'Esta vida no es normal'
Dormir al raso, comer o no, mandar dinero a casa, so?ar o desesperarse ocupa el d¨ªa a d¨ªa de los 'sin papeles'
Alberto, un colombiano de 32 a?os, lleva casi dos semanas buscando trabajo en Fraga (Arag¨®n), un pueblo de 12.200 habitantes. 'Esta vida no es normal', explica. Duerme en el parque sobre unos cartones, a los que llama 'colchones', se alimenta de arroz y patatas, orina donde puede y espera todos los d¨ªas, a las seis de la ma?ana, que una furgoneta lo lleve a la recogida de fruta.
Y ¨¦l es s¨®lo uno de los miles de inmigrantes temporeros que trabajan en Espa?a.
M¨¢s de 60 temporeros como Alberto aguardan en un lateral del bar Aquario y a lo largo de la calle Arag¨®n. En su mayor¨ªa son marroqu¨ªes. Uno de ellos, Tarek, de 40 a?os, tiene el rostro demacrado y la mirada triste. 'Tengo mucha hambre', repite tras un d¨ªa y medio sin comer. Lleva tres meses sin trabajo y vive de lo que gan¨® en Murcia limpiando suelos en restaurantes. Tarek s¨®lo posee, como muchos, una botella con agua y una bolsa de pl¨¢stico con dos o tres prendas de ropa. Ahora prueba suerte como temporero.
Cada rostro de estos braceros tiene una historia. Muchos dejaron a sus mujeres e hijos para tener con el tiempo una mejor vida. Y hay raz¨®n en ello, pues las 700 pesetas que reciben por una hora de trabajo es m¨¢s de lo que la mayor¨ªa podr¨ªa ganar durante un d¨ªa entero en su pa¨ªs. Sin embargo, no siempre lo consiguen. Se trasladan de pueblo en pueblo y duermen debajo de un ¨¢rbol, o pagan entre 7.000 y 10.000 pesetas al mes por dormir en un colch¨®n compartiendo un peque?o cuarto con cuatro o m¨¢s personas.
Alberto vive con Francisco, otro colombiano que tambi¨¦n dej¨® a su familia en su pa¨ªs, y dos ecuatorianas, Blanca y Juana, que han trabajado en varias recolecciones, como la de la fresa, la pera y la cebolla.
Francisco es el t¨ªpico temporero. Ha estado en Huelva recogiendo fresa de enero a junio. 'Un trabajo muy pesado', explica, pues con el pl¨¢stico del invernadero aumenta el calor. 'Si supiera mi familia c¨®mo vivo, les dar¨ªa verg¨¹enza... Hasta parezco mendigo'.
Ellos han intentado colocarse en las cooperativas, pero la respuesta siempre es la misma: 'Sin papeles no hay trabajo'. Por eso, los temporeros optan por la recolecci¨®n de vegetales.
Estos suramericanos han pasado casi dos semanas en Fraga sin recoger melocot¨®n. Blanca, cansada de ir de un lugar a otro, quiere ahorrar 400.000 pesetas y regresar a su pa¨ªs. Juana ni siquiera ha terminado de pagar el pr¨¦stamo con el que compr¨® el billete de avi¨®n que la trajo a Espa?a y que, con intereses, le ha salido por 2.000 d¨®lares (unas 400.000 pesetas), el doble de lo que cuesta el pasaje.
Blanca prepara la cena de arroz y patatas en una peque?a fogata a la orilla del r¨ªo Cinca. A su lado, unos 10 marroqu¨ªes comen un pez que atraparon con sus propias manos. Tal vez sea su ¨²nica comida del d¨ªa.
Una pareja de temporeros b¨²lgaros utiliza una simple ca?a hecha con un junco, con la que milagrosamente saca un pez de unos ocho cent¨ªmetros. Tendr¨¢ poca carne, pero los dos sonr¨ªen. Les da igual, es comida.
La luz del atardecer se proyecta sobre las casas de Fraga. El d¨ªa termina. Y ahora los inmigrantes buscan sitio para dormir. Unos al lado del r¨ªo, entre la hierba y los juncos, y otros debajo de los ¨¢rboles del parque.
Sin embargo, no todos los sitios son seguros. En una parte oscura del parque, unos marroqu¨ªes y subsaharianos corren gritando: '?No entren!'. Una lluvia de piedras les ha hecho correr. Se trata de una banda de 15 adolescentes que se divierten arroj¨¢ndoles piedras. 'Esto pasa todas las noches', explica Blanca, y dice que hace unos d¨ªas le abrieron la cabeza a un marroqu¨ª con una piedra. 'No sirve de nada llamar a la polic¨ªa', afirma. Poco despu¨¦s pasa una patrulla y mira a los inmigrantes de reojo, sin inter¨¦s alguno.
En el parque, por un lado est¨¢n los suramericanos y, por otro, los marroqu¨ªes. Los mosquitos, la luz de los faros y el ruido de las motos dificulta conciliar el sue?o. 'Esto es como una mansi¨®n, ?verdad?', dice Alberto, y todos se r¨ªen. Antes de dormir reza en silencio.
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