EN BUSCA DEL PLACER PERDIDO
El se?or Patanegra est¨¢ en una playa abarrotada del Mediterr¨¢neo. El sol pega tan fuerte que se siente como si alg¨²n bromista le hubiera colocado una boina de plomo. Suda y maldice por dentro. Escucha, sin que ni siquiera tenga que tomarse la molestia de propon¨¦rselo, la m¨²sica machacona que escupe la radio de unos vecinos de toalla, nota con desagrado que la arena se le mete hasta por los poros y recibe en la cabeza el pelotazo descontrolado de unos ni?os. El se?or Patanegra suspira, se levanta y se dirige al primer chiringuito que encuentra. Se abre paso entre una multitud bronceada y resbaladiza y pide una cerveza y un bocadillo de jam¨®n. Al primer mordisco esboza una mueca de fastidio. El pan est¨¢ duro y el jam¨®n reseco. Hace mucho calor. Observa a la demasiada gente que hay a su alrededor y... suspira de nuevo. ?Son ¨¦stas unas vacaciones como Dios manda? ?Es ¨¦ste el aut¨¦ntico placer, tal como le aseguraron en su agencia de viajes? En el folleto de la agencia hab¨ªa una foto de esta misma playa, pero cuando la contrasta con la realidad le parece que est¨¢ jugando a las ocho mil diferencias. De entrada, la playa del folleto estaba vac¨ªa; tan s¨®lo sal¨ªa una chica con biquini m¨ªnimo que sonre¨ªa a c¨¢mara de un modo sensual. Ahora la playa est¨¢ hasta los topes y nadie le sonr¨ªe. En el folleto, adem¨¢s, el agua del mar era transparente y unas cuantas palmeras la vest¨ªan de un aire ex¨®tico. Ahora, por mucho que se fije, no ve palmeras por ning¨²n lado; ni a la chica del biquini. Debieron a?adirlas por ordenador. Pura magia inform¨¢tica. Lo ¨²nico que ve, mientras se come con resignaci¨®n el bocadillo, es gente que se broncea con avaricia y chapotea escandalosamente. Echa una ojeada a su deprimido bocadillo y sue?a con largarse a un para¨ªso gastron¨®mico en el que nada desentone.
- Si yo tuviera un ¨¢ngel que me guiara hacia el aut¨¦ntico placer..., suspira.
Y de repente, ?zas!, aparece un ¨¢ngel ante ¨¦l. Es un ¨¢ngel de aspecto normal. Vestido de calle, para entendernos. O mejor de playa: con ba?ador, toalla y gafas de sol. Sin alas a la vista, de momento.
- Primera lecci¨®n, querido Patanegra, le aborda con la decisi¨®n de un morm¨®n puesto en tareas misioneras. Placer y lujo no son sin¨®nimos, aunque a veces se den la mano. Puedes aspirar al m¨¢ximo placer sin necesidad de gastar mucho dinero. Veamos, ?cu¨¢l es tu concepto del placer gastron¨®mico?
- Pues, no s¨¦, el se?or Patanegra observa al ¨¢ngel con desconfianza, comer en un restaurante caro, beber una botella de Mo?t & Chandon...
- Te equivocas, peque?o saltamontes, le corta el ¨¢ngel. El placer no es cuesti¨®n ni de marcas ni de denominaci¨®n de origen. Al contrario, el placer gastron¨®mico puede saltar donde menos lo esperes.
- Entonces, se encoge de hombros, ?qu¨¦ co?o es el placer gastron¨®mico?
- El placer gastron¨®mico consiste en disfrutar al m¨¢ximo de las cosas buenas de la vida. Puedes alcanzarlo en un restaurante caro, pero tambi¨¦n comiendo en un chiringuito de playa o rob¨¢ndole un ala de pollo al vecino...
Dado que el se?or Patanegra observa al ¨¢ngel como si le hubiera dado demasiado el sol, ¨¦ste opta por hacerle una propuesta atrevida.
- Haremos un viaje por Espa?a en busca de los sabores que pueden conducirte hasta sentir un placer de dioses, le dice. Ser¨¢ como ir en busca del placer perdido.
- Ya..., murmura entre dientes. ?Y cu¨¢nto me costar¨¢?
- Nada, ?no hemos quedado que placer y dinero son cosas distintas? Empezaremos por Andaluc¨ªa, por ejemplo, uno de los lugares privilegiados de este pa¨ªs. ?Te apetece un buen plato de jam¨®n?
Texto elaborado con Xavier Moret.
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