'Muchos creen que con los actos de agresi¨®n de El Ejido lo que se hizo fue justicia'
Un a?o y medio despu¨¦s de los sucesos de El Ejido (Almer¨ªa), el defensor del Pueblo de Andaluc¨ªa, Jos¨¦ Chamizo, ha advertido: 'Tendremos muchos problemas en el futuro si no logramos que los alcaldes cedan terrenos para construir viviendas'. Es lo que pretende la Junta de Andaluc¨ªa, aunque, de momento, los alcaldes no est¨¢n por la labor. 'La situaci¨®n', a?ade Chamizo, 'est¨¢ aparentemente estabilizada, pero puede estallar en cualquier momento'.
En 1995, el catedr¨¢tico Mart¨ªnez Veiga, que realiz¨® un trabajo de campo de tres meses en Almer¨ªa, ya denunci¨® en un seminario europeo la deliberada pol¨ªtica de segregaci¨®n de los inmigrantes practicada por las autoridades locales, compar¨¢ndola con el apartheid surafricano.
'El brote de racismo social que se dio en febrero de 2000 sigue latente. No ha habido depuraci¨®n de responsabilidades'
En este ambiente, en medio de ese hurac¨¢n que fue creciendo desde comienzos de los a?os ochenta, vive Mercedes Garc¨ªa. Tiene 48 a?os, es madre de familia y en cuanto abre la boca no deja t¨ªtere con cabeza. Ayuda a los inmigrantes desde 1993 y preside la Asociaci¨®n de Mujeres Progresistas de El Ejido. Nada acostumbrada a los an¨¢lisis pol¨ªticos, y mucho menos a los discursos bien elaborados y estructurados, se limita a decir sencillamente lo que piensa. Y eso es lo que la convierte en una bomba, en la persona a quien buscan los periodistas extranjeros que acuden a El Ejido en busca de informaci¨®n. Mercedes recibe a todo el mundo y cuenta la verdad con ese resplandor que nace de la boca de los inocentes.
Pregunta. ?Qui¨¦n es usted? Respuesta. Yo nac¨ª en Dal¨ªas (Almer¨ªa) y all¨ª viv¨ª durante a?os. El Ejido formaba parte del Ayuntamiento de Dal¨ªas, del que se independiz¨® en 1982. En El Ejido hab¨ªa cuatro cortijos (nada que ver con lo que normalmente se entiende por cortijo andaluz; los de esta zona son casas para guardar aperos del campo). Y muy pocas casas, rodeadas de pencas. Es que no hab¨ªa nada... (Ejido, seg¨²n el diccionario, es el campo com¨²n de todos los vecinos de un pueblo, y cercano a ¨¦l, destinado a eras o al ganado).
En Dal¨ªas estaba la uva de Ohanes, pero se tuvieron que quitar las parras porque hubo una plaga. Tambi¨¦n hab¨ªa guisantes. Mi padre los sembraba cerquita de la playa.
P. ?Recuerda el comienzo de los cultivos intensivos bajo pl¨¢stico?
R. Hace m¨¢s o menos veinte a?os. En principio los que vinieron eran gente de la Alpujarra granadina y de la Alpujarra almeriense. (Una zona donde se refugiaron en el siglo XV los musulmanes que fueron expulsados por los Reyes Cat¨®licos). Eran jornaleros.
