'Osama Bin Laden es inocente. Que Al¨¢ le bendiga'
Tiene la misma edad, la misma presencia y la misma barba que su h¨¦roe, Osama Bin Laden, al que le gusta parecerse. Si se lo piden, para Abdul¨¢ Sult¨¢n ser¨ªa 'un honor' sacrificar su vida por el 'pr¨ªncipe saud¨ª'. 'Es un gran hombre, un h¨¦roe', asegura. Sult¨¢n es un jihadwal -as¨ª se llama al comandante dentro del Ej¨¦rcito talib¨¢n-, un hombre de poca educaci¨®n pero de gran coraje y fuertes convicciones. Herido dos veces de gravedad, el comandante est¨¢ convencido de la nobleza de sus ideas. 'Afganist¨¢n es el pa¨ªs m¨¢s isl¨¢mico del mundo. Por eso los americanos nos quieren destruir. Osama, que Al¨¢ le bendiga, es inocente. No tienen pruebas contra ¨¦l', afirma. El tono del discurso es muy tranquilo, casi suave, pero el fondo del mensaje es firme e intransigente. 'Ojal¨¢ que EE UU se enfrente con nosotros, porque nos har¨ªamos h¨¦roes. Afganist¨¢n se convertir¨ªa en el cementerio de los americanos'.
'Afganist¨¢n se convertir¨¢ en un cementerio para los americanos'
Abdul¨¢ Sult¨¢n est¨¢ seguro de que la victoria de los muyahidin sobre el Ej¨¦rcito ruso en 1989 'fue la voluntad de Al¨¢', aunque reconoce que Washington les ayud¨® con el suministro de dinero y de armas, y, sobre todo, con los lanzamisiles Stinger, algo que ahora se puede volver en contra de Estados Unidos en un eventual ataque contra Afganist¨¢n.
Sult¨¢n es desde hace mucho oficial del Ej¨¦rcito afgano. Despu¨¦s de la salida de los sovi¨¦ticos, se form¨® en Kabul un ef¨ªmero Gobierno de uni¨®n nacional formado por diferentes grupos de muyaidin. El ministro de Defensa era, iron¨ªas del destino, Massud, el jefe de los rebeldes afganos asesinado el pasado 10 de septiembre. 'Massud est¨¢ muerto por sus pecados', afirma Sult¨¢n.
En esa ¨¦poca Sult¨¢n llevaba un uniforme impecable, una gorra con insignias y galones de oficial en los tirantes. Pero todo cambi¨® con los talib¨¢n. 'Ahora llevamos turbante y el traje tradicional past¨²n', la etnia dominante en el pa¨ªs, la etnia casi ¨²nica del fen¨®meno talib¨¢n. Una buena parte del Ej¨¦rcito talib¨¢n est¨¢ formado por los j¨®venes estudiantes de las madrasas paquistan¨ªes, de las escuelas cor¨¢nicas donde se ense?a una visi¨®n muy radical del islam. Excepto la imposici¨®n del c¨®digo isl¨¢mico por la 'polic¨ªa religiosa', bajo el vocablo abusivo de sharia, los talib¨¢n no tienen un verdadero Gobierno en Afganist¨¢n. Para Sult¨¢n, 'ha sido la pobreza, el hambre y la sequ¨ªa lo que ha expulsado del pa¨ªs a millones de afganos, incluidos los past¨²n, que desde hace cinco a?os est¨¢n amonton¨¢ndose en los miserables campos de Pakist¨¢n. La sharia no tiene la culpa de esto'.
Abdul¨¢ Sult¨¢n tiene dos hijas, de ocho y doce a?os. Sult¨¢n no est¨¢ loco y, como han hecho otros talib¨¢n, tras las amenazas de Estados Unidos, ha llevado a las ni?as y a su mujer a un lugar seguro de Peshawar. Sult¨¢n estuvo diez d¨ªas en Pakist¨¢n (regres¨® el pasado domingo) para ver a su familia y tambi¨¦n para llevar a un hospital a un sobrino suyo herido por una mina antipersona en Afganist¨¢n. Como millones de ni?as afganas, las hijas de Sult¨¢n no van al colegio porque 'el comandante de los creyentes', el jefe supremo del r¨¦gimen, el misterioso Omar, 'un hombre muy santo', as¨ª lo ordena. 'El Cor¨¢n es muy claro', insiste Sult¨¢n, las ni?as pueden recibir, muy de vez en cuando, una m¨ªnima educaci¨®n dentro de los par¨¢metros 'estrictamente isl¨¢micos', pero nada m¨¢s. 'Aunque me diesen un mill¨®n de d¨®lares, no cambiar¨ªa jam¨¢s mis principios', concluye el comandante talib¨¢n.
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