Guardias civiles en ayuda del inmigrante
El instituto armado despliega equipos de agentes, los Edatis, para informar a los 'sin papeles' de sus derechos
El furg¨®n de la Guardia Civil entra en un camino sin asfaltar. Son las siete de la tarde, una buena hora para encontrar en las ruinas de alguna casa abandonada a los inmigrantes que vuelven del trabajo en Torre Pacheco (Murcia). En el quicio de la desvencijada casa Torre Valde-Guerrero, una docena de marroqu¨ªes ven acercarse el veh¨ªculo. La mayor¨ªa no tiene papeles, pero sorprendentemente no corren a esconderse. Al contrario, saludan a los agentes. En la puerta del furg¨®n verde un r¨®tulo anuncia: 'Equipo de Atenci¨®n al Inmigrante. Edati'.
Cuatro de estas unidades especiales de la Guardia Civil comenzaron a funcionar en junio del a?o pasado en Almer¨ªa, Valencia, Barcelona y Murcia. En esta ¨²ltima provincia se centraron en el municipio de Torre Pacheco, que cuenta con una poblaci¨®n de 27.000 personas, de las que 5.000 son inmigrantes legalizados, a los que hay que sumar los irregulares. El cometido de los agentes es informar a los extranjeros de sus derechos, de c¨®mo discurren sus tr¨¢mites administrativos, de preocuparse por c¨®mo viven y de canalizar las denuncias que su condici¨®n de irregulares les impiden muchas veces realizar. Gracias a los Edatis comenzaron a desarticularse las redes de secuestros entre los propios inmigrantes para cobrar rescates a sus familias en Marruecos. Treinta y tres irregulares fueron liberados en el primer a?o de funcionamiento de este servicio.
Gracias a los Edatis empezaron a desarticularse las redes de secuestros entre los inmigrantes
Para realizar todas estas gestiones, los guardias civiles deben olvidar un poco su condici¨®n de agentes de la ley. No piden papeles, no denuncian a nadie. El ¨¦xito de su trabajo es cuantificable en cifras: 4.441 inmigrantes asistidos (3.122 de ellos en Murcia), 43.500 kil¨®metros recorridos, 1.503 visitas a asociaciones relacionadas con la inmigraci¨®n y 2.377 gestiones realizadas en coordinaci¨®n con ONG, ayuntamientos y albergues. El ejemplo cundi¨®: en julio entraron en funcionamiento otras cinco unidades en Tarragona, Alicante, Granada, Huelva y Palma de Mallorca.
Todas las Edatis est¨¢n formadas por tres agentes, uno de ellos mujer. Montse, de 28 a?os, es la chica del grupo de Murcia y est¨¢ aprendiendo ¨¢rabe a marchas forzadas. 'Sirve para romper el hielo. Llego, suelto las cuatro frases que me s¨¦ y los inmigrantes se parten de risa', explica.
Rafa, el soltero del grupo, se uni¨® al Edati en noviembre pasado. Tiene 31 a?os y se encarga de las cuestiones burocr¨¢ticas. Vivi¨® en primera l¨ªnea uno de los momentos m¨¢s duros de la inmigraci¨®n en la provincia: el accidente de Lorca, en enero pasado, cuando 12 ecuatorianos irregulares murieron arrollados por un tren en la furgoneta en la que iban a trabajar.
Y luego est¨¢ el cabo, Pedro, de 42 a?os. Salvo por los galones que proclaman su rango, la relaci¨®n con sus compa?eros es de aut¨¦ntica camarader¨ªa.
El turno de los Edati es de siete horas, que apenas les alcanzan para realizar su trabajo. 'Tenemos que cubrir toda la provincia, adem¨¢s de atender la oficina en el cuartel y visitar los asentamientos cada cierto tiempo, porque la gente cambia', explica Pedro. Las ma?anas en la oficina se van en comprobar c¨®mo van los expedientes de regularizaci¨®n, el servicio m¨¢s solicitado, en informarse sobre papeleos diversos, 'desde sacarse el carn¨¦ de conducir a la reagrupaci¨®n familiar, de los que hemos aprendido preguntando', y en atender las consultas telef¨®nicas. Esta misma tarde tienen una cita con dos chicos marroqu¨ªes que quieren sacarse el carn¨¦ de conducir espa?ol, que no es homologable con el marroqu¨ª y que requiere adem¨¢s un cierto nivel de espa?ol.
