Talentos
Estoy a favor de que la Iglesia administre sus bienes, que le entregan sus donantes. Una administraci¨®n de estos bienes puede que sea beneficiosa. Es f¨¢cil de entender. Un ejemplo: uno -el donante- se levanta solidario y coloca una X en su declaraci¨®n de Hacienda. Un porcentaje de sus impuestos los recibe la Iglesia. Lo mismo sucede con el resto de los donativos. La administraci¨®n y la inversi¨®n en bolsa de estos donativos pueden ser ventajosas. La ventaja consiste en que si has dado diez, el talento del administrador puede convertir tus diez en cien. De esta forma has donado cien y no diez. Eres m¨¢s generoso y est¨¢s m¨¢s cerca del cielo.
Claro que tambi¨¦n puede suceder que la inversi¨®n falle. Entonces el donante tiene un problema. Para entenderlo, sirve el mismo ejemplo, pero con distinto final. Te levantas la misma ma?ana, colocas la X en la misma casilla, pensando en tu obra social, y el administrador invierte en Gescartera. Has fallado. El administrador no tiene talento, porque el dinero se gasta en Armani o en un viaje a Miami. El resultado es distinto: en lugar de ir al cielo y hacer tu obra, te has comido un marr¨®n.
Al donante no le queda ni el consuelo de la par¨¢bola. Es comprensible que monse?or lo intente. Incluso que, en un acto de justificaci¨®n de lo injustificable por intereses que dir¨¢ superiores, deje de ser amigo, y se vaya a la par¨¢bola de los talentos. Entonces arregla menos. La cosa se pone peor. El donante descubre que no es su misma par¨¢bola. Estaba equivocado desde ni?o. Trata de comprender su error, y compra unos Evangelios. Vuelve a leer, y lee lo mismo que le leyeron. No encuentra en ning¨²n p¨¢rrafo de los Evangelios a Gescartera. Cae en la cuenta: los talentos son dones gratuitos de la persona. La justificaci¨®n de monse?or no es v¨¢lida. Se ha equivocado. Ha utilizado la forma de redacci¨®n de los Evangelios. Se ha quedado en la paja. Ha ignorado el grano: la ejemplaridad de su contenido. El donante quiere entender. Piensa que ha podido ser estafado dos veces. En la donaci¨®n que no ha dado sus frutos, y en la explicaci¨®n. Debe ser cosa del calor, que estos d¨ªas no le deja pensar. El equivocado puede que sea ¨¦l, y que los Evangelios de hoy no sean como los de antes.
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