrong est¨¢ mal, Armstrong est¨¢ mal, Armstrong est¨¢ mal. La mala forma del ciclista americano parec¨ªa el secreto peor guardado de la historia. No hab¨ªa etapa en que cualquier ciclista se acercara al o¨ªdo del periodista al final del d¨ªa y le dijera, como quien comunica la f¨®rmula de la bomba at¨®mica: 'He visto mal a Armstrong. Ha hecho un gesto que no me ha gustado...'. Y as¨ª. El rumor cal¨® y cobr¨® dimensi¨®n de verdad objetiva. 'Se?or Godefroot', le dec¨ªan al patr¨®n del Telekom de Ullrich el lunes por la ma?ana, 'Jalabert ha dicho que ve mal a Armstrong'. Y el viejo Godefroot, viejo zorro como ciclista en los a?os setenta, viejo zorro como director en el siglo XXI, hizo alarde de sab¨¦rselas todas y repuso: 'Hacer hip¨®tesis as¨ª antes de llegar a la monta?a nos conduce a un callej¨®n sin salida. Todav¨ªa no tenemos pruebas de que Armstrong est¨¦ mal, entre otras cosas porque todav¨ªa no ha habido terreno que le haya puesto a prueba'.
Godefroot, sin embargo, cre¨ªa que Armstrong estaba mal. Tambi¨¦n lo cre¨ªa casi todo el pelot¨®n. 'Armstrong est¨¢ mal y sin equipo', fue el primer comentario de la ma?ana en que el Tour iba a entrar de verdad en la monta?a. Tres gigantes en el camino, la interminable Madeleine, el tremendo Glandon, el espectacular Alpe d'Huez. Y cuando en el aperitivo, un tercera en el kil¨®metro 40, se quedaba Hamilton, el eficaz gregario monta?ero de otras campa?as, el comentario se hizo estruendo: 'Armstrong no tiene equipo'. Y cuando al comienzo de la Madeleine, a Armstrong le dio por ir en los ¨²ltimos puestos, sin gafas, con ojos de perdido, haciendo muecas de dolor, subiendo y bajando al coche, el pelot¨®n s¨®lo ten¨ªa una certidumbre: Armstrong no est¨¢ bien. Inmediatamente, el Telekom cogi¨® el mando de la carrera.
En realidad, Armstrong estaba muy bien. Extraordinario. El Telekom se trag¨® el anzuelo hasta el es¨®fago. El Tour de los comediantes, como dec¨ªan que eran las carreras antiguas, las de antes del puls¨®metro y las minic¨¢maras en todos los rincones, las pruebas en las que las ceremonias del fingimiento eran la mejor arma t¨¢ctica.
Armstrong gan¨® la etapa, y quiz¨¢ el Tour, sin equipo (exceptuando a Rubiera). M¨¢s a¨²n: el Telekom de Ullrich hizo para Armstrong todo el trabajo que deber¨ªan haber hecho Hamilton, Heras, Hincapie y compa?¨ªa. Pensando que con el paso de los kil¨®metros en pendiente Armstrong ir¨ªa madurando poco a poco, los gigantescos hombres de Ullrich, el infatigable Kl?den, el tenaz Vinokurov, el limitado Livingston (el gran gregario robado a Armstrong el invierno), mantuvieron los 27 kil¨®metros de la Madeleine, los 22 del Glandon, los 10 del valle final, el ritmo ideal para el de Tejas. El ritmo que diezm¨® al pelot¨®n, la marcha que hizo marchar sin respiro a los grandes, la velocidad que deber¨ªa dejar a Ullrich al pie del puerto de las 21 curvas sin m¨¢s trabajo que empujar suavemente, tirar de desarrollo y dejar en potente progresi¨®n clavado a Armstrong. En realidad fue lo ¨²nico que necesitaba Armstrong: el Telekom dej¨® al americano en la situaci¨®n ideal al pie de Alpe d'Huez.
Armstrong s¨®lo necesit¨® un compa?ero de equipo. Fue Rubiera. En el primer repecho del coloso alpino, el asturiano hizo de lanzador de sprinters, aceler¨® la marcha y dej¨® a Armstrong, mand¨ªbula cuadrada, p¨®mulos determinados. Gafas de sol protegiendo la mirada, justo delante de Ullrich. El grupo de 30 buenos que hab¨ªa llegado al pie empez¨® a disgregarse. Todos se pusieron de pie en la bicicleta. Se acab¨® la comedia. Empez¨® la tragedia. Armstrong, el hombre sin piedad, se volvi¨®, mir¨® fijamente en los ojos a Ullrich, vio en ellos miedo, y, sin dejar de mirarle, imperial, aceler¨® la marcha. Se fue delante de todos, en sus mismas narices. En dos kil¨®metros hizo un hueco de minuto y medio. Por delante, Armstrong, vol¨¢til, ligero, alado; por detr¨¢s, Ullrich, pesado, pegado al suelo. A su rueda, los que pod¨ªan aguantar el duelo de los dos grandes del Tour. Los espa?oles: Beloki, a duras penas pero resistente; ?gor Galdeano, desgastado en ataques in¨²tiles; Sevilla, animoso. El franc¨¦s Moreau. M¨¢s atr¨¢s, Laiseka, Mancebo subiendo lentamente de revoluciones hasta dar con su ritmo. Los dem¨¢s sucumbieron. Tambi¨¦n Botero.
Armstrong lleg¨® solo. Tambi¨¦n Ullrich, segundo, a dos minutos; Beloki, tercero; Moreau, cuarto. El mismo orden en que termin¨® el Tour de 2000. A 10m 29s, el 29?, lleg¨® Fran?ois Simon, el nuevo l¨ªder. Gentileza de los 35 minutos de Pontarlier. Pese a su exhibici¨®n, Armstrong todav¨ªa es el cuarto de la general, a 20m 7s del primero, nada menos. A m¨¢s de 8 minutos del segundo, del Kivilev que sue?a con ser Walkowiak. Porque el Tour a¨²n no ha terminado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.