La universidad del fanatismo
Un mill¨®n de alumnos en Pakist¨¢n reciben instrucci¨®n para la guerra santa en las 'madrasas' religiosas integristas
Aproximadamente a dos horas del paso de Khyber, en la frontera noroeste de Pakist¨¢n, junto a la carretera del Gran Tronco, se encuentra una escuela denominada la madrasa de Haqqania. Una madrasa es un seminario religioso musulm¨¢n, y Haqqania es una de las mayores madrasas de Pakist¨¢n: la escuela cuenta con m¨¢s de 2.800 alumnos. La matr¨ªcula, el alojamiento y la comida son gratis: los estudiantes, en general, proceden de la m¨¢s absoluta pobreza, y la madrasa obtiene sus fondos de los paquistan¨ªes ricos, adem¨¢s de los musulmanes devotos y politizados de los pa¨ªses del Golfo P¨¦rsico. Los alumnos tienen edades comprendidas entre los 8 o 9 a?os y los 30 o 35.
En una clase normal, los maestros se sientan en el suelo con los chicos y les leen en ¨¢rabe. Los alumnos repiten lo que dice el profesor. La clase puede durar de cuatro a ocho horas al d¨ªa. Estos j¨®venes, que un occidental considerar¨ªa en edad escolar o universitaria, asisten a un programa de ocho cursos sobre la interpretaci¨®n del Cor¨¢n y el Hadith, las sentencias del profeta Mahoma.
Cuando los talib¨¢n estaban en dificultades, se cerr¨® la escuela y se envi¨® a los alumnos al frente del norte
'Sacrificar¨ªamos nuestras vidas por Osama. Matar¨ªamos a los americanos'. ?Qu¨¦ tipo de americanos? 'Todos los americanos'.
'Todas las cosas proceden de Al¨¢. La bomba at¨®mica tambi¨¦n procede de Al¨¢. As¨ª que debe usarse'
Son pocos los alumnos de la madrasa de Haqqania que estudien algo aparte de las materias isl¨¢micas. No hay cursos de historia del mundo, ni matem¨¢ticas, ni salas de ordenadores o laboratorios. La madrasa de Haqqania, en realidad, es una f¨¢brica de yihad (guerra santa). Y no es la ¨²nica en Pakist¨¢n. Hay un mill¨®n de alumnos que estudian en las 10.000 madrasas del pa¨ªs, y el Islam militante constituye la base de casi todas ellas.
Haqqania destaca no s¨®lo por su dimensi¨®n, sino tambi¨¦n porque ha producido m¨¢s l¨ªderes de los talib¨¢n, la facci¨®n gobernante en Afganist¨¢n, que ninguna otra escuela del mundo, incluidas las escuelas afganas. A los talib¨¢n, hoy d¨ªa, se les conoce por su estricta interpretaci¨®n de la ley isl¨¢mica, su crueldad hacia las mujeres y su afabilidad con los terroristas, el m¨¢s famoso de los cuales es Osama Bin Laden.
Los talib¨¢n parecen tener asimismo una profunda fe en la idea de una yihad perpetua, lo cual hace de la madrasa de Haqqania un blanco de enorme inter¨¦s para capitales como Washington, Mosc¨², Nueva Delhi o Jerusal¨¦n, en las que los expertos intentan comprender qu¨¦ es lo que pretenden los talib¨¢n y sus simpatizantes.
La mayor¨ªa de los estudiantes de Haqqania proceden del propio Pakist¨¢n, un dato que tambi¨¦n preocupa a las autoridades de Washington, Mosc¨², Nueva Delhi y Jerusal¨¦n. Los islamistas paquistan¨ªes est¨¢n cada vez m¨¢s radicalizados -algunos dicen 'talibanizados'-, en parte gracias a madrasas como Haqqania, y el pa¨ªs muestra los primeros indicios de descomposici¨®n.
Adem¨¢s, resulta que Pakist¨¢n posee armas nucleares. Muchos musulmanes radicales dicen que, en su opini¨®n, ese tipo de armamento deber¨ªa formar parte del arsenal de la yihad. Y muchos de los alumnos actuales de Haqqania, cuidadosamente dirigidos, est¨¢n de acuerdo.
