?Una nueva revoluci¨®n?
La nuestra es la civilizaci¨®n del espect¨¢culo -preferencia de las formas sobre los contenidos, la diversi¨®n como supremo valor de la vida- y, por eso, no es de sorprender que los grandes protagonistas de la actualidad sean los j¨®venes anti-globalizadores a los que la polic¨ªa italiana brutaliz¨®, en G¨¦nova, durante la reuni¨®n del G-8, ofreci¨¦ndoles su primer m¨¢rtir. Nost¨¢lgicos irredentos del viejo mesianismo social se han precipitado a anunciar que el movimiento contra la globalizaci¨®n representa ahora, ?por fin!, una alternativa revolucionaria potente contra el capitalismo y su odiado embeleco pol¨ªtico: la democracia neo-liberal. Detr¨¢s de las decenas de miles de manifestantes que invadieron las calles de G¨¦nova, estos augures ven asomar en el horizonte, una vez m¨¢s -ave F¨¦nix que renace de sus cenizas-, un nuevo para¨ªso igualitario y colectivista.
Me temo que se apresuren demasiado y que confundan la presa con su sombra. Tengo la impresi¨®n de que al movimiento contra la globalizaci¨®n, por su naturaleza ca¨®tica, contradictoria, confusa y carente de realismo, le ocurrir¨¢ algo semejante que al Mayo del 68 en Francia, con el que tiene mucho de parecido: lo que hay en ¨¦l de cr¨ªtica social v¨¢lida y de iniciativas realizables, ser¨¢ absorbido y canalizado por el sistema democr¨¢tico, y lo dem¨¢s, el estruendo y los estragos de las grandes gestas callejeras, perder¨¢ toda actualidad y quedar¨¢ s¨®lo como un estimulante material para soci¨®logos e historiadores.
Baso esta suposici¨®n, en lo que me parecen dos evidencias: 1) el car¨¢cter heterog¨¦neo y auto-destructivo de un movimiento en el que cohabitan grupos, instituciones e individuos cuyas metas, convicciones y actitudes son absolutamente incompatibles entre s¨ª, y 2) la extraordinaria flexibilidad del sistema democr¨¢tico para integrar dentro de sus cauces institucionales las cr¨ªticas y antagonismos que nacen en su seno, y aprovecharlas para su fortalecimiento. Prueba de ello es que la democracia, con todas sus abundantes imperfecciones y fallos, ha prevalecido sobre los dos formidables adversarios que la amenazaron en el siglo veinte -los totalitarismos fascista y comunista-, y que, en la actualidad, s¨®lo tiene como enemigos a las satrap¨ªas tercermundistas, tipo Gaddafi, Sadam Hussein o Fidel Castro.
Por lo pronto, ser enemigo de la globalizaci¨®n puede tener alg¨²n sentido en el ¨¢mbito de la teor¨ªa, o de la poes¨ªa, pero, en la pr¨¢ctica, es un disparate parecido al del movimiento luddita que, en el siglo XIX, destru¨ªa las m¨¢quinas para atajar la mecanizaci¨®n de la agricultura y la industria. La realidad de nuestro tiempo es la de un mundo en el que las antiguas fronteras nacionales se han ido desvaneciendo hasta casi desaparecer en ciertos campos -la econom¨ªa, la tecnolog¨ªa, la ciencia, la informaci¨®n, la cultura, aunque no en lo pol¨ªtico y otras esferas-, estableciendo, cada vez m¨¢s, entre los pa¨ªses de los cinco continentes, una interdependencia que conspira frontalmente con la vieja idea del Estado-naci¨®n y sus prerrogativas tradicionales. El mejor indicio de lo irreversible de este proceso globalizador son, como lo ha recordado Amartya Sen, los propios militantes antiglobalizadores, variopinta colectividad de muchos pa¨ªses, lenguas y credos que se comunican y coordinan sus m¨ªtines a trav¨¦s del Internet.
Sin embargo, el rechazo de la globalizaci¨®n -objetivo totalmente hu¨¦rfano de realismo- es el ¨²nico denominador com¨²n de los j¨®venes que, de Seattle a G¨¦nova, han ido protestando contra la Organizaci¨®n Mundial de Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Foro Econ¨®mico de Davos, o el G-8. En todo lo dem¨¢s, existe en el movimiento una mir¨ªada de fobias, anhelos, proyectos, fines, m¨¦todos, que se anulan y rechazan entre s¨ª.
