Feria
Estamos ya reciclados total, que dir¨ªa el te¨®logo. O sea, que quien m¨¢s, quien menos, ni se acuerda de que estuvo de vacaciones, comi¨® paella en el chiringuito y en las largas horas de playa se dedicaba al fastuoso entretenimiento medieval de hacer castillos en el aire. De manera que los trabajos y los d¨ªas se echan encima, como siempre durante toda la vida de Dios. Pero sobreviviremos.
Y adem¨¢s nos vienen ferias. Una ser¨¢ de se?eros espect¨¢culos relacionados con el arte esc¨¦nico, que llaman Festival de Oto?o, y otra de procelosos espect¨¢culos relacionados con el arte de C¨²chares, que llaman Feria de Oto?o. Por imaginaci¨®n que no quede. Y a esta ¨²ltima se quisiera uno referir, pues tiene sus derivaciones y sus pelendengues.
Cada vez que en la madrile?a plaza de toros de Las Ventas anuncian feria, que es dos veces al a?o, las gentes de la barriada se echan a temblar, pues les arriba, arrolla y aplasta una incontenible riada de coches con jubilosas gentes a bordo que los dejan donde les da la gana. Con lo cual los d¨ªas de feria -casi treinta en mayo florido, seis en este oto?o transitorio- los vecinos de la barriada apenas pueden circular y casi ni vivir con tanto asedio y tanta murga. Especialmente los de las calles de Londres y de Roma, que son estrechas, con aceras m¨ªnimas en muchos de cuyos tramos si dos caminantes se cruzan uno ha de ceder el paso baj¨¢ndose a la calzada para no chocar, corren el riesgo de que ni siquiera puedan acceder a sus domicilios. Pues sucede que son muchos los que van a los toros con sus coches, los dejan medio montados en las aceras y casi pegados a la pared de los edificios, con lo cual all¨ª no hay quien pase. Y as¨ª las dos o tres horas que dura la corrida cada tarde, hasta seis durante la Feria de Oto?o, hasta casi treinta durante la Feria de San Isidro.
Este a?o, sin embargo, se van a encontrar los conductores con la sorpresa de que no pueden estacionar los coches al mont¨®n. No exactamente porque est¨¦ prohibido (que est¨¢ prohibido), sino porque durante el verano el Ayuntamiento ha hecho obras, ha ampliado las aceras de las calles de la zona, ha creado peque?as plazoletas en los cruces, ha extendido las esquinas de las calles y ha convertido la calzada en un ajustado carril, de manera que si alguien dejara all¨ª parado un coche, aunque fuese metiendo la mitad encima de la acera, paralizar¨ªa la circulaci¨®n.
Ahora se ver¨¢ la verdad de la obra -la feria taurina empieza la primera semana de octubre-, pero, sobre la sorpresa que se van a llevar los bulliciosos espectadores de las corridas de toros usuarios de la doble fila, la previsi¨®n es que por esas calles se podr¨¢ circular bien y los vecinos, por primera vez en lo menos medio siglo, no se ver¨¢n invadidos por la marabunta.
Las obras que se est¨¢n haciendo en las calles de Madrid por todas partes son muy discutidas (ahora se dice pol¨¦micas) y probablemente unas acaso resulten innecesarias, otras inoportunas; mas las que se refieren al ensanchamiento de las aceras y estrechamiento de calles est¨¢n dando resultado. Los problemas del tr¨¢fico en Madrid (que es horrible) ser¨¢n muchos y algunos de enorme complejidad, pero quiz¨¢ el de las dobles filas y los estacionamientos indebidos sea el m¨¢s perentorio.
Se unen aqu¨ª la incompetencia municipal y la incivilidad de los conductores. Que un conductor tenga prisa no justifica que deje el coche donde le plazca, all¨¢ penas si perjudica a todo el mundo; y no se alcanza a comprender c¨®mo el Ayuntamiento no aborda o no sabe resolver una cuesti¨®n tan elemental y evidente como es el estacionamiento en doble fila.
Son muchas las calles de Madrid que est¨¢n tomando nuevo aspecto; ofrecen una agradable sensaci¨®n las aceras anchas, que benefician tanto a los viandantes como a los comercios. Las calzadas ajustadas parece que dan resultado y -ya que est¨¢bamos- en esas peque?as calles (y otras) de acceso a la plaza de toros de Las Ventas han resuelto un problema end¨¦mico que se cre¨ªa insoluble.
A todo esto, s¨®lo es un suponer, las cosas como son. Porque nadie est¨¢ en disposici¨®n de garantizar nada ni de cantar victoria hasta que llegue la Feria de Oto?o, exponente del arte de C¨²chares, y se vea lo que sucede. Yo, como santo Tom¨¢s: si no lo veo, no lo creo.
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