Por todas estas razones, una brumosa ma?ana de marzo, me presento en la oficina del decano de la madrasa, un mul¨¢ llamado Samiul Haq, para matricularme en la escuela. Mi objetivo est¨¢ claro: quiero ver por dentro lo que produce esta factor¨ªa de yihad. El decano es amigo y partidario de Bin Laden, y ha concedido un t¨ªtulo honor¨ªfico -el primero y ¨²nico en la historia de su escuela- a Mullah Omar, el dirigente talib¨¢n.
Samiul Haq es adem¨¢s pol¨ªtico, un antiguo senador que hoy dirige una facci¨®n del Jamiat-Ulema-Islami, JUI, el Partido Isl¨¢mico radical que pretende imponer la Sharia, la ley isl¨¢mica, en Pakist¨¢n. Seg¨²n dicen, al maulana le gustar¨ªa ver Pakist¨¢n cada vez m¨¢s parecido al Afganist¨¢n de sus disc¨ªpulos talib¨¢n.
El maulana se encuentra en la sesentena. Tiene dos esposas y ocho hijos, me dice, y desde el principio me parece un hombre muy feliz. Prescinde de la charla superficial casi inmediatamente, para hacerme sentir como en casa.
'El problema -me cuenta, a trav¨¦s de un int¨¦rprete- no existe entre nosotros y los cristianos'. Me imagino d¨®nde va a parar, pero permanezco callado. 'El ¨²nico enemigo que tienen el islam y la cristiandad son los jud¨ªos -contin¨²a-. Fueron los jud¨ªos quienes crucificaron a Cristo. Los jud¨ªos utilizan a Estados Unidos para luchar contra el islam. Clinton es un buen hombre, pero est¨¢ rodeado de jud¨ªos. El padre de Madeleine Albright fue el fundador del sionismo'.
'Soy jud¨ªo', le digo. Se hace una pausa.
'Bueno, pues le damos la bienvenida', responde. Efectivamente. El maulana me hace una oferta: puedo pasar todo el tiempo que quiera en la madrasa, ir donde quiera, hablar con quien me parezca, incluso estudiar el Cor¨¢n con ¨¦l. Como es natural, le interesa dejar clara una cosa: es posible que su madrasa sea la universidad de los talib¨¢n, pero no es un campo de entrenamiento para terroristas.
En sentido estricto, Haq tiene raz¨®n: no he visto ning¨²n arma en la madrasa de Haqqania. Las m¨¢s cercanas est¨¢n al otro lado de la carretera del gran tronco, en Khyber Pass Armaments Co., un almac¨¦n que vende escopetas por 40 d¨®lares (7.000 pesetas) y AK-47 por 70 d¨®lares (12.000 pesetas). Y no oigo una sola lecci¨®n sobre fabricaci¨®n de bombas ni pr¨¢cticas de tiro.
Ahora bien, cuando los talib¨¢n estaban en dificultades, no hace mucho, en su combate contra la Alianza del norte -el ¨²ltimo enemigo que le queda a los talib¨¢n en la interminable guerra civil de Afganist¨¢n-, Haq cerr¨® la escuela y envi¨® a los alumnos al frente. (No me dice cu¨¢ntos regresaron).Cuando visito Haqqania, las aulas est¨¢n llenas. No hay televisores, no hay radios a la vista. Los estudiantes se levantan antes del alba para rezar en la mezquita. Los dormitorios est¨¢n viejos y sucios, y no hay una cafeter¨ªa propiamente dicha: los alumnos hacen cola en la cocina con sus platos y sus cucharas para que les den arroz, currys y nan, el pan ¨¢cimo afgano.
Baste decir que los estudiantes de la madrasa no ven pr¨¢cticamente nunca a una mujer. No hay profesoras, no hay mujeres trabajando en la cafeter¨ªa, ninguna presencia femenina en toda la madrasa. No existe un d¨ªa para las visitas paternas, ni un d¨ªa de las familias, en el que puedan ir a verles madres, padres, hermanos o hermanas.
