V¨¢yase se?ora ONU
Pocas veces ha tenido la humanidad una oportunidad hist¨®rica tan clara para reflexionar sobre las normas ¨¦ticas en que basamos nuestra convivencia. Tras los acontecimientos del 11 de septiembre en Nueva York, en todos los rincones del planeta millones de personas se preguntan c¨®mo ha podido ocurrir algo tan espantoso. Entre ellas, muchos norteamericanos que, aislados por culpa de unos medios de comunicaci¨®n que suelen mirarse al ombligo, han vivido demasiado tiempo ajenos a la pol¨ªtica exterior de sus gobiernos y que ahora, a pesar de la insistencia del presidente Bush en visualizar solamente al demonio detr¨¢s de los culpables, sospechan que, como en la guerra de Vietnam, les llega una verdad a medias.
Por vez primera en nuestra historia el mundo entero se ha sensibilizado ante una atrocidad que sigue en directo por televisi¨®n. Lo de las Torres Gemelas ha sido un ataque directo al coraz¨®n de todos: por su dimensi¨®n, por su significado y porque Nueva York, aunque se lo debamos s¨®lo al cine, es una metr¨®poli de la que casi todo el mundo se siente un poco ciudadano.
Ante la condena un¨¢nime de la humanidad, los dirigentes deber¨ªan escuchar a sus pueblos. Dejar por un momento sus camarillas de consejeros civiles, militares y religiosos de alto rango y bajar a la calle donde opinan las amas de casa, los guardas jurados y las monjas que venden libros a domicilio. Si as¨ª lo hicieran, entender¨ªan que la gente no reclama victoria, sino justicia. Los que creen en r¨¢pidas soluciones b¨¦licas terminar¨¢n llev¨¢ndose la sorpresa de que, una vez aniquilado Bin Laden, surgir¨¢ Bila Den o Labe Din y nuevos actos de terror.
El terrorismo surgido en el mundo ¨¢rabe ha creado un conflicto global y, si de verdad existe voluntad de llegar al fondo del problema, la investigaci¨®n de sus motivaciones y su combate deber¨ªan articularse desde la Asamblea General de Naciones Unidas. Pero la ONU de hoy no funciona. Obedece a intereses creados en el pasado que ya no se mantienen en pie. ?Por qu¨¦ no reconocerlo de una vez? Igual que en Espa?a a la muerte de Franco las Cortes tuvieron la valent¨ªa de autodisolverse para crear un nuevo orden constitucional, es tiempo de pedir la disoluci¨®n de Naciones Unidas para establecer un nuevo orden internacional. Necesitamos una ONU valiente e imparcial que haga cumplir todas sus resoluciones. No vale acudir r¨¢pido al auxilio de Kuwait y, al mismo tiempo, permitir que Israel no devuelva los territorios ocupados o que el S¨¢hara se quede sin refer¨¦ndum. Se nota demasiado la hipocres¨ªa, el doble rasero, la tomadura de pelo a la ciudadan¨ªa. Necesitamos una ONU que se atreva a afirmar lo que todos sabemos: que los embargos a los pueblos s¨®lo sirven para que sus ni?os se mueran de hambre. Una ONU que, de una vez y por todas, sea capaz de plantarle cara a los banqueros suizos. ?O es que acaso Bin Laden guarda sus miles de millones en fajos de billetes de 10 rupias dentro de un saco en la jaima?
Los seres humanos del planeta reflexionan acongojados en sus casas. Ojal¨¢ el eco de esa congoja llegue hasta los gobernantes. La humanidad intuye que ganar a cualquier precio significar¨ªa una nueva derrota y pide una reflexi¨®n m¨¢s profunda. Los hombres y mujeres de hoy est¨¢n dispuestos a renunciar a mucho para que ma?ana sus hijos no tengan que renunciar a todo.
Guillermo Fesser es periodista y codirige el programa Gomaespuma en M-80 Radio.
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