P. ?Muchos de ellos analfabetos?
R. Creo que s¨ª. Aqu¨ª todav¨ªa hay mucha incultura.
P. ?Se integraron bien con los habitantes de Dal¨ªas?
R. En Dal¨ªas hab¨ªa muy poca gente. Pero recuerdo que a muchos de El Ejido, si les robaban las gallinas, o cualquier otra cosa, les echaban la culpa a los jornaleros que hab¨ªan venido de fuera. Igual que ahora les echamos la culpa a los inmigrantes. La historia se repite. Luego fueron integr¨¢ndose y, claro, los que vinieron de jornaleros son los empresarios de ahora. Esta gente, entonces, hace veinte a?os, explotaba a sus mujeres y sus hijos; cuando faltaba mano de obra los ni?os iban a los invernaderos. Es que este tipo de agricultura intensiva bajo pl¨¢stico necesita bastante mano de obra; son cuatro campa?as al a?o. As¨ª que cuando empezaron a venir los inmigrantes, en los a?os ochenta, pues es normal que tambi¨¦n les explotaran. (En El Ejido, en 1960, hab¨ªa 10.000 habitantes; ahora hay 53.000. Esta poblaci¨®n, est¨¢ formada, en un 5,7% por la poblaci¨®n aut¨®ctona de la zona; el 8l% son inmigrantes llegados de la misma comunidad aut¨®noma, y un 6,5% lo forman los extranjeros).
P. ?Explotar a los inmigrantes es lo normal?
R. Claro.
P. He le¨ªdo que durante a?os, desde comienzos de los ochenta que llegaron los primeros inmigrantes a la zona, no se les ve¨ªa por ninguna parte. ?Es verdad?
R. Esa gente no hac¨ªa vida social. Viv¨ªan diseminados, aislados como herramienta de trabajo; bien en las chabolas que se constru¨ªan ellos con los pl¨¢sticos sobrantes de los invernaderos, o bien en los almacenes donde se guardan los insecticidas.
P. ?Nunca se les proporcionaba un lugar donde vivir, una casa?
R. Algunos empresarios arreglaban los cortijos y les pon¨ªan el agua, por ejemplo. La agricultura necesitaba mano de obra y por eso ven¨ªa esa gente a trabajar. La gente de El Ejido, en general, no se preocupaba de c¨®mo viv¨ªan los inmigrantes. No les ve¨ªan nunca y la inmensa mayor¨ªa no ten¨ªa papeles por lo que, si sal¨ªan al pueblo, la polic¨ªa los echaba. Ten¨ªan que vivir escondidos. Y, claro, eso era bueno para el empresario.
P. ?Usted empez¨® a trabajar con las mujeres maltratadas, y luego ampli¨® su radio de acci¨®n?
R. S¨ª, en 1988 empezamos con las mujeres maltratadas. En el Poniente almeriense los niveles de violencia dom¨¦stica son muy altos. En 1993 empezamos a ver mujeres inmigrantes con ni?os que ven¨ªan porque el marido estaba aqu¨ª y ten¨ªa un contrato de trabajo. Tuvimos que ganarnos la confianza de los hombres para que nos permitieran tratar a sus mujeres y sus hijas. ?bamos a los cortijos y as¨ª fue como empezamos a trabajar con mujeres y tambi¨¦n con hombres.
P. Y usted, ?qu¨¦ ha estudiado?
R. Soy profesora de educaci¨®n f¨ªsica.
P. Pero siempre ha querido trabajar por los dem¨¢s...
R. Tengo ese gusanillo.
P. Y ahora, ?qu¨¦ hacen ustedes en El Ejido exactamente?
R. Pues, como no hay nadie por aqu¨ª, lo hacemos todo. Orientaci¨®n, informaci¨®n, asesoramiento, atenci¨®n social; les acompa?amos al m¨¦dico, a las mujeres embarazadas les ponemos en contacto con las matronas...
P. ?Entre cu¨¢ntas personas hacen todo eso?
R. Somos cuatro. Ahora parece que van a abrir un local Almer¨ªa Acoge. La Cruz Roja iba a abrir un centro para inmigrantes en el barrio de la Loma de la Mezquita y no ha podido.
P. Entonces, ahora mismo, si un inmigrante necesita resolver cualquier problema, ?s¨®lo puede recurrir a la Asociaci¨®n de Mujeres Progresistas?
R. A nosotras, pero relativamente. Trabajamos en la calle. Nos citamos en la calle. Repartimos papeles y pasaportes en los bares, en las teter¨ªas. Es que el 5 de febrero del a?o pasado echaron pegamento o lo que sea en las cerraduras del local. Hasta el 17 de abril lo hicieron 8 veces. Adem¨¢s, en ese tiempo ten¨ªamos que renovar el contrato y el due?o ha tenido muchas presiones y nos ha dicho que ya no puede alquilarnos m¨¢s. As¨ª que con el premio que nos dieron en Suiza, dos millones, pagamos la entrada de un nuevo local.