Los alumnos m¨¢s j¨®venes me interesan especialmente. Todav¨ªa no tienen la coraza de la ideolog¨ªa yihadista, pero parecen incorporar la pol¨ªtica de la madrasa a sus juegos. Dos chicos de 11 a?os, refugiados afganos procedentes de Peshawar, me siguen por donde voy. Llevan cacerolas en la cabeza y tienen una versi¨®n del juego del escondite que consiste en saltar de detr¨¢s de un ¨¢rbol o alg¨²n otro lugar, gritar 'Osama' y hacer como que me disparan.
Intento enterarme de todo lo posible sobre ellos, pero se muestran reticentes. Y a mis acompa?antes -suele haber alguien de la oficina de Samiul Haq conmigo, atento a mis conversaciones- no les gusta que indague demasiado c¨®mo se han convertido los ni?os en alumnos de la madrasa. Los m¨¢s peque?os duermen bajo llave en un edificio de tres pisos vigilado por los alumnos de m¨¢s edad, y no me dejan ver c¨®mo viven.
Al final, me entero de que los dos chicos de 11 a?os son refugiados. En comparaci¨®n con un campo de refugiados, la madrasa es un palacio, y se sienten felices de estar aqu¨ª, donde tienen comida todos los d¨ªas. Nadie m¨¢s -desde luego, no el Gobierno de Pakist¨¢n- les dar¨ªa una educaci¨®n, alojamiento y comida.
Durante la jornada escolar, insisto especialmente en asistir a las clases en las que se estudia el Hadith, porque gran parte del pensamiento isl¨¢mico se basa en ¨¦l y porque tradicionalmente se ha considerado que el Hadith era un texto abierto a la interpretaci¨®n, el debate y la duda intelectual rigurosa. En la madrasa de Haqqania no es as¨ª.
En las clases a las que asisto, incluso en las superiores, la pauta suele ser la misma: un maestro, en general un viejo mul¨¢ de barba blanca, lee un texto, y los alumnos escuchan. No hay intercambio. Es como si la memorizaci¨®n fuera la ¨²nica forma de aprender en esta escuela.
Al cabo de un tiempo, empiezan a hacerme preguntas durante las lecciones, preguntas sobre Estados Unidos y sobre mis opiniones. Un d¨ªa, en una clase dedicada a los fragmentos del Hadith sobre la zakat, la caridad, me piden mi opini¨®n sobre Osama Bin Laden. ?Por qu¨¦ le tiene tanto odio Estados Unidos? Es inquietante, por no decir m¨¢s, estar en una clase celebrada en una mezquita, dirigida por un mul¨¢, con unos 200 alumnos de pies descalzos y turbante, y que a uno le hagan semejante pregunta.
Empiezo diciendo que el programa de Bin Laden viola un principio b¨¢sico del islam, que sostiene que incluso en una yihad es preciso respetar las vidas de personas inocentes. Una yihad es una guerra contra combatientes, no contra mujeres y ni?os.
Les leo un dicho del profeta Mahoma (he venido provisto del Hadith): 'Ibn Umar narra que en una de estas batallas se encontr¨® muerta a una mujer, as¨ª que el Mensajero de Al¨¢, que en paz est¨¦, prohibi¨® matar a mujeres y ni?os'.
No les gusta que les cite al profeta, y empiezan a exclamar: 'Osama, Osama, Osama'. Cuando se calman, se turnan para defender a Bin Laden. 'Osama Bin Laden es un gran musulm¨¢n -dice un estudiante de nombre Wali-. Occidente tiene miedo a los musulmanes fuertes, por eso han hecho de ¨¦l su enemigo'.
Como los alumnos han convertido la clase de hoy en una especie de seminario pol¨ªtico, decido preguntarles algo. Saco a relucir el tema de la bomba nuclear de Pakist¨¢n. Pregunto a los alumnos si les parecer¨ªa permisible, seg¨²n la ley del islam, usar una bomba nuclear durante una yihad.
'Todas las cosas proceden de Al¨¢ -replica un estudiante-. La bomba at¨®mica procede de Al¨¢, as¨ª que debe usarse'. Entonces les pregunto: ?Qui¨¦n quiere ver a Osama Bin Laden provisto de armas nucleares? Todas las manos se alzan. Los estudiantes se r¨ªen, y alguno aplaude.
