EL CHIRINGUITO
El ?ngel de la Gastronom¨ªa avanza por una playa canaria levitando unos mil¨ªmetros por encima de la arena, sin ni siquiera notar el calor. Detr¨¢s suyo, echando el bofe, va el se?or Patanegra. Cuando por fin se detienen en un chiringuito, ¨¦ste se lamenta:
-?Me hablas de placer gastron¨®mico y me castigas a comer en un chiringuito?
El ¨¢ngel sonr¨ªe beat¨ªficamente mientras se sienta.
-Nunca, querido Patanegra, debes dar por sentado que el placer gastron¨®mico se da s¨®lo en los restaurantes de lujo -le alecciona elevando un ¨ªndice celestial-. Por el contrario, en un chiringuito de playa puedes sentirte transportado al para¨ªso. Por supuesto que no todos los chiringuitos valen. El chiringuito ideal debe reunir unas condiciones especiales. De entrada, debe estar situado en un lugar donde pase el aire, junto al mar. Por supuesto, nada de sillas de pl¨¢stico que se te peguen al culo, y el techo estar¨¢ formado por un ca?izo que filtrar¨¢ la luz, pero dejar¨¢ pasar el aire...
-Tanta ambientaci¨®n para terminar con una paella hecha en cinco minutos. Me conozco la historia.
-No me seas derrotista, Patanegra -le ri?e el ¨¢ngel-. Para empezar, he pedido unos aguacates. Abiertos por la mitad, pueden llevarte al placer si tienen la temperatura ideal. Basta ali?arlos con un aceite de oliva virgen, un buen vinagre de Jerez y un poco de sal de Maldon, que es una sal cristalizada que le aporta un sabor muy especial.
-Pues tienes raz¨®n, no est¨¢ nada mal -concede el se?or Patanegra mientras da cuenta del aguacate-.Y despu¨¦s, paella, ?no?
-Otro d¨ªa. Aqu¨ª es m¨¢s adecuado pedir una ensalada fresca y unos camarones, langosta o langosta canaria a la plancha. Les echas un poco de sal gorda y un chorrito de aceite de oliva y las pones a la plancha bien caliente.
El se?or Patanegra sigue las instrucciones angelicales, pero se gana una nueva rega?ina del ?ngel de la Gastronom¨ªa cuando se dispone a comer.
-Ya te dije que en ocasiones hay que prescindir del cuchillo y del tenedor -le dice-. Los camarones los coges con la mano, separas la cabeza de la cola y te la pones en la boca, aspirando toda su esencia. Despu¨¦s, chupas el camar¨®n, lo pelas y te comes la cola.
-?Y para beber, qu¨¦ vamos a tomar? -pregunta el se?or Patanegra.
-Sangr¨ªa.
-?Sangr¨ªa? -encoge la mirada el se?or Patanegra-, pero si siempre me han dicho que es una aberraci¨®n indigna de una buena mesa.
-Pues te equivocas una vez m¨¢s, querido Patanegra -dice el ¨¢ngel-. Si la sangr¨ªa est¨¢ bien preparada puede ser muy buena. Mira ¨¦sta, por ejemplo. Primero se hace una reducci¨®n a fuego lento con parte del vino, az¨²car, piel de naranja, laurel y un poco de pimienta. Luego, se cuela, y cuando est¨¢ bien fr¨ªo se le a?ade m¨¢s vino tinto, cura?ao, ginebra y jarabe. Se termina con una mezcla de zumo de naranja, lima, fruto de la pasi¨®n, melocot¨®n y manzana... Con la ayuda de un coctel master [un aparato que se usa en cocteler¨ªa], puedes separar los dos l¨ªquidos por su distinta densidad por medio de una boya que va depositando el l¨ªquido muy lentamente, con lo que consigues una sangr¨ªa de dos colores.
El se?or Patanegra se maravilla ante el color de la jarra y bebe un sorbo de sangr¨ªa. Admite, embelesado, que se siente como si estuviera en un anuncio de esos que pretenden ilustrar el para¨ªso.
-?Te sientes en el cielo, verdad? -sonr¨ªe el ¨¢ngel, comprensivo por naturaleza-. Canarias tiene lugares maravillosos, adem¨¢s de una buena cocina. Y no es el ¨²nico sitio de Espa?a con sabor a para¨ªso. Ma?ana, por ejemplo, volaremos a Mallorca, a probar una buena ensaimada.
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