P. No es mucho dinero, dos millones.
R. Pues para nosotras fue..., no veas.
P. ?Cu¨¢nto dinero tienen ahora en la cuenta?
R. Quedan 2.000 pesetas, despu¨¦s de haber pagado un recibo de 2.000 pesetas.
P. ?Y qu¨¦ piensan hacer?
R. Nuestras compa?eras de Madrid, de la Asociaci¨®n de Mujeres Progresistas, tienen 12 millones del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales para los programas de emergencia social de El Ejido. Actuaron como nuestras intermediarias y resulta que ahora no nos llega el dinero... Y adem¨¢s nos deben 800.000 pesetas de otros programas. Son insolidarias, no tienen sensibilidad... Les hemos rogado que nos env¨ªen dinero porque no podemos comprar lo m¨ªnimo. Ni caso. La Federaci¨®n Andaluza nos da alg¨²n dinero con el que hemos pagado unas cosas.
P. O sea, que se siente muy sola.
R. Sola. No tener el apoyo de tus mismas compa?eras es, de verdad, dur¨ªsimo.
P. ?Y a qu¨¦ lo achaca usted?
R. A esta presidenta le importan tres pepinos las mujeres y menos los emigrantes. Vino a hacerse la foto. Y ni siquiera pregunt¨® por sus compa?eras que est¨¢bamos escondidas por ah¨ª, en un cortijo, sin poder aparecer.
P. ?Cu¨¢nto tiempo estuvo escondida despu¨¦s de los incidentes?
R. 23 d¨ªas. Hab¨ªa ido a recoger la aceituna a un cortijo. El estallido nos pill¨® all¨ª y la gente dijo que me hab¨ªan matado porque no me ve¨ªan en el pueblo. El comisario y Jos¨¦ Chamizo me llamaron dici¨¦ndome que no apareciera por El Ejido. A la semana regres¨¢bamos, pero por la Venta del Pobre me tuve que volver otra vez porque no estaba controlada la cosa. Luego me qued¨¦ en mi casa del pueblo tres o cuatro d¨ªas. No me atrev¨ªa a salir. Parec¨ªa un pueblo abandonado. Creo que mucha gente sent¨ªa verg¨¹enza de lo que hab¨ªa hecho.
P. ?Y si hubiera estado ese d¨ªa en el pueblo?
R. Yo qu¨¦ s¨¦, a lo mejor me linchan.
P. ?Ustedes, usted personalmente, imaginaba que pod¨ªa pasar algo como lo que ocurri¨®?
R. Nos hab¨ªan dicho que algunos j¨®venes de El Ejido se estaban organizando con escopetas de caza para ir a la caza del moro. Enviamos un escrito al subdelegado del Gobierno central en Almer¨ªa y al Defensor del Pueblo de Andaluc¨ªa. Eso lo hicimos en noviembre. Se ve¨ªa que El Ejido pod¨ªa explotar.
P. ?Cree que si el alcalde de El Ejido y otros accedieran a dar terrenos para construir viviendas para inmigrantes, la gente dejar¨ªa de votarlos?
R. Bueno, lo que pasa es que en El Ejido y en gran parte del Poniente esta mano de obra flexible le interesa a mucha gente. Esta econom¨ªa sumergida les interesa.
P. Pero, ?y los ciudadanos que no tienen invernaderos?
R. Tienen ese miedo a lo desconocido. Y como no se hacen pol¨ªticas de integraci¨®n, de sensibilizaci¨®n, sino que este alcalde y otros se han dedicado a crear alarma social d¨ªa a d¨ªa... A decir por la televisi¨®n local que los inmigrantes violan a nuestras mujeres, que nos roban.
P. Leo en los papeles que desde los disturbios raciales del a?o anterior, de las casi 700 demandas presentadas en un juzgado, s¨®lo dos han sido admitidas.
