El americano herido
El americano medio es un ser optimista, religioso, poco dado a la iron¨ªa, nada interesado en el resto del mundo pero convencido de que su pa¨ªs es el m¨¢s grande, el m¨¢s civilizado, el m¨¢s justo, el m¨¢s democr¨¢tico, el m¨¢s poderoso y el m¨¢s invulnerable en la historia de la humanidad.
Despu¨¦s del 'Armaged¨®n', como dec¨ªan en algunas cadenas de televisi¨®n de Nueva York, que aconteci¨® ayer, cien veces m¨¢s devastador para la psicolog¨ªa americana que Pearl Harbour, o que Vietnam, todo ha cambiado para siempre. La visi¨®n que han tenido los americanos de ellos mismos, y de su relaci¨®n con el resto del planeta -y hasta posiblemente con dios- ha sido permanentemente modificada. Ya no hay respuestas simples, claras para todo. S¨®lo hay preguntas. Tras frotarse los ojos ayer por la ma?ana y dar fe de que lo que estaba viendo en televisi¨®n no era una delirante pel¨ªcula de ciencia ficci¨®n, sino im¨¢genes de algo que estaba realmente ocurriendo en Nueva York, la primera reacci¨®n del americano en Chicago, o Los ?ngeles, o Dallas habr¨¢ sido una de profunda estupefacci¨®n. Enormes cat¨¢strofes de este tipo, si es que ocurren, ocurrir¨¢n en otros pa¨ªses, habr¨¢ pensado. No aqu¨ª. A nosotros no nos pueden atacar as¨ª, matarnos como si fu¨¦ramos moscas.
Y es normal que as¨ª piense, no s¨®lo porque lo acontecido ayer en el noreste de los Estados Unidos rebasa las peores pesadillas del militar m¨¢s parano¨ªco del Pent¨¢gono, sino tambi¨¦n porque los Estados Unidos, en lo que a territorio geogr¨¢fico se refiere, nunca ha sido un pa¨ªs v¨ªctima. Estados Unidos ha atacado a otros pa¨ªses, ha sido el agresor. (Aunque siempre, siempre a favor de una causa justa, piensa nuestro americano medio.) Estados Unidos lanz¨® las bombas sobre Hiroshima y Hanoi, pero jam¨¢s se hubiera imaginado que Hiroshima y Hanoi se repetir¨ªan en Washington y Nueva York.
?Qui¨¦n nos podr¨ªa odiar tanto? ?Por qu¨¦? ?No somos no s¨®lo el pa¨ªs m¨¢s rico del mundo sino tambi¨¦n el m¨¢s bueno? En un pa¨ªs en el que apenas el 10% de la poblaci¨®n posee pasaporte, en el que menos del 10% podr¨ªa se?alar Espa?a (ni hablar de Irak o Afganist¨¢n) en un mapamundi, en el que la liga nacional del deporte favorito de su pueblo, el b¨¦isbol, se llama 'la Serie Mundial', y el ganador 'el campe¨®n del mundo', en el que -en fin- se considera en general que el planeta m¨¢s all¨¢ de las fronteras de los Estados Unidos carece totalmente de importancia, no es de extra?ar que la gente se sorprenda al descubrir que hay muchos seres humanos que detestan al pa¨ªs que algunos llaman el Gran Satan¨¢s.
Y no s¨®lo en Oriente Pr¨®ximo. Es curioso, por ejemplo, por no decir extraordinario que, con poqu¨ªsmas excepciones, los americanos no tengan la m¨¢s m¨ªnima conciencia del mal que hicieron en Centroam¨¦rica, y en Chile y en otros pa¨ªses de su hemisferio, durante los a?os ochenta. De las v¨ªctimas que cobr¨® la pol¨ªtica del presidente m¨¢s querido en los Estados Unidos desde Kennedy, Ronald Reagan.
Pero la confusi¨®n que siente el americano medio hoy es m¨¢s profunda. M¨¢s all¨¢ de la sorpresa que experimenta al descubrir el nivel de su ignorancia ante los problemas del mundo, siente como que los cimientos de su mundo se han venido abajo. El americano es una persona que cree en grandes verdades, 'verdades evidentes', como dice la Declaraci¨®n de Independencia, y una de ellas es que Estados Unidos, el pa¨ªs al que en casi todos los casos huyeron sus antepasados en busca de una vida m¨¢s segura y mejor, es una fortaleza contra los males que podr¨ªan existir en el mundo externo, desconocido. Fortress America, 'Fortaleza Am¨¦rica', es la expresi¨®n que utilizan hace mucho tiempo.
Pero de repente si aquellos dos magn¨ªficos s¨ªmbolos del poder¨ªo econ¨®mico y militar de los Estados Unidos ( 'la hiperpotencia', como dicen los franceses), como lo son el World Trade Centre y el Pent¨¢gono, son vulnerables, entonces todos somos vulnerables. Pens¨¢bamos que pod¨ªamos ir a la guerra sin que muriesen nuestros soldados. O, m¨¢s bien, se lo exig¨ªamos a nuestros pol¨ªticos. Guerras de sangre ajena. Y resulta que ahora est¨¢n muriendo miles y miles y miles de civiles. Y lo que es especialmente desconcertante, lo que marca una de las muchas diferencias de magnitud con Pearl Harbour, es que ni siquiera sabemos exactamente qui¨¦n es el enemigo. Nos han atacado, pero nos han dejado ciegos, inacapaces de ver -por m¨¢s CIA, FBI, por m¨¢s sat¨¦lites esp¨ªas que podamos tener- qui¨¦n fue nuestro agresor.
Todo lo cual significa que nos va a costar de ahora en adelante ser tan optimistas frente al universo, y el optimismo es, o ha sido, nuestra carater¨ªstica nacional. La que nos distingue de los europeos, gente ir¨®nica, c¨ªnica, que ha sufrido grandes desastres a lo largo de la historia en carne propia, que ha visto la p¨¦rdida de su invulnerabilidad, la ca¨ªda de sus imperios.
La otra gran caracter¨ªstica del americano es que ve el mundo en blanco y negro. El mundo, como predica el mismo presidente Bush, se divide entre malos y buenos. El cristianismo americano, el m¨¢s ferviente del mundo occidental, es un cristianismo que da m¨¢s ¨¦nfasis al Antiguo que al Nuevo Testamento. Con Cristo existen matices. Para los profetas la vida era m¨¢s simple. La justicia era cuesti¨®n de ojo por ojo. En los Estados Unidos no hay debate sobre la pena de muerte. Es justa y necesaria y no se discute m¨¢s.
La venganza de los Estados Unidos, desde ya salvaje contra su propia gente, ser¨¢ b¨ªblica contra aquellos que provocaron el Armaged¨®n, la p¨¦rdida definitiva de la inocencia americana.
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