Uno de los agentes suele quedarse en la oficina, mientras los otros dos toman el furg¨®n y se van a visitar asentamientos o a hablar con ONG y asociaciones de la zona, como C¨¢ritas o Murcia Acoge.
Y luego est¨¢n los viajes en el furg¨®n hasta casas perdidas en mitad de la nada, sin luz ni agua, donde se hacinan grupos de entre 50 y 90 personas. 'Ellos nos dicen muchas veces que somos los primeros en pasar por all¨ª', dice Montse.
Tras charlar un rato con los habitantes de Torre Valde-Guerrero y de repartir formularios, la furgoneta traquetea rumbo al siguiente asentamiento, Los Carriones.
Aqu¨ª los inmigrantes no s¨®lo salen a la puerta sino que varios de ellos, que han visto pasar la furgoneta, se han puesto sus mejores galas. El ambiente es relajado, y m¨¢s cuando Montse comienza a hablar en ¨¢rabe. Entre hombres, 'porque en estos asentamientos est¨¢n los marroqu¨ªes solteros, las familias viven en casas', no est¨¢ fuera de lugar. 'Nunca he tenido problemas por ser mujer. Yo creo que s¨®lo ven el uniforme. Al contrario, me he sentido m¨¢s ¨²til en algunas ocasiones, cuando ha venido una mujer maltratada', dice.
Rafa extrae de la furgoneta algunos formularios de regularizaci¨®n y se forma un enjambre en torno a ¨¦l. 'No saben ni para qu¨¦ son, pero en cuanto ven un papel, todos quieren uno', dice.
Mientras, Pedro habla en franc¨¦s con otro grupo sobre c¨®mo van sus expedientes. La despedida es tambi¨¦n efusiva. De los 10 que hab¨ªa al principio, el grupo ha pasado a la veintena.
Empieza a caer el sol y a¨²n queda otro asentamiento que visitar, Los Aguados. '?ste est¨¢ mucho mejor que los otros, porque la asociaci¨®n marroqu¨ª Columbares tiene aqu¨ª un proyecto con las viviendas, el mayor problema de esta gente', dice Rafa. Efectivamente, tres viviendas modulares pintadas en amarillo, rojo y azul se levantan junto a una hilera de casa viejas pero reconstruidas, con su n¨²mero pintado sobre la puerta. Hassam Fadil, presidente de la asociaci¨®n, saluda a los agentes.
Uno de los inmigrantes se acerca a Hassam y le pregunta algo en ¨¢rabe. Hassam le contesta tranquilo. Uno de los agentes le ha pedido el resguardo de la solicitud de regularizaci¨®n para ver c¨®mo va el expediente y no sab¨ªa si se lo deb¨ªa ense?ar. 'Claro, son Edatis', dice. Hassam alaba la labor de los guardias civiles: 'Son buena gente y entienden de lo que hacen, aunque quiz¨¢ todav¨ªa quede una peque?a desconfianza, es normal, viene ya de Marruecos', sonr¨ªe. Antes de partir, los tres guardias charlan con Hassam de los proyectos de Columbares en otros lugares, de cu¨¢ndo conseguir¨¢n traer la luz, y acuerdan una visita para el jueves siguiente.
Son cerca de las nueve de la noche y la furgoneta emprende el viaje de vuelta. Primero, por caminos de tierra; luego, por veredas mal asfaltadas hasta que el furg¨®n alcanza la carretera. De vuelta a la oficina, a los agentes a¨²n les queda una hora para comentar el d¨ªa, rellenar alg¨²n informe y mirar alg¨²n papel.
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