R. El brote de racismo social que se dio en el mes de febrero de 2000 sigue latente. No ha habido una depuraci¨®n de responsabilidades ni pol¨ªticas ni judiciales. No ha pasado nada. Lo segundo es que ese racismo social est¨¢ apoyado por un racismo institucionalizado. Dir¨ªa que el tema est¨¢ peor que el a?o pasado; porque la sensaci¨®n de mucha gente de El Ejido es que con los actos de agresi¨®n de hace un a?o lo que se hizo fue justicia; es decir, que ellos ten¨ªan raz¨®n y que, en efecto, el inmigrante es un problema relacionado con la delincuencia y con la inseguridad. Es como si les hubieran dicho: 'S¨ª, detr¨¢s de un inmigrante hay un posible delincuente'. Y no es que los ciudadanos de El Ejido sean m¨¢s racistas que otros, pero ellos se han encontrado en medio de una situaci¨®n que provoca ese racismo.
P. ?Los agricultores de los pl¨¢sticos han hablado con ustedes, han intentado saber c¨®mo piensan?
R. No. Algunos agricultores s¨ª se interesan por sus trabajadores y van por all¨ª para ver c¨®mo conseguir los papeles para un empleado suyo. Los hay que se preocupan.
P. ?Cu¨¢ntos? ?El 30%, el 20%, el 10%, el 1%?
R. El 1%.
P. Tras la huelga que paraliz¨® el trabajo en los invernaderos, los empresarios pactaron para que los inmigrantes regresaran al trabajo. Pero un a?o y medio despu¨¦s, lo que leemos en la prensa, en boca del defensor del Pueblo de Andaluc¨ªa, es que el mayor problema, el de la vivienda, sigue sin resolverse.
R. Todos enga?aron a los inmigrantes. Los empresarios tragaron porque estaban perdiendo miles y miles de pesetas todos los d¨ªas. Firmaron unos acuerdos que nunca pensaron cumplir. Y as¨ª ha sido. Lo que s¨ª intentaron fue enfrentar a los trabajadores, a unos con otros. A los de Europa del Este y a los subsaharianos les intentan separar de los marroqu¨ªes. Y luego lo que pas¨® fue que los l¨ªderes marroqu¨ªes de la huelga se marcharon
P. ?Por qu¨¦?
R. Los amenazaron. Les presionaron hasta que se fueron. ?El alcalde no me amenaza a m¨ª, aunque dice que su padre fue socio del m¨ªo? Y es verdad, exportaban verduras.
P. ?C¨®mo la amenazaban, y cu¨¢ndo?
R. En la Navidad o en noviembre de 2000. Me llamaban y me dec¨ªan que me iban a cortar el pescuezo.
P. Y la gente del pueblo, sus vecinos, sus amigos, ?c¨®mo reaccionaban?
R. Hay miedo. Hay gente que tiene miedo de decir cualquier cosa. Yo soy una leprosa para muchos. Les da miedo que les vean conmigo. Hay gente que me saluda haciendo ese esfuerzo, como si me dijeran: 'Bueno, no me atrevo a m¨¢s'. Otros me miran con odio o se cruzan de acera para no hablarme. Una que yo conozco se tir¨® a atropellarme con el coche. De verdad.
P. ?Ha pensado en irse?
R. Eso es lo que quiere el alcalde de aqu¨ª y mucha gente. Pero hay que seguir luchando. No podemos tirar la toalla. No vamos a tirar por la borda todo el trabajo de tantos a?os. Si retrocedemos, vamos a dejar a estos racistas que campen a sus anchas por la calle y se queden a¨²n m¨¢s libres para hacer lo que quieran.