Pero entonces, les digo, ser¨ªa inevitable la muerte de inocentes, si se usara la bomba. Incluso aunque Occidente o Rusia tengan sojuzgados a los musulmanes, ?eso da a Bin Laden y sus partidarios el derecho a matar a inocentes?
'Osama nunca ha matado a inocentes', replica un alumno, cuyo nombre es Ghazi.
'?Y si vieras pruebas de que s¨ª lo ha hecho?'.
'Los americanos dicen que tienen esas pruebas, pero no se las dan a los talib¨¢n'.
Les propongo una situaci¨®n hipot¨¦tica. '?Y si os mostraran un v¨ªdeo -les pregunto- en el que se ve a Osama Bin Laden asesinando a una mujer? ?Qu¨¦ pasar¨ªa entonces?'.
Un estudiante llamado Faziur Razaq se pone de pie. 'Los estadounidenses poseen todos los trucos de los medios de comunicaci¨®n. Pueden colocar la cabeza de Osama sobre el cuerpo de otra persona y hacer parecer que est¨¢ matando a alguien, cuando no es as¨ª'.
Saco de mi cuaderno mi arma secreta: la fatwa publicada en 1998 por la organizaci¨®n de Bin Laden -el Frente Isl¨¢mico Internacional de la Yihad contra Jud¨ªos y Cruzados- sobre la presencia de tropas americanas en Arabia Saud¨ª.
Les leo un fragmento, cuya traducci¨®n al ingl¨¦s es ¨¦sta: 'El mandato de matar a los americanos y sus aliados -civiles y militares- es un deber personal para todo musulm¨¢n que pueda hacerlo, en cualquier pa¨ªs en el que sea posible, con el fin de liberar la mezquita de Al Aksa y la sagrada mezquita de sus garras, y para que sus ej¨¦rcitos se vayan de todas las tierras del islam, derrotados e incapaces de ser una amenaza para ning¨²n musulm¨¢n'.
Aqu¨ª est¨¢, digo, bien claro: Bin Laden reclama la muerte de todos los americanos, civiles y militares.
'Osama no escribi¨® eso -grita un estudiante, mientras los dem¨¢s le vitorean-. Es una falsificaci¨®n de los americanos'.
Les hago una ¨²ltima pregunta: ?Qu¨¦ har¨ªais si supierais que la CIA ha capturado a Bin Laden y le lleva a Estados Unidos para someterle a juicio? Un estudiante que dice llamarse Mohamed se levanta: 'Sacrificar¨ªamos nuestras vidas por Osama. Matar¨ªamos a los americanos'. ?Qu¨¦ tipo de americanos? 'Todos los americanos'.
Cuando salgo de la mezquita, Mohamed y un grupo de amigos se acercan. 'Nos gustar¨ªa que te convirtieras al islam. Te queremos. Queremos que tengas el islam'.
Ese mismo d¨ªa, me re¨²no con un peque?o grupo de estudiantes que me parecen agradables, con la esperanza de que, separados de sus maestros, digan algo diferente. Los encuentros con alumnos fuera de las clases ya han dado pie a momentos interesantes: por ejemplo, me han propuesto relaciones sexuales. Muchos est¨¢n convencidos de que todos los norteamericanos son bisexuales y que los occidentales se acuestan con lo que sea, donde sea y en cualquier momento.
Ahora, entre los j¨®venes con los que hablo despu¨¦s de la discusi¨®n sobre Osama, nadie habla de sexo. Uno, un estudiante inteligente y agradable de una aldea cercana a Kabul, me ha dicho que se llama Sayid. Le pregunto qu¨¦ opinan sus padres de que est¨¦ en la madrasa, con la posibilidad de que decida convertirse en muyahid¨ªn e irse a luchar contra la Alianza del norte o, tal vez, contra India, en Cachemira.
'Apoyan la yihad', me responde.
'?Qu¨¦ sentir¨ªan si te mataran?'.
'Se sentir¨ªan muy felices -prosigue-. Estar¨ªan muy orgullosos. Cualquier padre querr¨ªa que su hijo muera como un shaheed', un m¨¢rtir.
'Si lucharas contra la Alianza del norte, matar¨ªas a musulmanes', le digo. 'Son musulmanes, pero est¨¢n locos', replica.
