La fuerza de una sociedad
Atacada por sorpresa y humillada el pasado 11 de septiembre, la sociedad estadounidense se ha movilizado. No lo ha hecho s¨®lo en torno a su presidente -hasta ese d¨ªa cuestionado y que hoy rompe todos los techos de popularidad- para una lucha global contra el terrorismo. La capacidad de solidaridad social y de patriotismo ha quedado patente en la forma en que la sociedad se ha volcado en el rescate de las v¨ªctimas del derrumbamiento de las Torres Gemelas y del ataque contra el Pent¨¢gono.
La fortaleza social que ya observara Alexis de Tocqueville en ese pa¨ªs se ha puesto en marcha para salvar vidas y ayudar a los familiares y amigos de los heridos o los que a¨²n se encuentran bajo los miles de toneladas de escombros. La capacidad de comunicaci¨®n que permite Internet ha facilitado su inmediatez, y el valor de los bomberos, que han perdido a varias decenas de los suyos cuando acudieron tras el ataque contra la primera torre, ha sido reconocido en el mundo entero. Por desgracia, cada vez son menos las posibilidades de encontrar m¨¢s supervivientes.
Este patriotismo se ha visto reforzado por el profundo sentimiento religioso -de muy numerosas confesiones- que caracteriza a la sociedad estadounidense, a diferencia de las europeas. Los ciudadanos de Estados Unidos han sabido apreciar los gestos de solidaridad que les han llegado, de esta parte del Atl¨¢ntico, de 800 millones de europeos. Europa est¨¢ con Estados Unidos, y Nueva York es un poco de todos.
Pero la solidaridad europea no significa dar carta blanca a Washington. Europa no suele ver el mundo en blanco y negro, frente a una sociedad estadounidense que a menudo ha pecado de ingenuidad al no comprender que EE UU pueda tener enemigos, aunque se ha unido como una pi?a siempre que ha encontrado uno. Ante esta comprensible ola sentimental, ser¨ªa un error acallar el debate cr¨ªtico, pues ah¨ª reside la fortalza de las sociedades abiertas. Por esa raz¨®n, EE UU tiene que tener sumo cuidado a la hora de cambiar las leyes con que se rigen sus servicios de espionaje. El pr¨¢cticamente todo vale que quiere introducir el ministro de Justicia y fiscal general, el archiconservador John Ashcroft, puede provocar un peligroso retroceso en las libertades civiles. Se sumar¨ªa al hecho de que la verdad es la primera v¨ªctima en las situaciones de guerra, condici¨®n que no hay que confudir con la actitud responsable de las grandes cadenas de televisi¨®n de EE UU al haber optado por no retransmitir escenas escabrosas de heridos y cad¨¢veres en las labores de desescombro. Han huido del efectismo, cuando las im¨¢genes a distancia de la tragedia ya han sido suficientemente impactantes.
De momento, Bush est¨¢ actuando con calma y cautela. Todo error o precipitaci¨®n puede abrir fatales boquetes en la coalici¨®n internacional que intenta montar, en la que ha de conjugar intereses muy diversos, incluidos los de un Pakist¨¢n en manos de una dictadura militar y pr¨®ximo al r¨¦gimen talib¨¢n pero dispuesto a colaborar con EE UU. Las presiones han empezado a dar sus frutos: hoy, una delegaci¨®n paquistan¨ª viaja a Kabul para exigir la entrega de Osama Bin Laden, supuestamente cobijado en Afganist¨¢n, y transmitir un mensaje de Washington expresado p¨²blicamente ayer por Colin Powell: de no entregar al millonario saud¨ª, el r¨¦gimen de los talib¨¢n se expone a unas represalias masivas. Razones hay de sobra para detenerle, sea o no el que concibi¨® y organiz¨® el pavoroso atentado. Pero, tras el tremendo fallo de los servicios de informaci¨®n, que no supieron detectar los preparativos de estos atentados, cuando llegue la hora de la respuesta, EE UU tendr¨¢ que suministrar, si no pruebas, s¨ª informaci¨®n cre¨ªble y suficiente sobre la participaci¨®n de Bin Laden en estos horribles atentados.
Las miradas estar¨¢n hoy puestas en los resultados de esta misi¨®n paquistan¨ª a Kabul y en la reacci¨®n de la Bolsa de Nueva York cuando vuelva a abrir, despu¨¦s de que el vicepresidente Cheney declarara ayer que 'posiblemente' la econom¨ªa norteamericana est¨¦ actualmente en recesi¨®n, aunque espera que se recupere a finales de a?o. Los mercados tienen una responsabilidad especial, pero tambi¨¦n los Gobiernos y las instituciones, que deben tomar de forma solidaria medidas para que los inversores recuperen la confianza.
Ante la magnitud de lo que est¨¢ en juego y la actitud de solidaridad y cooperaci¨®n de Espa?a, resulta rid¨ªculo que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar haya aprovechado la situaci¨®n para defender la reelecci¨®n de Manuel Fraga en las elecciones gallegas, por lo que tiene el fundador del PP de s¨ªmbolo de estabilidad de los valores democr¨¢ticos y de la libertad. Aznar afirm¨® que 'el momento no est¨¢ para bromas'. Efectivamente: tampoco para las de este tipo. Que un candidato u otro gobierne en Galicia es importante para los gallegos y el resto de espa?oles, pero no va a cambiar la ecuaci¨®n global, que tambi¨¦n les afecta. En momentos de tal gravedad, el presidente del Gobierno, por mucho que lo sea tambi¨¦n del PP, deber¨ªa abstenerse de hacer campa?a electoral para concentrarse en una crisis que promete ser larga y compleja. Hay que distinguir el patriotismo del patrioterismo; y del oportunismo.
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