EL ?LTIMO TRAYECTO DE Horacio Dos
Resumen. El delincuente Gara?¨®n y la Duquesa dan las ¨²ltimas explicaciones de c¨®mo consiguieron impedir una conspiraci¨®n del Duque para fugarse con la nave espacial y c¨®mo apagaron el incendio del Auditorio Real con el agua almacenada en los aljibes de la nave. De este modo, un nuevo problema se le presenta a Horacio: no tiene agua para la traves¨ªa, por lo que debe poner rumbo a una nueva Estaci¨®n Espacial.
Mi¨¦rcoles, 25 de junio
Esta madrugada un incidente inesperado ha venido a alterar la triste monoton¨ªa de la navegaci¨®n.
A eso de las ocho y media, cuando estaba en lo m¨¢s profundo de mi sue?o, me ha despertado el primer segundo de a bordo para informarme de que un par de horas antes hab¨ªa sido descubierto un poliz¨®n que viajaba oculto en la sentina y que, seg¨²n parece, hab¨ªa salido a merodear acuciado por el hambre.
Capturado y esposado, el poliz¨®n ha sido conducido a presencia del oficial de guardia, el cual, tras rellenar los formularios correspondientes, ha informado al primer segundo de a bordo y ¨¦ste, de acuerdo con el reglamento en la materia, me viene a informar a m¨ª.
Me visto, desayuno y, tras someterlo a una larga espera para sembrar en su ¨¢nimo la confusi¨®n y el desaliento, hago comparecer al poliz¨®n. Es un hombre de edad indefinida y rasgos abultados, casi deformes. Viste harapos y a mis preguntas responde con gru?idos, como dando a entender que desconoce nuestro idioma.
Ante esta dificultad, convoco al doctor Agustinopoulos, como m¨¦dico de a bordo, y ¨¦ste, con s¨®lo verlo, se echa a re¨ªr, pide que el poliz¨®n sea atado firmemente a una silla a fin de imposibilitarle todo movimiento y acto seguido, con unas pinzas, le arranca la nariz y varios pedazos de cara, que resultan ser de goma, dejando al descubierto las facciones del Duque. ?Menuda sorpresa!
Vi¨¦ndose desenmascarado, el Duque confiesa haberse escondido en la nave poco despu¨¦s de haber pronunciado el discurso inaugural del Festival de las Artes y de haber activado el dispositivo de efecto retardado que hab¨ªa de provocar el incendio del Auditorio Real, aprovechando la ausencia de la tripulaci¨®n y el pasaje. Su prop¨®sito, claro est¨¢, era apoderarse de la nave para huir de la Estaci¨®n Espacial Derrida, de ingrato recuerdo, alcanzar otra Estaci¨®n Espacial, y all¨ª empezar una nueva vida, convenientemente disfrazado, con papeles falsos y con el dinero de las entradas, m¨¢s el que esperaba cobrar del seguro.
Preguntado d¨®nde est¨¢ el dinero de las entradas a que acaba de aludir, dice primero haberlo transferido a una cuenta remota, luego, haberlo perdido, luego, hab¨¦rselo gastado, y, por ¨²ltimo, tras recibir un par de pescozones, confiesa haberlo escondido detr¨¢s de una tuber¨ªa de la sentina.
Como por la sentina pasa un verdadero amasijo de tuber¨ªas, le insto a que nos revele el lugar exacto donde est¨¢ escondido el dinero, haci¨¦ndole ver que lo necesitamos para comprar agua y medicamentos en la Estaci¨®n Espacial m¨¢s pr¨®xima, si conseguimos llegar all¨ª con vida.
Responde con sarcasmo que s¨®lo revelar¨¢ el paradero del dinero si le garantizo por escrito la impunidad de sus fechor¨ªas, le permito seguir viaje a bordo de la nave en calidad de hu¨¦sped de honor y en compa?¨ªa de la Duquesa, de cuya presencia en la nave ha tenido noticia, y si le entrego el veinticinco por ciento del dinero de las entradas, al que pretende tener derecho conforme al reglamento, pues el Festival se suspendi¨® habiendo transcurrido m¨¢s de media hora desde el inicio del espect¨¢culo.
Ante semejante desfachatez, y tras conferenciar brevemente con el primer y segundo segundos de a bordo, con el doctor Agustinopoulos y con el Gobernador, a quien por respeto llamo a consulta, introducimos al Duque en un cilindro lanzamisiles y lo expulsamos al espacio exterior, donde, por efecto de la contracci¨®n temporal de la zona helicoidal, se convierte en un feto con chupete y se queda dando vueltas sobre s¨ª mismo.