Un par de d¨ªas despu¨¦s, tengo que ir a Islamabad, la capital, para una fiesta de cumplea?os. Qu¨¦ fiesta. Una gran tarta, un mont¨®n de discursos, muchos dignatarios, incluido el general Pervez Musharraf, jefe del Gobierno de Pakist¨¢n. Escritas con crema de lim¨®n sobre el pastel se ven estas palabras: 'Celebraciones del segundo aniversario de Youm-e-Takbeer'.
Youm-e-Takbeer se puede traducir como 'el d¨ªa de la grandeza de Dios', y en Pakist¨¢n se refiere al 28 de mayo de 1998, el d¨ªa en el que Pakist¨¢n hizo estallar una bomba nuclear. La fiesta de cumplea?os, bajo los auspicios del jefe militar paquistan¨ª, es una fiesta de aniversario para la bomba.
'Inclinamos nuestras cabezas ante Al¨¢ todopoderoso porque restaur¨® la grandeza de Pakist¨¢n el 28 de mayo de 1998', proclama el ministro de Ciencia del pa¨ªs, Atta-ur-Rahman, al comienzo del programa oficial.
Unos d¨ªas despu¨¦s voy a Rawalpindi, al lado de Islamabad, porque tengo la oportunidad de hablar con Musharraf. Nos entrevistamos una ma?ana en la Casa Militar, la residencia del jefe de Estado Mayor de Pakist¨¢n.
Durante nuestra conversaci¨®n, le pregunto a Musharraf si a Occidente debe preocuparle que las armas nucleares paquistan¨ªes puedan caer en manos de musulmanes fundamentalistas, dentro o fuera del ej¨¦rcito. (En los ejercicios del Pent¨¢gono, los estrategas norteamericanos han ideado una situaci¨®n en la que unos extremistas del tipo de los talib¨¢n obtienen el control del arsenal at¨®mico de Pakist¨¢n durante una divisi¨®n violenta del pa¨ªs.)
'Totalmente implausible -dice Musharraf-. No se plantea que pueda ocurrir. El material nuclear no caer¨¢ en manos de gente irresponsable, en absoluto'. Menciono los tonos religiosos de la celebraci¨®n de Youm-e-Takbeer, sobre todo las palabras del ministro de Ciencia, y digo que a los occidentales les inquieta la noci¨®n de que Dios es el fundador del programa nuclear paquistan¨ª.
'S¨ª, empleamos el t¨¦rmino 'la voluntad de Al¨¢' -reconoce-. Creemos que Dios es el soberano supremo y nos consideramos sus representantes en la tierra. Al ser sus representantes, todo lo que haya que hacer se lleva a cabo de acuerdo con las ense?anzas de Al¨¢. Pero cuando decimos 'la voluntad de Dios', eso no quiere decir que no usemos el cerebro, que seamos fundamentalistas dispuestos a disparar a la primera ocasi¨®n'.
A Musharraf no se le considera un fundamentalista isl¨¢mico. Se sabe que sostiene opiniones progresistas sobre los derechos de las mujeres, por ejemplo. Sin embargo, puede parecer un fundamentalista cuando le pregunto si cree que Bin Laden es un terrorista. 'Si tiene algo que ver con la preparaci¨®n o la realizaci¨®n de bombardeos o secuestros, es un terrorista'.
Le pregunto si pone en duda las afirmaciones norteamericanas de que Bin Laden es un terrorista. 'Los talib¨¢n tienen una postura al respecto. Dicen que necesitan pruebas que no les han dado. Hemos pedido pruebas a Estados Unidos y ahora estamos en pleno proceso de obtenerlas. Desde el punto de vista legal, no hemos visto pruebas'.
Para Samiul Haq, el mundo se divide en dos campos separados y mutuamente hostiles: el dar-al-hab y el dar-al-Islam. El dar-el-hab es la 'morada de la guerra'. El dar-al-Islam es la 'morada de la paz'.
