Los ni?os quieren saber
La rentr¨¦e escolar ha tenido un problema inesperado: ?c¨®mo explicar a los ni?os lo ocurrido en Nueva York y Washington? Los maestros -conscientes de que la educaci¨®n de todos hoy es casi un monopolio de los medios- han debido hacer horas extras de lectura de prensa y telediarios. Y lo que te rondar¨¦, morena: vienen tiempos de inolvidables experiencias medi¨¢ticas. Tiempos que requerir¨¢n, de entrada, explicaciones de lo que pasa hoy. La clase de matem¨¢ticas o la de ciencias naturales tendr¨¢n que dedicar 10 minutitos, al menos, a lo que dio ayer el telediario. Incluyendo, quiz¨¢s, alg¨²n discurso de Aznar.
Doy por supuesto que los ni?os normales -cinco horas de televisi¨®n diaria en Espa?a, a lo que hay que a?adir Internet en no pocos casos- pedir¨¢n explicaciones o, al menos, las recibir¨¢n con m¨¢s inter¨¦s que el teorema de Pit¨¢goras. Lo contrario ser¨ªa un mal s¨ªntoma: significar¨ªa que esos ni?os habr¨ªan confundido la realidad con una pel¨ªcula de Stallone o, acaso, su atenci¨®n a los videojuegos les absorber¨ªa en un territorio fant¨¢stico que nada tiene que ver con la vida. Los chavales, por supuesto, elaboran su propia l¨®gica, a veces tan tremebunda como la que yo misma o¨ª en un seminario de la Unesco en El Escorial el pasado mes de agosto, en el cual el chaval de 16 a?os que va a representar a los ni?os espa?oles en una pr¨®xima reuni¨®n internacional justificaba as¨ª la violencia en los videojuegos: 'Es que en la pantalla desfogas tus ganas de matar y hacer da?o. Pero no matas a nadie'.
El ni?o que llega por s¨ª mismo a este tipo de conclusiones e ignora que el mundo en el que vive no s¨®lo est¨¢ hecho de violencia es un enfermo o un peligro en potencia. Pobres ni?os, lo que van a tener que aprender. Pobres maestros y pobres padres: van a tener que explicar lo inexplicable. La muerte real de inocentes no es otra cosa. Y es tan dif¨ªcil de entender en catal¨¢n como en castellano o en chino.
Todo esto es un asunto de lo m¨¢s controvertido, claro, porque afecta al papel de los maestros y de los padres. Un papel hoy minimizado hasta la saciedad, porque ni los unos ni los otros han entendido a¨²n que son mediadores de la cultura global medi¨¢tica -el aula sin muros de Marshall McLuhan- que nos envuelve a todos. Un papel en el que a¨²n est¨¢ casi todo por inventar y que, de momento, ha de funcionar de manera totalmente autodidacta.
Parece l¨®gico que esto no fuera un problema cuando los ni?os estaban pendientes del Pato Donald, de la Abeja Maya o de Mazinger Z. Pero hoy nuestros ni?os saben lat¨ªn (en el sentido de que, las m¨¢s de las veces, perciben intuitivamente mejor los valores de la cultura homog¨¦nea globalizada que los adultos). Conozco el caso de una ni?a de tres a?os que -hace ya 20 a?os- le dijo a su at¨®nita madre que 'nunca tendr¨ªa hijos porque hacen da?o al salir'. ?La visi¨®n de un parto por televisi¨®n? Probablemente. ?Tiene algo que ver esta imagen con la baj¨ªsima natalidad espa?ola? ?Por qu¨¦ no, aunque no sea el ¨²nico factor?
?Se trata, pues, de prohibir a los ni?os estas malas noticias sobre la realidad humana? En modo alguno. Se trata de que su innata sensibilidad procese ese tipo de informaciones de la forma m¨¢s positiva posible. Se trata de que vivimos en un momento hist¨®rico en el que vamos a tener que cambiar el chip en casi todo y la educaci¨®n es mucho m¨¢s de lo que nunca imaginamos. Una profesora me dec¨ªa hace poco que su problema es motivar a los j¨®venes de 15 a?os. Los chavales son listos y se dan cuenta de que les dejamos un mundo en el que, quiz¨¢, no les apetezca mucho vivir porque todo parece decidido de antemano y reciben constantes instrucciones -comerciales, la mayor¨ªa de las veces- sobre lo que deben desear y pensar. El creciente fen¨®meno del antimarquismo entre j¨®venes adultos se?ala ya una nueva direcci¨®n de algunas rebeliones esperanzadoras.
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