P. Pero debe tener tentaciones de dejarlo.
R. Hay veces que s¨ª, porque es que te cansas de esta incertidumbre y de esta inseguridad. Salgo a la calle y voy como son¨¢mbula. Tengo una sensaci¨®n de permanente incertidumbre, no s¨¦ como llamarlo; a lo mejor es simplemente miedo. Aunque cuanto m¨¢s me agreden, m¨¢s quiero seguir adelante. A mis hijos s¨ª les digo que tengan cuidado. A uno de ellos, en la fiesta de julio del a?o pasado, le pusieron una navaja en la espalda. Aquel 5 de febrero mis hijos estaban solos en casa. La gente pas¨® por mi puerta. Quer¨ªan prenderle fuego a mi casa y me llamaban asesina, daban patadas a la puerta. Mis hijos tuvieron miedo, y se subieron a la terraza y cerraron la puerta. Me compr¨¦ un tel¨¦fono y llam¨¦ a Alicia Va?¨®, que es la presidenta en Andaluc¨ªa de la Asociaci¨®n de Mujeres Progresistas. Ella llam¨® al delegado del Gobierno en Andaluc¨ªa y le dijo que no sab¨ªa nada de mis hijos. ?l contest¨® que no pod¨ªa hacer nada y que cuando los moros matan a los cristianos, los cristianos tienen que defenderse.
P. La ley de la Junta de Andaluc¨ªa, para que las alcald¨ªas cedan terreno donde construir viviendas, no ha tenido ¨¦xito. Los alcaldes se han negado a acogerse a ese decreto.
R. Sus votantes no quieren que lo hagan. Dejar¨ªan de votarlos y ellos no quieren correr ese riesgo. Todos saben que la integraci¨®n empieza por tener una vivienda, por estar en el pueblo. Y eso es lo que quieren evitar, que se integren.
P. El defensor del Pueblo, Chamizo me ha dicho que, dentro de la negativa general a ceder suelo, en dos municipios los alcaldes le han asegurado que est¨¢n de acuerdo con la medida, que dar¨¢n ese suelo. Pero que, por favor, no se lo diga a la prensa porque, si se enteran en su pueblo, la gente se opondr¨¢. Y uno de esos alcaldes es del PP y el otro del PSOE.
R. Los del PP dicen que no dar¨¢n suelo y los del PSOE se escudan en esa negativa para hacer lo mismo. Nadie se atreve excepto estos dos que dices. Aqu¨ª mandan los empresarios. Ellos ponen a quien quieren desde hace a?os.
P. ?Hay alguna diferencia entre la actitud de los pol¨ªticos del PSOE y del PP?
R. No. Este asunto no tiene que ver con los partidos. Cuando quer¨ªan nombrar a Juan Goytisolo persona no grata, toda la corporaci¨®n, incluidos los socialistas, Izquierda Unida y el PP, estaban de acuerdo. No ocurri¨® porque el PSOE a nivel andaluz, lo mismo que IU, llamaron a su gente y los pararon. Aqu¨ª no quieren a Juan Goytisolo porque se atrevi¨® a criticar el desarrollo econ¨®mico de Almer¨ªa.
P. Pero, si se ha creado tanta riqueza, ?no ser¨ªa bueno repartir algo con los inmigrantes a cambio de tener una paz social que, si falta, perjudicar¨¢ a los empresarios?
R. Hay empresarios que en 20 a?os reconocen haber hecho un capital de 60.000 millones de pesetas. Esto es una mina de oro verde. Desde 1984 est¨¢ prohibido construir invernaderos, pero se siguen construyendo a diestro y siniestro. Y la Administraci¨®n hace la vista gorda. Toda esa gente quiere mano de obra barata, sin derechos.
P. Si Chaves, por ejemplo, le preguntara a usted qu¨¦ hay que hacer, ?qu¨¦ le dir¨ªa?
R. Le dir¨ªa que ¨¦l es el presidente de la Junta de Andaluc¨ªa, y que esto est¨¢ en Andaluc¨ªa. Y que haga una pol¨ªtica activa de emigraci¨®n. Hasta ahora, s¨®lo est¨¢n haciendo estudios, eso s¨ª. Llevan haciendo estudios desde el a?o 80. Lo ¨²nico bueno que se puede decir es que en educaci¨®n y sanidad las cosas est¨¢n un poquito mejor. Pero con la vivienda s¨®lo le dan vueltas y vueltas.
P. ?Cree que los empresarios dejar¨ªan de ganar mucho dinero si todos los trabajadores fueran legales y tuvieran un contrato?