En los a?os ochenta, la Uni¨®n Sovi¨¦tica representaba la morada de la guerra para los musulmanes fundamentalistas. Hoy, ese dar-al-hab est¨¢ simbolizado por Estados Unidos. C¨®mo se ha llegado a ello, c¨®mo es posible que Norteam¨¦rica, que apoy¨® -algunos dicen que cre¨®- el movimiento de la yihad contra los sovi¨¦ticos, haya pasado a ser el enemigo n¨²mero uno de los radicales isl¨¢micos, es uno de los problemas m¨¢s desconcertantes que tienen hoy los pol¨ªticos norteamericanos y los l¨ªderes de una docena de pa¨ªses musulmanes.
Una escuela de pensamiento, la de Samiul Haq, dice que es culpa de los norteamericanos: los responsables son el imperialismo americano y la exportaci¨®n de sus constumbres sociales y sexuales.
La otra escuela dice que el islam, por su propia naturaleza, est¨¢ en situaci¨®n de enfrentamiento permanente con otras civilizaciones. Es la teor¨ªa que expone el polit¨®logo de Harvard Samuel Huntington, que acu?¨® el t¨¦rmino 'las sangrientas fronteras del islam' para referirse al hecho de que, siempre que el islam entra en contacto con otras civilizaciones -jud¨ªos, cristianos, hind¨²es-, parece estallar una guerra.
Los hombres como Samiul Haq desprecian esta opini¨®n, pero, en su mundo en blanco y negro, el islam se alza en solitario contra los infieles de todo el mundo: los cristianos (o 'cruzados', en la jerga fundamentalista), por supuesto, pero sobre todo los jud¨ªos y los hind¨²es. En opini¨®n de Haq, Occidente es implacablemente hostil al mensaje del islam, por lo que la necesidad de preparase para la yihad no termina jam¨¢s.
Yihad es un concepto muy mal comprendido en Occidente. No significa solamente guerra santa. Significa, sobre todo, lucha, y, seg¨²n las interpretaciones tradicionales del islam, existen dos tipos de yihad: la grande y la peque?a. La gran yihad es la lucha, en el alma de una persona, para ser mejor y m¨¢s justo, la lucha contra el demonio interior. La peque?a yihad es la lucha contra el demonio exterior: el combate militar contra aquellos que sojuzgan a los musulmanes.
Siempre que conozco a un fundamentalista musulm¨¢n, le hago la misma pregunta, que parece est¨²pida: ?Qu¨¦ es m¨¢s importante para el islam, la gran yihad o la peque?a yihad? La respuesta, normalmente acompa?ada de una mirada indulgente, suele ser algo as¨ª: 'No la llaman gran yihad porque s¨ª'.
La lucha contra el opresor exterior se agota y se desvanece, pero la lucha para suprimir las inclinaciones perversas es eterna.
Sin embargo, en mis conversaciones con Haq y con mul¨¢s de todo Pakist¨¢n y Afganist¨¢n, obtengo todo el tiempo una respuesta distinta. 'Tienen la misma importancia -dice Haq-. La yihad contra el opresor de los musulmanes es un deber absoluto. El islam es una religi¨®n que se defiende a s¨ª misma'. La yihad contra el demonio exterior ha asumido un lugar de importancia permanente y suprema en la visi¨®n que estos mul¨¢s tienen del mundo. Me sorprende, porque ni siquiera los dirigentes de Hamas, en la franja de Gaza, ni los simpatizantes de la Fraternidad Musulmana en Egipto, me hab¨ªan respondido nunca as¨ª. Le pregunto a Haq si eso es lo que ense?a a sus miles de alumnos. 'A mis alumnos se les ense?a el islam. No es una escuela militar'.
El secreto de Haq no es que la madrasa de Haqqania sea un campo de entrenamiento terrorista. El secreto lo encarnan los dos chicos de 11 a?os que me muestran el dedo, y las provocaciones de los estudiantes de la mezquita que levantan la mano a favor de Osama Bin Laden, y los cientos de miles de j¨®venes en las madrasas de Pakist¨¢n y Afganist¨¢n. Son chicos pobres e impresionables a los que se mantiene en la m¨¢s absoluta ignorancia de lo que ocurre en el mundo; es m¨¢s, de todo lo que no sea una ¨²nica interpretaci¨®n del islam.
Son m¨¢quinas perfectas para la yihad.
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