La inevitable orejita
No pod¨ªa faltar la inevitable orejita y cay¨®, aunque fuera en el ¨²ltimo minuto. Se la regalaron a Pablo Hermoso de Mendoza que, por cierto, no hab¨ªa tenido una de sus habituales tardes brillantes. Es verdad que la pidi¨® el p¨²blico, pero si alguien matizara que la pidi¨® todo el p¨²blico o una mayor¨ªa del p¨²blico, ser¨ªa mentira. La pidi¨® una minor¨ªa aunque, eso s¨ª, vociferante y escandalosa.
En cuesti¨®n de peticiones de oreja hay mucha tela que cortar. Dicen los partidarios de las orejas (y con mayor motivo sus beneficiarios): 'La pidi¨® el p¨²blico'. Sin embargo se callan lo m¨¢s importante: cu¨¢nto p¨²blico la pidi¨®, que suele ser una evidente minor¨ªa.
La fiesta de los toros en lo que concierne a sanciones de calidad, triunfos y fracasos, tuvo fama de ser democr¨¢tica y, efectivamente, sus resultados art¨ªsticos se sustanciaban por mayor¨ªa de votos. Para ello inventaron lo del pa?uelo. La gente flameaba el pa?uelo sin chillar cuando ped¨ªa la oreja y el presidente no es que hiciese recuento de votos -no podr¨ªa, claro- mas la visi¨®n del tendido le bastaba para apreciar si hab¨ªa all¨ª mayor¨ªa o minor¨ªa.
Ben¨ªtez / Hern¨¢ndez, Boh¨®rquez, Hermoso
Toros despuntados para rejoneo de Jos¨¦ Ben¨ªtez Cubero, discretos de presencia, flojos, dieron juego. Leonardo Hern¨¢ndez: rej¨®n ca¨ªdo, pinchazo y rej¨®n trasero (ovaci¨®n y salida al tercio); rej¨®n trasero y, pie a tierra, siete descabellos (silencio). Ferm¨ªn Boh¨®rquez: pinchazo bajo y rej¨®n bajo (ovaci¨®n y salida al tercio); rej¨®n atravesado trasero (escasa petici¨®n y vuelta). Pablo Hermoso de Mendoza: rej¨®n ladeado y otro muy trasero bajo (aplausos); rej¨®n atravesado trasero ca¨ªdo, lo quita r¨¢pidamente un pe¨®n y se cae el toro (oreja con escasa petici¨®n). Plaza de Vista Alegre, 18 de agosto. 1? corrida de feria. Cerca del lleno.
En los tiempos modernos, por el contrario, el que pide a lo mejor lo hace con dos pa?uelos, o con la almohadilla si es blanca, y le falta a la madre al presidente, y se pone a pegar alaridos, con lo cual aun siendo los peticionarios un reducto insignificante, se acaban convirtiendo en grupo de presi¨®n e imponi¨¦ndose a base de armar esc¨¢ndalo. Imagina uno qu¨¦ ser¨ªa en las elecciones democr¨¢ticas verdaderas (las pol¨ªticas, entend¨¢monos) si el que vota metiera en la urna en vez de la papeleta un folio o un pliego de papel de barba y de propina le armara la bronca al presidente de la mesa.
Muchas injusticias se cometen en la fiesta de los toros con esta forma de votar (a lo burro, hablando en plata). Sin ir m¨¢s lejos, en esta primera funci¨®n de la feria bilba¨ªna, que llaman, seg¨²n manda la tradici¨®n, Las Corridas Generales. El perjudicado fue Ferm¨ªn Boh¨®rquez porque este rejoneador, que no le hab¨ªa ido a la zaga a Pablo Hermoso de Mendoza, tuvo similar petici¨®n de oreja (es decir, minoritaria y vociferante) y el presidente se la neg¨®, mientras a Hermoso acab¨® concedi¨¦ndosela. Deber¨ªa haber un juzgado de guardia para denunciar estos y otros flagrantes casos.
La actuaci¨®n de Ferm¨ªn Boh¨®rquez no transcurri¨® espectacular, mas s¨ª torera y sobria, lo cual es muy de agradecer, principalmente en esta modalidad ecuestre de la fiesta taurina que tanto se presta a las extravagancias. As¨ª -pongamos por caso- los caballazos convulsivos y los manoteos triunfalistas de Leonardo Hern¨¢ndez jalear¨¢n al cotarro, o ser¨¢ vistoso salir girando el caballo seg¨²n hac¨ªa Pablo Hermoso de Mendoza, pero en el toreo importa m¨¢s la lidia y el dominio, la reuni¨®n al estribo, la forma de clavar, y en eso nunca estuvo Ferm¨ªn Boh¨®rquez por debajo de sus colegas. Incluso para realizar las mismas cosas -los rejones de castigo, las banderillas, las rosas, el rej¨®n de muerte, que constituyen lo esencial- necesit¨® mucho menos tiempo.
Leonardo Hern¨¢ndez estuvo torero; lo que pasa es que le desmerece su puesta en escena, su empe?o en que le aplaudan para lo cual se pasa saludando y cae un poco en el rid¨ªculo, los aparentes malos modos que emplea para tomar las banderillas que le entrega desde el callej¨®n el asistente. Puede hasta caer mal con tales formas. Y es una l¨¢stima porque en lo que se dice rejonear llega al nivel de los mejores, lo hizo muy bien en sus dos toros -el quinto, por cierto, le empiton¨® una pierna en un derrote- y ejecut¨® sin problemas esa suerte que incorpor¨® Pablo Hermoso de Mendoza al rejoneo, que consiste en correr al toro llev¨¢ndolo fijo a la grupa mientras se cabalga a dos pistas.
Pablo Hermoso de Mendoza exhibi¨® gran oficio; con ¨¦l, una t¨¦cnica depurada para encelar los toros y recrecerles el instinto embestidor, para correrlos en la peripecia dicha de las dos pistas, para provocar los espectaculares giros del caballo a la salida de las reuniones banderilleras. Si bien casi todo ello le sali¨® en tono menor, tuvo fallos al prender, buena cantidad de rejones y banderillas le quedaron deslucidos en la colocaci¨®n. Y el rejonazo que cobr¨® al sexto toro cay¨® en feo lugar, hasta el punto de que uno de sus banderilleros se apresur¨® a quitarlo, para que no cundiera el bochorno. Y cuanto sigui¨® ya fue un desprop¨®sito: el griter¨ªo, el presidente, el triunfalismo, la orejita de regalo...
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