Acto seguido doy instrucciones severas e irrevocables a cuantos han intervenido en este asunto de no revelar a nadie lo sucedido, haci¨¦ndoles ver que llevamos con nosotros a una veintena de habitantes de la Estaci¨®n Espacial Derrida y, por consiguiente, de antiguos s¨²bditos del Duque, cuya posible lealtad a ¨¦ste habr¨ªa podido ocasionarnos problemas si le hubi¨¦ramos dejado permanecer a bordo; a esto a?ado que tambi¨¦n llevamos a bordo a la propia Duquesa, la cual, si bien no parece muy afecta a su marido, podr¨ªa reaccionar de una manera imprevisible, como sucede en estos casos con las mujeres. Por lo dem¨¢s, el haber aplicado al Duque las garant¨ªas procesales previstas por la ley habr¨ªa sido sumamente trabajoso y complejo, ya que el Duque gozaba de un estatus jur¨ªdico especial y, en rigor, de rango superior al del Gobernador y al m¨ªo propio, por lo que, de habernos enredado en legalismos, quiz¨¢s habr¨ªamos tenido que acabar cedi¨¦ndole el mando de la nave. En cuanto a las normas de la hospitalidad, poca aplicaci¨®n tienen a este caso, ya que fue el Duque el primero en incumplirlas de un modo tan flagrante.
Dicho lo cual, quemamos los formularios cumplimentados por el oficial de guardia con motivo de la detenci¨®n del poliz¨®n, se levanta la sesi¨®n, y corremos todos a la sentina a ver qui¨¦n encuentra el dinero de las entradas y se puede llevar un buen pellizco.
Jueves, 26 de junio
Todav¨ªa faltan varios d¨ªas para alcanzar la Estaci¨®n Espacial m¨¢s cercana y la situaci¨®n se va haciendo insostenible.
Esta misma ma?ana el segundo segundo de a bordo me muestra una octavilla en la que se dice que, estando el cuerpo humano compuesto en un cincuenta por ciento de agua, se podr¨ªa obtener la que necesitamos exprimiendo a algunos tripulantes o pasajeros elegidos por sus condiciones f¨ªsicas o por sorteo.
Consulto con el m¨¦dico de a bordo y me dice que la proporci¨®n de agua en el cuerpo humano no es exacta, pero que la propuesta es viable.
Para atajar este tipo de actos sediciosos, cuya repercusi¨®n es imprevisible y potencialmente peligrosa, ordeno retirar y destruir todas las octavillas distribuidas por la nave y, preventivamente, confiscar las m¨¢quinas de escribir, el papel, el papel carb¨®n, los lapiceros y cualquier otro material de escritura. Esta medida encuentra fuerte resistencia entre los Ancianos Improvidentes, muchos de los cuales, animados por el ¨¦xito de su revista, han empezado a escribir sus memorias. Esta actividad los tiene entretenidos y felices, pero a la vista de lo ocurrido, les sugiero que se limiten a ordenar sus recuerdos y aplacen la redacci¨®n para un momento m¨¢s propicio, a lo que unos responden que a su edad no pueden perder el tiempo y otros, que ahora est¨¢n inspirados y eso no se puede dejar pasar as¨ª como as¨ª. Para acabar de complicar las cosas, un par de Mujeres Descarriadas se han erigido en agentes literarias y me marean a todas horas con sus reclamaciones.
Antes de cenar convoco en reuni¨®n extraordinaria al primer y segundo segundos de a bordo y al doctor Agustinopoulos, as¨ª como al Gobernador, a quien por respeto llamo a consulta, y les digo que, ante la gravedad de la situaci¨®n y siguiendo las instrucciones recibidas en la Academia de Mandos de Villalpando, me propongo poner en pr¨¢ctica una simulaci¨®n de ataque proveniente del exterior como t¨¢ctica diversiva en casos de conflicto interno. Estos simulacros, siempre y cuando sean cre¨ªdos por las personas a quienes van destinados, fomentan la unidad, relegan a segundos planos los problemas personales y, cuando se alejan, si se consigue mantener todav¨ªa la ficci¨®n, dejan a todos contentos de haber vuelto al punto de partida, por malo que ¨¦ste sea.
El Gobernador me hace ver que esta medida, excelente en t¨¦rminos generales, puede resultar contraproducente en el nuestro, ya que, careciendo la nave de armas y medicamentos, as¨ª como de agua para resistir un asedio, un simulacro de ataque proveniente del exterior podr¨ªa crear un estado de p¨¢nico tanto o m¨¢s peligroso que el nerviosismo actual, y se?ala que, si los c¨¢lculos de navegaci¨®n no son err¨®neos, s¨®lo nos faltan dos o tres d¨ªas para llegar a puerto, por lo que, en su opini¨®n, vale la pena esperar sin hacer nada.
