Do?a Barbarita
Me indican -a veces reprochan- que escoja, con demasiada frecuencia, temas pret¨¦ritos, sobre todo que tengan que ver con mi propio pasado. 'Pareces Mateo con la guitarra', dicen. Intento corregir la subjetividad, aunque convocados los recuerdos no tenemos m¨¢s remedio que estar presentes, o en las cercan¨ªas. Suele movernos la creencia petulante de que lo que vivimos tuvo cierta importancia que los dem¨¢s no ven ni por el forro. Pero es irresistible la sublevaci¨®n en que nos meten quienes se refieren en art¨ªculos de prensa, comentarios radiof¨®nicos, libros o lecciones en universidades veraniegas a ¨¦pocas, sucesos y h¨¢bitos que hemos conocido y se describen con irritante venalidad.
A fuerza de presentar el tiempo pasado como un paraje oscuro, necio, represivo y humillante, las generaciones actuales acaban crey¨¦ndolo y aglutinan ciertas actitudes brutales o est¨²pidas con una realidad que fue muy distinta, en la que crecimos y se desarroll¨® la existencia de quienes hoy somos ancianos, que no se corresponde con la verdad. No nos duelen, hablo en plural porque de la misma forma piensan dos o tres amigos, las interpretaciones que con el desd¨¦n producido por la ignorancia, ofrecen del pasado los j¨®venes escritores de hoy, sino el hip¨®crita falseamiento de la historia que brindan, y en ello siguen, algunos contempor¨¢neos que o no se enteraron o mienten por interesada impudicia.
No hablo, ni quiero hacerlo, de los grandes acontecimientos, los avatares internacionales, los cambios pol¨ªticos cimeros que llevaron y trajeron a nuestra naci¨®n por caminos que trazaban otros. Voy a lo usual, a lo dom¨¦stico, a lo que hicieran, hac¨ªamos, cada d¨ªa los millones de espa?oles que sobrevivieron a la guerra civil y los que nacieron despu¨¦s. Para reivindicar la dignidad personal de cuantos acomodaron su forma de existir a las circunstancias impuestas que les fueron ajenas. Aunque mi peripecia personal y mi ¨²nica profesi¨®n -el periodismo- me acercaron a los entresijos de la pol¨ªtica, sin jam¨¢s participar en ella, s¨¦ que la inmensa mayor¨ªa de los espa?oles crecieron, se multiplicaron, amaron, sufrieron y disfrutaron sin importarles una higa los distantes crujidos de la maquinaria del Estado. Claro que una guerra civil contamina a toda una naci¨®n, pero, por fortuna, los malos tragos tienden a olvidarse.
Se repite que en la Espa?a precedente la mujer estuvo sojuzgada, reducida al ¨¢mbito hogare?o -como si eso no hubiese sido de fundamental importancia-, sin acceso a las libertades y franquicias de los varones. Sin disposici¨®n de los bienes, ni obtenci¨®n de pasaporte, autorizaci¨®n para casarse o emancipaci¨®n sin el permiso del cabeza de familia. Cierto, ven¨ªa del Derecho Romano. Tambi¨¦n que la mujer ten¨ªa prohibido el acceso al estudio. Una falacia. El tr¨¢nsito por la Universidad siempre fue restringido y s¨®lo acced¨ªan los hijos de los ricos, entre los que habr¨ªa que censar cu¨¢ntos conclu¨ªan los estudios y luego ejerc¨ªan una profesi¨®n liberal. La otra facci¨®n -m¨¢s reducida num¨¦ri-camente, como es comprensible- la formaban los becarios, los superdotados. La mayor parte de los personajes punteros de nuestra historia proced¨ªan de familias humildes y, a fuerza de tenacidad, obtuvieron destacados expedientes acad¨¦micos. Como ahora, como siempre. Se ocultan circunstancias como que en la concesi¨®n del voto a la mujer, durante las Constituyentes de la II Rep¨²blica, la oposici¨®n m¨¢s cerril vino de la izquierda. La diputada Victoria Kent motej¨® de retr¨®gradas, reaccionarias e incultas a las mujeres. La sospecha de que votaran a las derechas no la justificaba. La Uni¨®n de Damas Espa?olas reuni¨® un mill¨®n y medio de firmas y la ley se aprob¨® por 160 votos contra 121. Ah¨ª est¨¢ el Diario de Sesiones.
El otro d¨ªa recort¨¦ una esquela mortuoria. Daba noticia del fallecimiento, en Sevilla, de do?a Barbarita Gonz¨¢lez Moreno, viuda que fue del se?or Muriel Su¨¢rez, fallecidos sin descendencia directa. Esta se?ora -nos dice su obituario- hab¨ªa sido intendente mercantil, economista, licenciada en Derecho, acad¨¦mica de la Real de Jurisprudencia y Legislaci¨®n, acad¨¦mica de la mallorquina de Estudios Geneal¨®gicos, ex inspectora general de las Academias Van-Dick en Espa?a y procuradora de los tribunales. Tan ilustre dama dej¨® este mundo el d¨ªa 1 de agosto pasado, a los 94 a?os de edad. Fuera de su ¨¢mbito no era una criatura excepcional, como Sara Montiel, por ejemplo.
No es esta columna cobijo de otras muchas argumentaciones. Quiz¨¢ volvamos. El franquismo fue un r¨¦gimen manejado por una minor¨ªa, como casi siempre, cuyas decisiones llegaban muy mitigadas hasta la inmensa mayor¨ªa, que si se interesaba por el f¨²tbol, como ahora, ser¨ªa porque el f¨²tbol le resultaba m¨¢s interesante que la pol¨ªtica.
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