Los proscritos del 'Tampa'
El Gobierno de Australia tiene sus razones para negarse a acoger a los n¨¢ufragos rescatados por el Tampa, pero, si los tripulantes de ese barco mercante hubieran aplicado el mismo criterio que Canberra, esas personas, la mayor¨ªa de las cuales son fugitivos de Afganist¨¢n, habr¨ªan perecido en el mar. No habr¨ªa habido conflicto, pero tampoco supervivientes. Las razones de Australia deben ser escuchadas, pero, en situaciones de emergencia como la planteada, lo primero es resolver el problema humano como plante¨® el ACNUR, el organismo de la ONU para los refugiados.
Australia es un pa¨ªs con una extensi¨®n 14 veces la de Espa?a y con 18 millones de habitantes. Necesita y recibe muchos inmigrantes, unos 100.000 al a?o, incluyendo unos 10.000 refugiados, muchos de ellos procedentes de Afganist¨¢n. Pero el Gobierno de John Howard est¨¢ empe?ado en controlar ese flujo, y para ello, en impedir el acceso de inmigrantes ilegales, incluidos los que se presentan como refugiados pol¨ªticos. El primer ministro ha dicho claramente que con su deliberada rigidez en este caso quiere enviar un mensaje disuasorio a los miles de personas de diferentes nacionalidades que esperan su oportunidad, muchas de ellas en Indonesia, de donde proced¨ªa el buque que naufrag¨®, para entrar clandestinamente en Australia. En resumen, se trata de no sentar un precedente, ni aunque sea por motivos humanitarios.
Las razones de Australia, llevadas hasta el final y caiga quien caiga, se convierten en coartada para una injusticia. Seguramente los propios gobernantes de ese pa¨ªs lo saben, y por eso han intentado comprarse una buena conciencia mediante el compromiso de correr con los gastos de la barroca operaci¨®n que han ideado como alternativa a la propuesta del ACNUR. Esta organizaci¨®n propuso que los n¨¢ufragos fueran desembarcados en la isla australiana de Navidad, frente a cuyas costas estaba anclado el Tampa, y s¨®lo una vez en tierra determinar si pod¨ªa reconoc¨¦rseles la condici¨®n de refugiados. Pero Canberra ha convertido en cuesti¨®n de principio -o m¨¢s bien en principio supersticioso- evitar que lleguen a tocar tierra en su pa¨ªs, y ha preparado un operativo de pel¨ªcula.
Consigui¨® que Nueva Zelanda y una peque?a isla llamada Nauru, de 12.000 habitantes, aceptaran acoger a los del barco. Pero ambas islas se encuentran a unos 7.000 kil¨®metros de la que tienen a la vista los proscritos. Muy razonablemente, el capit¨¢n del nav¨ªo comunic¨® que un carguero no est¨¢ preparado para realizar esa traves¨ªa con m¨¢s de 400 pasajeros. La soluci¨®n de Canberra ha sido enviar un buque de guerra que los traslade a Pap¨²a-Nueva Guinea, de donde, por v¨ªa a¨¦rea y previa clasificaci¨®n, distribuirlos entre las dos islas receptoras. La situaci¨®n podr¨ªa complicarse, porque un juez prohibi¨® el s¨¢bado que el nav¨ªo abandonase aguas australianas hasta que resuelva sobre la demanda presentada por una organizaci¨®n de derechos c¨ªvicos contra la decisi¨®n del Gobierno de impedir el desembarco de los proscritos. Con independencia del resultado, puede ya afirmarse que es esa asociaci¨®n, y no el Gobierno, la que encarna en este asunto la raz¨®n y el derecho.
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