O¨ªdos y sopesados estos argumentos, dispongo se tomen las disposiciones previas a la maniobra diversiva, pero que no se lleve a efecto el simulacro propiamente dicho hasta que as¨ª se decida en un futura reuni¨®n de mandos.
Continuar¨¢
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Mi¨¦rcoles, 25 de junio
Esta madrugada un incidente inesperado ha venido a alterar la triste monoton¨ªa de la navegaci¨®n.
A eso de las ocho y media, cuando estaba en lo m¨¢s profundo de mi sue?o, me ha despertado el primer segundo de a bordo para informarme de que un par de horas antes hab¨ªa sido descubierto un poliz¨®n que viajaba oculto en la sentina y que, seg¨²n parece, hab¨ªa salido a merodear acuciado por el hambre.
Capturado y esposado, el poliz¨®n ha sido conducido a presencia del oficial de guardia, el cual, tras rellenar los formularios correspondientes, ha informado al primer segundo de a bordo y ¨¦ste, de acuerdo con el reglamento en la materia, me viene a informar a m¨ª.
Me visto, desayuno y, tras someterlo a una larga espera para sembrar en su ¨¢nimo la confusi¨®n y el desaliento, hago comparecer al poliz¨®n. Es un hombre de edad indefinida y rasgos abultados, casi deformes. Viste harapos y a mis preguntas responde con gru?idos, como dando a entender que desconoce nuestro idioma.
Ante esta dificultad, convoco al doctor Agustinopoulos, como m¨¦dico de a bordo, y ¨¦ste, con s¨®lo verlo, se echa a re¨ªr, pide que el poliz¨®n sea atado firmemente a una silla a fin de imposibilitarle todo movimiento y acto seguido, con unas pinzas, le arranca la nariz y varios pedazos de cara, que resultan ser de goma, dejando al descubierto las facciones del Duque. ?Menuda sorpresa!
Vi¨¦ndose desenmascarado, el Duque confiesa haberse escondido en la nave poco despu¨¦s de haber pronunciado el discurso inaugural del Festival de las Artes y de haber activado el dispositivo de efecto retardado que hab¨ªa de provocar el incendio del Auditorio Real, aprovechando la ausencia de la tripulaci¨®n y el pasaje. Su prop¨®sito, claro est¨¢, era apoderarse de la nave para huir de la Estaci¨®n Espacial Derrida, de ingrato recuerdo, alcanzar otra Estaci¨®n Espacial, y all¨ª empezar una nueva vida, convenientemente disfrazado, con papeles falsos y con el dinero de las entradas, m¨¢s el que esperaba cobrar del seguro.
Preguntado d¨®nde est¨¢ el dinero de las entradas a que acaba de aludir, dice primero haberlo transferido a una cuenta remota, luego, haberlo perdido, luego, hab¨¦rselo gastado, y, por ¨²ltimo, tras recibir un par de pescozones, confiesa haberlo escondido detr¨¢s de una tuber¨ªa de la sentina.
Como por la sentina pasa un verdadero amasijo de tuber¨ªas, le insto a que nos revele el lugar exacto donde est¨¢ escondido el dinero, haci¨¦ndole ver que lo necesitamos para comprar agua y medicamentos en la Estaci¨®n Espacial m¨¢s pr¨®xima, si conseguimos llegar all¨ª con vida.
Responde con sarcasmo que s¨®lo revelar¨¢ el paradero del dinero si le garantizo por escrito la impunidad de sus fechor¨ªas, le permito seguir viaje a bordo de la nave en calidad de hu¨¦sped de honor y en compa?¨ªa de la Duquesa, de cuya presencia en la nave ha tenido noticia, y si le entrego el veinticinco por ciento del dinero de las entradas, al que pretende tener derecho conforme al reglamento, pues el Festival se suspendi¨® habiendo transcurrido m¨¢s de media hora desde el inicio del espect¨¢culo.
Ante semejante desfachatez, y tras conferenciar brevemente con el primer y segundo segundos de a bordo, con el doctor Agustinopoulos y con el Gobernador, a quien por respeto llamo a consulta, introducimos al Duque en un cilindro lanzamisiles y lo expulsamos al espacio exterior, donde, por efecto de la contracci¨®n temporal de la zona helicoidal, se convierte en un feto con chupete y se queda dando vueltas sobre s¨ª mismo.
