El baile de Chamrousse
Lance Armstrong fija la jerarqu¨ªa de la general tras dar un nuevo golpe en la cronoescalada
La cronoescalada es la especialidad m¨¢s perra y dura que existe. M¨¢s de una hora de infierno. El coraz¨®n, los pulmones, los m¨²sculos, exigidos al m¨¢ximo. La f¨¢brica de vatios, a pleno rendimiento. ?cido l¨¢ctico envenenando la sangre. Es algo odioso. M¨¢s si es una prueba mixta, como la de la Chamrousse: 13 kil¨®metros de falso llano, posici¨®n de contrarrelojista, manillar de triatleta; la resistencia del aire, el principal enemigo. Luego, 19 kil¨®metros de ascensi¨®n al 7%: los rodadores, convertidos en escaladores, plato peque?o en lugar de grande. El mismo sufrimiento de todas maneras. Los ciclistas odian las cronoescaladas. Ni los sufridos gregarios que intentan tomarse un respiro pueden dejar de sufrir. Nadie se puede tomar el d¨ªa libre.
Armstrong no es ciclista. Armstrong disfrut¨® bailando sobre la bicicleta. Acelerando los tres ¨²ltimos kil¨®metros cuesta arriba. La ceremonia de la intimidaci¨®n no necesit¨® un golpe de teatro previo, como en La Madeleine. Fue peor todav¨ªa. Fue cruel. Hay quien incluso asegura que vio al americano sonre¨ªr mientras su organismo fabricaba a todo vapor casi 500 vatios, mientras sus piernas infatigables segu¨ªan girando y girando, 95-100 pedaladas por minuto, a veces m¨¢s deprisa que en L'Alpe d'Huez. A veces m¨¢s despacio, de pie sobre los pedales, 85 pedaladas por minuto; tambi¨¦n m¨¢s deprisa. Siempre bailando con la bicicleta. Triturando a los rivales con la tricotosa. De la raza de Indur¨¢in, de Hinault, de Merckx. Inalcanzable.
Ullrich, Beloki, el sorprendente Laiseka, el extraordinario Sevilla -todos ellos grandes corredores, grandes campeones algunos, como Ullrich, ganador de un Tour, tres veces segundo-, sufrieron, desfallecieron, odiaron su oficio. Parecieron miserables. Son ciclistas. Al final miraron la clasificaci¨®n y se sintieron felices. No lo hab¨ªan hecho tan mal. A Beloki no le hab¨ªa doblado el americano y segu¨ªa resistiendo la inevitable llegada de Ullrich. El alem¨¢n se acerca a Beloki. Sevilla sigue en su nube de ingenuidad y alegr¨ªa. Incluso piensan en el autoenga?o, sabiendo en el fondo de su alma, como saben, que, aunque s¨®lo les hubiera aventajado en un segundo, Armstrong estar¨ªa igual de lejos. Pero se consuelan haciendo cuentas y reescriben la historia de Armstrong en sus dos Tours anteriores.
La jugada es, ha sido, siempre la misma: dos etapas para marcar diferencias; el resto del Tour, para mantenerlas aprovechando las luchas de los dem¨¢s por los puestos secundarios. En 1999, tras la contrarreloj de Metz y las dos etapas de los Alpes, la primera mitad del Tour, Armstrong aventajaba en m¨¢s de siete minutos a sus dos compa?eros de podio (7.47m a Z¨¹lle, 8.53m a Escart¨ªn). En Par¨ªs fueron 7.37m al suizo, 10.26m al aragon¨¦s. En 2000, tras la contrarreloj por equipos y la ¨²nica etapa pirenaica, la de Hautacam, a Ullrich le aventajaba en 4.14m, y a Beloki, en 5.23m. En Par¨ªs, tras los Alpes y la ¨²ltima contrarreloj, las diferencias se alargaron hasta 6.02m al alem¨¢n y 10.04 al vasco.
En 2001, las apariencias, s¨®lo las apariencias, hablan de m¨¢s igualdad. Tras los dos golpes alpinos, Beloki, que se sigue beneficiando de la contrarreloj por equipos, est¨¢ a s¨®lo 3.10m de Armstrong; Ullrich, a 3.34m. Menos tiempo, pero, como dice Walter Godefroot, director del Telekom, ninguna esperanza para las tres etapas de los Pirineos que llegan seguidas tras el descanso de hoy. Bueno, s¨ª, una esperanza. 'En los Pirineos est¨¢ Lourdes, ?no?', dice Godefroot. 'Tendremos que pasar a rezar'.
M¨¢s espectacular incluso fue la segunda parte de la demolici¨®n de Simon, que sigue de l¨ªder, y Kivilev, los supervivientes de Pontarlier. En dos d¨ªas, Armstrong ha descontado 17.40m al franc¨¦s y 11.06m al kazajo.
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