En busca de la 'abarca' perdida
Un paseo por la iconograf¨ªa de las ra¨ªces
Ignoro si todo el mundo guarda un cad¨¢ver en el ropero pero me consta que muchos tienen una foto vestidos de aldeanitos en el fondo del ba¨²l y entre las p¨¢ginas de un ¨¢lbum. El dibujante es uno de ellos.'Esa foto es el vestigio m¨¢s inocente de la representaci¨®n de lo ca?¨ª', dice mientras tomamos caf¨¦ una tarde en su casa por cuyo balc¨®n abierto trepa la vida desde la calle con una sinfon¨ªa de gritos de ni?os, olores a palomitas de ma¨ªz y gente que pasa y se sienta al sol que calienta en el banco que est¨¢ junto a la estatua. Esa foto infantil es como la Magdalena de Proust, puro 'efecto recherche', le dispara el inconsciente de la iconograf¨ªa...
'Parece mentira que ese mundo de Arr¨²e y Ramountcho, de calendario de Caja Laboral y letra de molde de baserri a¨²n se exhiba como s¨ªmbolo de lo genuino en las Euskaldendas'.
A esa escenograf¨ªa de lauburus, amonas en bajorrelieve, llaveros de zazpiak bat, posavasos con ikurri?a, figuritas de aizkolaris, dantzaris, arrijozatzailles y hombres con cencerro, de platos her¨¢ldicos de porcelana, a esa coartada de etnograf¨ªa, le llama 'lo ca?¨ª'.
'Si te fijas bien no hay ninguna diferencia entre el torero del An¨ªs Machaquito y el repujado con aizkolari, entre la mu?eca de faralaes y la Poxpoli?e, entre la miniatura de bailaora y la del pelotari, entre el toro de Osborne y el buey souvenir de arrastre. Todo es lo mismo, aunque nos creamos diferentes'
Es una manera de remover la tesis que defendi¨® en la serie Bilbao contra la berza, una propuesta pop de gui?os ir¨®nicos sobre motivos del pa¨ªs. Pero aquella esperanzada mirada es hoy solo un gesto de hast¨ªo y desestimiento, de abandono, de aceptaci¨®n de la derrota de la imaginaci¨®n y del triunfo de lo obtuso, de rendici¨®n: 'Aqu¨ª la berza siempre gana, no hay iron¨ªa que resista'.
Hablamos de ese aggioarnamiento del kistch, del merchandising de la Arcadia, de la calcoman¨ªa crom¨¢tica y mentida, de los peque?os museos de los horrores de la imaginer¨ªa, de las versiones del Gernika en madera, cer¨¢mica y petitpoint, de las tazas y banderolas, de los platos con los escudos familiares, imp¨²dicamente expuestos en la salita o en el hall, hablamos de 'lo ca?¨ª', de ese t¨¦rmino ib¨¦rico que define lo supuestamente genuino, de la pasi¨®n por la her¨¢ldica, tan espa?ola y sin embargo tan vasca, uno de los deportes nacionales, porque cada vasco lleva dentro un etim¨®logo, de ah¨ª la admiraci¨®n que el dibujante profesa a Endika de Mogrobejo, especialista en convertir en materia los sue?os de mucha gente.
Mogrobejo lleva a?os desentra?ando ra¨ªces, ancestros, etimolog¨ªas y patron¨ªmicos para una cada vez m¨¢s amplia clientela. A su magna obra de diez tomos sobre her¨¢ldica vasca le restan al menos treinta libros m¨¢s, tan gordos como el de Petete, para dar por concluida una investigaci¨®n que, de llegar a buen fin, podr¨ªa acercarse a los cien mamotretos de la colecci¨®n Au?amendi. Por mil duretes te hace un boceto del escudo familiar, por el triple un Expediente her¨¢ldico con op¨²sculo incluido y si el empe?o llega hasta el ¨¢rbol geneal¨®gico la cosa se pone en un mill¨®n, eso sin contar las tarifas de aquellos pesados que se emperran en acceder hasta sus m¨¢s remotos or¨ªgenes por debajo del a?o 1.500, ech¨¢ndose a la espalda la pesada carga de catorce generaciones. Endika es el artista total que adapta a todo tipo de materiales nuestro ancestral pasado: ¨®leo, pergamino, papel, cuero, madera, porcelana, lat¨®n o piedra, habituales regalos en bodas y efem¨¦rides familiares.
?ltimamente atiende tambi¨¦n solicitudes de escudos en piedra de m¨¢s de cien kilos en canal para caser¨ªos adquiridos y reformados por ¨ªnfulas con pretensiones de pedegr¨ª. Para el dibujante este hombre es un peque?o Leonardo Da Vinci del pa¨ªs, 'ser¨ªa el m¨¢s indicado para acometer una versi¨®n aut¨®ctona de la Capilla Sixtina'.
Hemos comenzado hablando de lo ca?¨ª y entre caf¨¦ y caf¨¦ la olla se ha disparado a la madre de todos los or¨ªgenes: la genealog¨ªa, el lugar de procedencia, la casa, el nombre del padre, figuras 'demasiado serias como para frivolizar' le digo, advierto al dibujante, sobre todo por el amor que siente el vasco por su entorno m¨¢s pr¨®ximo, a la finca que le vio nacer. 'Herrik bere lege, etxek bere aztura' en el proberbio vascofranc¨¦s recogido por Caro Baroja en Vasconiana ('cada pa¨ªs su propia ley, cada casa su costumbre') que explica bien la trascendencia del lugar de procedencia de muchos apellidos vascos.
'Deseng¨¢?ate', me dice, 'estamos demasiado revueltos. Ni siquiera el vicepresidente de Euskaltzaind¨ªa tiene apellidos vascos. Endrike Knorr Borr¨¢s es de primero alem¨¢n y de segundo catal¨¢n, por no hablar del capit¨¢n del Athletic, Julen Guerrero L¨®pez'
El arrebato de astenia oto?al impide al dibujante cualquier ejercicio in¨²til. Argumenta que el 55% de los residentes en la Comunidad aut¨®noma no tiene ning¨²n apellido vasco, que el 25% tiene un apellido y que solo el 20% tiene los dos.
'Lo le¨ª en un resumen que se hizo del trabajo que llev¨® a cabo Jos¨¦ Aranda, ex director del Instituto Nacional de Estad¨ªstica,' se?ala. 'Tom¨® los 10.100 apellidos recogidos en el Nomenclator de Euskaltzaind¨ªa, los cruz¨® con el censo electoral de Espa?a y lleg¨® a la conclusi¨®n que aqu¨ª hay mucho apellido espa?ol y que por la pen¨ªnsula abundan los apellidos vascos. Sevilla, Murcia, C¨¢diz o Tenerife, por ejemplo, albergan en su poblaci¨®n entre un 10 y 15% de ese origen. Y ya no hablo de Cantabria, Burgos o La Rioja. Pero te dir¨¦ una cosa : Un 15% de los residentes de Albacete tiene alg¨²n apellido de aqu¨ª'.
Es su tesis del juntos y revueltos: El torero de An¨ªs Machaquito comparte plaza, arena y alarde con la tierna figurita en terracota del esforzado aizkolari.
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