Acto seguido doy instrucciones severas e irrevocables a cuantos han intervenido en este asunto de no revelar a nadie lo sucedido, haci¨¦ndoles ver que llevamos con nosotros a una veintena de habitantes de la Estaci¨®n Espacial Derrida y, por consiguiente, de antiguos s¨²bditos del Duque, cuya posible lealtad a ¨¦ste habr¨ªa podido ocasionarnos problemas si le hubi¨¦ramos dejado permanecer a bordo; a esto a?ado que tambi¨¦n llevamos a bordo a la propia Duquesa, la cual, si bien no parece muy afecta a su marido, podr¨ªa reaccionar de una manera imprevisible, como sucede en estos casos con las mujeres. Por lo dem¨¢s, el haber aplicado al Duque las garant¨ªas procesales previstas por la ley habr¨ªa sido sumamente trabajoso y complejo, ya que el Duque gozaba de un estatus jur¨ªdico especial y, en rigor, de rango superior al del Gobernador y al m¨ªo propio, por lo que, de habernos enredado en legalismos, quiz¨¢s habr¨ªamos tenido que acabar cedi¨¦ndole el mando de la nave. En cuanto a las normas de la hospitalidad, poca aplicaci¨®n tienen a este caso, ya que fue el Duque el primero en incumplirlas de un modo tan flagrante.
Dicho lo cual, quemamos los formularios cumplimentados por el oficial de guardia con motivo de la detenci¨®n del poliz¨®n, se levanta la sesi¨®n, y corremos todos a la sentina a ver qui¨¦n encuentra el dinero de las entradas y se puede llevar un buen pellizco.
Jueves, 26 de junio
Todav¨ªa faltan varios d¨ªas para alcanzar la Estaci¨®n Espacial m¨¢s cercana y la situaci¨®n se va haciendo insostenible.
Esta misma ma?ana el segundo segundo de a bordo me muestra una octavilla en la que se dice que, estando el cuerpo humano compuesto en un cincuenta por ciento de agua, se podr¨ªa obtener la que necesitamos exprimiendo a algunos tripulantes o pasajeros elegidos por sus condiciones f¨ªsicas o por sorteo.
Consulto con el m¨¦dico de a bordo y me dice que la proporci¨®n de agua en el cuerpo humano no es exacta, pero que la propuesta es viable.
Para atajar este tipo de actos sediciosos, cuya repercusi¨®n es imprevisible y potencialmente peligrosa, ordeno retirar y destruir todas las octavillas distribuidas por la nave y, preventivamente, confiscar las m¨¢quinas de escribir, el papel, el papel carb¨®n, los lapiceros y cualquier otro material de escritura. Esta medida encuentra fuerte resistencia entre los Ancianos Improvidentes, muchos de los cuales, animados por el ¨¦xito de su revista, han empezado a escribir sus memorias. Esta actividad los tiene entretenidos y felices, pero a la vista de lo ocurrido, les sugiero que se limiten a ordenar sus recuerdos y aplacen la redacci¨®n para un momento m¨¢s propicio, a lo que unos responden que a su edad no pueden perder el tiempo y otros, que ahora est¨¢n inspirados y eso no se puede dejar pasar as¨ª como as¨ª. Para acabar de complicar las cosas, un par de Mujeres Descarriadas se han erigido en agentes literarias y me marean a todas horas con sus reclamaciones.
Antes de cenar convoco en reuni¨®n extraordinaria al primer y segundo segundos de a bordo y al doctor Agustinopoulos, as¨ª como al Gobernador, a quien por respeto llamo a consulta, y les digo que, ante la gravedad de la situaci¨®n y siguiendo las instrucciones recibidas en la Academia de Mandos de Villalpando, me propongo poner en pr¨¢ctica una simulaci¨®n de ataque proveniente del exterior como t¨¢ctica diversiva en casos de conflicto interno. Estos simulacros, siempre y cuando sean cre¨ªdos por las personas a quienes van destinados, fomentan la unidad, relegan a segundos planos los problemas personales y, cuando se alejan, si se consigue mantener todav¨ªa la ficci¨®n, dejan a todos contentos de haber vuelto al punto de partida, por malo que ¨¦ste sea.
El Gobernador me hace ver que esta medida, excelente en t¨¦rminos generales, puede resultar contraproducente en el nuestro, ya que, careciendo la nave de armas y medicamentos, as¨ª como de agua para resistir un asedio, un simulacro de ataque proveniente del exterior podr¨ªa crear un estado de p¨¢nico tanto o m¨¢s peligroso que el nerviosismo actual, y se?ala que, si los c¨¢lculos de navegaci¨®n no son err¨®neos, s¨®lo nos faltan dos o tres d¨ªas para llegar a puerto, por lo que, en su opini¨®n, vale la pena esperar sin hacer nada.
O¨ªdos y sopesados estos argumentos, dispongo se tomen las disposiciones previas a la maniobra diversiva, pero que no se lleve a efecto el simulacro propiamente dicho hasta que as¨ª se decida en un futura reuni¨®n de mandos.
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