?Qu¨¦ puede haber de com¨²n entre los ecologistas que piden pol¨ªticas m¨¢s radicales en la protecci¨®n del medio ambiente y los iracundos del Bloque Negro que devastan los comercios e incendian autom¨®viles? ?Qu¨¦ entre los prehist¨®ricos estalinistas y los ante-diluvianos ultranacionalistas? ?O entre las pac¨ªficas e idealistas ONGs a las que moviliza el deseo de que los pa¨ªses ricos condonen la deuda de los pa¨ªses pobres o aumenten la ayuda para la lucha contra el sida y los grup¨²sculos y bandas de extrema derecha o de extrema izquierda, tipo ETA, que concurren a esas demostraciones por razones de auto-promoci¨®n? Es verdad que, en el movimiento, hay mucha generosidad e ilusi¨®n de muchachas y muchachos avergonzados de vivir en sociedades pr¨®speras en un mundo lleno de hambrientos; pero tambi¨¦n lo es que, entre los miles y miles de manifestantes, hay un buen n¨²mero de fr¨ªvolos hijitos de pap¨¢, aburridos de la vida, que han ido all¨ª s¨®lo en busca de experiencias fuertes, a practicar un in¨¦dito 'deporte de riesgo'. Es sin duda cierto que este archipi¨¦lago de contradicciones comparte una vaga animadversi¨®n al sistema democr¨¢tico, al que, por ignorancia, moda, sectarismo ideol¨®gico o necedad, hace responsable de todos los males que padece la humanidad. Con este linf¨¢tico sentimiento de malestar o rebeld¨ªa, se puede impulsar grandes espect¨¢culos colectivos, pero no elaborar una propuesta seria y realista para cambiar el mundo.
Dicho lo cual queda, por supuesto, en pie el hecho de que el sistema democr¨¢tico es muy imperfecto, y de que, aun en los pa¨ªses donde ha avanzado m¨¢s, est¨¢ a¨²n muy lejos de haber solucionado todos los problemas. Las caracter¨ªsticas que ha adoptado el movimiento anti-globalizaci¨®n tienen una consecuencia negativa: han hecho que las razones m¨¢s v¨¢lidas para criticar a los gobiernos de los pa¨ªses ricos, queden diluidas, e incluso desnaturalizadas, por la mescolanza de ideas y propuestas que acarrea. Nada ayudar¨ªa m¨¢s a los pa¨ªses pobres a salir de la pobreza, por ejemplo -los ayudar¨ªa mucho m¨¢s que la condonaci¨®n de la deuda- que los pa¨ªses occidentales les abrieran las fronteras para sus productos agr¨ªcolas, medida que se resisten a tomar por culpa de los productores nacionales que, gracias a aranceles y subsidios, mantienen una agricultura e industria agr¨ªcolas sobre protegidas que le cuestan un ojo de la cara al ciudadano com¨²n de cualquier democracia occidental. Sin embargo, una de las estrellas medi¨¢ticas del movimiento anti-globalizaci¨®n, el franc¨¦s Jos¨¦ Bov¨¦, ha hecho toda su carrera pol¨ªtica exigiendo exactamente lo contrario: barreras arancelarias implacables contra los productos agr¨ªcolas importados. ?l, y quienes piensan como ¨¦l, hacen m¨¢s da?o a los pa¨ªses pobres del planeta con sus tesis nacionalistas en contra del comercio libre, que la Organizaci¨®n Mundial del Comercio, que, de una manera excesivamente t¨ªmida, tecnocr¨¢tica y p¨¦simamente publicitada, es cierto, trata de conseguir que se abran las fronteras comerciales en el planeta. En este campo espec¨ªfico lo que los pa¨ªses pobres necesitan para poder exportar sus productos no es menos sino m¨¢s libertad, es decir, una globalizaci¨®n efectiva y no la mediatizada y parcial que impera a¨²n.
Una verdad que, en medio del ruido y la furia de las manifestaciones contra la globalizaci¨®n, ha salido a la luz es la siguiente: el sistema democr¨¢tico liberal, que ha tra¨ªdo tan extraordinarios progresos materiales, intelectuales, jur¨ªdicos y pol¨ªticos a la humanidad, padece, en raz¨®n de la especializaci¨®n creciente de la vida p¨²blica y de la modorra y rutina en que la acci¨®n c¨ªvica ha ca¨ªdo en muchas sociedades, una distancia creciente, que a veces cuaja en un divorcio, entre las ¨¦lites pol¨ªticas y la base social. Por eso, es tan frecuente la indiferencia que suele acompa?ar a las consultas electorales en muchos pa¨ªses democr¨¢ticos: ?para qu¨¦ votar si nada va a cambiar, si todos los pol¨ªticos son lo mismo? No es verdad que todos sean lo mismo y tampoco es cierto que nada vaya a cambiar. La democracia es el ¨²nico sistema que, desde sus lejanos or¨ªgenes, ha sido capaz de reformarse internamente y de ir corrigi¨¦ndose y evolucionando de acuerdo a las necesidades y demandas de sus ciudadanos. No ha alcanzado la perfecci¨®n ni la alcanzar¨¢ nunca, pero su gran ventaja sobre todos los otros sistemas es que, ella s¨ª, ha sabido transformarse y renovarse en el tiempo, creando las sociedades menos imperfectas en materia de derechos humanos, libertad y progreso material que conoce la historia. ?sta es una inconmovible realidad a la que la virulencia contestataria de los nuevos desafectos dif¨ªcilmente podr¨¢ mellar. Mucho mejor ser¨ªa, para el mundo, que estos j¨®venes inconformes canalizaran sus ¨ªmpetus y anhelos en reformar el sistema desde dentro, algo perfectamente necesario y posible, en vez de empe?arse en destruirlo, pasatiempo intenso, divertido, pero perfectamente in¨²til.
? Mario Vargas Llosa, 2001. ? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El Pa¨ªs, SL, 2001.
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