R. Eso es repartir las ganancias, ?no? Y esta gente lo quiere todo para ellos. El convenio del campo est¨¢ en 5.000 pesetas diarias. Pero es que nadie lo sabe, porque aqu¨ª cada uno paga lo que quiere. Tres mil, cuatro mil. Y todo el d¨ªa bajo el pl¨¢stico, a 50 y 60 grados de temperatura. Y luego, por la noche, durmiendo en cualquier parte. El campo no est¨¢ regularizado. Nada. Esto, para que lo entiendas, est¨¢ igual que en los a?os cincuenta, cuando el se?orito andaluz iba en busca de los jornaleros y dec¨ªa: 'T¨² y t¨², vamos'. Aqu¨ª hay unos cuantos puntos en todo el Poniente, como la Yegua Verde, la calle Manolo Escobar, en El Ejido, o como un lugar concreto de la carretera de M¨¢laga, donde van hombres y mujeres a pelearse por subir al cami¨®n que les llevar¨¢ a trabajar ese d¨ªa. Y luego, eso s¨ª, a veces te hacen contratos basura.
P. ?Y la Iglesia, qu¨¦ dice?
R. No dice nada. La Iglesia est¨¢ callada. Por eso yo digo que todos son culpables.
P. ?Y c¨®mo le sienta a usted que tantos periodistas vengan a preguntarle qu¨¦ pasa?
R. Es que vienen todos los d¨ªas, de todas partes. Ayer, de Alemania; el otro d¨ªa, desde M¨¦xico. Yo a todos les digo lo mismo, les cuento lo que pasa.
P. ?No le importa ser quien da la cara?
R. No soy la protagonista, lo que pasa es que yo me he atrevido a hablar para defender a esa gente. ?Por qu¨¦ no? Yo me he cre¨ªdo lo de la libertad de expresi¨®n. ?Por qu¨¦ no voy a hablar contra lo que estoy en contra? Y no me arrepiento.
P. Pero no le hacen caso...
R. No te creas, la cosa est¨¢ un poquito mejor. Por ejemplo, en el programa La lavander¨ªa y en la televisi¨®n de El Ejido me acusaban a m¨ª y no s¨®lo a la asociaci¨®n. Dec¨ªan que cobro a los inmigrantes 15.000 pesetas, que me he comprado un Mercedes, que tengo una mansi¨®n en Marraquech al lado de la de Juan Goytisolo. ?ltimamente noto que ya no dicen esas cosas.
P. ?Y su marido, c¨®mo lo lleva?
R. Un d¨ªa me apoya y al siguente se queja. El pobre est¨¢ aguantando y entiende que trabajo por unos ideales. Mi marido es decorador y ha perdido muchos trabajos a causa de todo esto. No s¨¦, a lo mejor vamos a tener que emigrar a otro sitio. Uno de mis hijos me ha dicho: 'Mam¨¢, v¨¢monos porque t¨² tambi¨¦n tienes derecho a ser feliz'. Ellos quieren que nos vayamos de El Ejido.
[Mercedes, inesperadamente, se pone a llorar. Nos pide perd¨®n: 'Es que estoy tonta, y no s¨¦ por qu¨¦ lloro. Es que me duele lo de mis hijos'].
P. ?Y qu¨¦ va a hacer?
R. Creo que nos vendremos a Almer¨ªa. Lo de mis hijos es lo que m¨¢s me duele. Si pienso en tirar la toalla, es por ellos. La federaci¨®n me quiere sacar de aqu¨ª. Me dicen que vaya a coordinar un programa de ni?os y me aseguran que tambi¨¦n podr¨¦ seguir con El Ejido dos d¨ªas a la semana. Mis compa?eras quieren protegerme, tienen miedo por m¨ª.
P. ?A cu¨¢nta gente atiende cada d¨ªa?
R. ?Nosotras? M¨¢s de 100 personas al d¨ªa.
P. Es curioso, porque usted parece muy poca cosa y resulta que es quien m¨¢s les fastidia.
R. Por defender los derechos humanos. Nada m¨¢s.
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