Unas fiestas de globo
Pues s¨ª, aunque casi nadie se lo crea ya est¨¢n aqu¨ª las fiestas. Y no es que la comisi¨®n no le haya puesto ganas, pero la mayor¨ªa de la gente las da de lado. Son tan sosas, dicen, y se van a la playa. Porque hace bueno, pero si hiciera malo no ir¨ªan ni a la playa ni a los festejos, porque la lluvia tambi¨¦n los desluce ya que est¨¢n pensados para el aire libre, esa rara sustancia en forma de adjetivo que no puede ser garantizada por ninguna comisi¨®n de asuetos ni, a lo que parece, de las otras. En la mayor¨ªa de las casas, la Semana Grande s¨®lo se nota porque se come m¨¢s de fiesta, que es lo que importa. En eso y en que los hijos adolescentes piden permiso para tragarse la madrugada mientras los mayores se tragan los fuegos o tal vez una copa, si es fiesta de v¨ªspera de festivo. Pero los ciudadanos no saben que se est¨¢n perdiendo el programa m¨¢s globalizado que haya podido salir de unas mentes humanas.
Como si de una cebolleta se tratara, los siete d¨ªas de regocijo est¨¢n envueltos por lo m¨¢s ¨¦tnico de aqu¨ª -pelotaris, dantzaris, txistularis, txirrindularis y zezenzuskos- lo m¨¢s ¨¦tnico de all¨¢ -batucadas brasileras, tambores africanos, tangos y tortilla de patatas (en concurso)- am¨¦n de lo m¨¢s global, el baloncesto de calle o basket street en su idioma nativo. Adem¨¢s de la pesca, los caballos, los toros, los bailables, los conciertos de esto y de lo otro y la bonita elecci¨®n de la pareja donostiarra -?huy, casi digo ?o?ostiarra!- que premiar¨¢ el esfuerzo de quien mejor se crea las fiestas aunque en pareja, por si no fuera ya bastante dif¨ªcil hacerlo individualmente. Pero que no decaiga. Quien se muestre a¨²n remiso ah¨ª tiene la estupenda concentraci¨®n de globos mongolfier que, como su nombre indica, ser¨¢ lo que m¨¢s globalice, aunque nadie deber¨ªa dejarse cegar por el chiste ya que la literatura nos ha ense?ado que nos pueden llevar a dar la vuelta al d¨ªa en ochenta mundos.
Por no mencionar la calle, esa parte de la fiesta que est¨¢ siempre del otro lado, inalcanzable como la propia sombra. Ya pueden recorrerla bandas y kalegiras; la gente festiva se las arreglar¨¢ para subirse a la acera y mirar. Si es que puede, porque las aceras est¨¢n repletas de saltimbanquis, titiriteros y caricaturistas en otra variante del mirar.
Se dice, de tapadillo, que podr¨ªan haber venido los ilusionistas de Gescartera con sus famosos escamoteos de capital, as¨ª como el contorsionista y escapista Gil y Gil, que cuando no puede hacer de Houdini har¨ªa de Al¨ª Bab¨¢ y los cuarenta ladrones, pero aunque se hayan creado muchas expectativas puede que sean falsas, con todo, la gente lleva muy agarradas las inversiones y los sumarios judiciales por si las moscas, y, desde que manda que le hagan una caricatura o un retrato de esos tan parecidos que el retratista saca -dej¨¢ndose las pesta?as- de unas fotos de carnet, corre rauda a suscribirles un seguro, no vaya a pasarle lo de la Koplowitz. En fin, que corre el humor a raudales y la gente se mira con cara de decirse globalmente, ¨¢nimo que s¨®lo quedan seis d¨ªas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.