Inmigraci¨®n y delincuencia
Nuestros sentimientos y percepciones acerca de las causas que generan la delincuencia y los medios posibles para combatirla suelen ser, por regla general, primarios y, por lo mismo, muy influidos por convicciones no siempre racionales, que tenemos introyectadas en lo m¨¢s profundo de nuestra conciencia. Esto explica la frecuencia con la que, en t¨¦rminos generales, se simplifica el an¨¢lisis del problema, atribuyendo, exclusivamente, a la voluntad individual del delincuente las causas de los comportamientos criminales o, como mucho, a confusas razones de naturaleza psicol¨®gica. En consecuencia, las soluciones que se reclaman para hacer frente al fen¨®meno criminal suelen adolecer del mismo nivel de simplificaci¨®n, resumidas en la idea de que quien la hace la tiene que pagar, y que cuanto m¨¢s se hace m¨¢s se tiene que pagar; y si el problema es que el delincuente est¨¢ loco, entonces lo que hay que hacer es encerrarlo para que no da?e a nadie. No es que esta forma de razonar -o de sentir- sea descabellada, porque algo de cierto siempre hay en los sentimientos primarios, de modo que es cierto que algunos delincuentes delinquen porque, a¨²n pudiendo no hacerlo, optan por esa direcci¨®n vital, igual que tambi¨¦n es cierto que en la enfermedad mental est¨¢ el origen de determinados actos criminales. Pero el problema de las causas de la delincuencia y los remedios para combatirla es mucho m¨¢s complejo, especialmente en sociedades que, igualmente, son extraordinariamente complejas como las nuestras.
Con similar simpleza solemos razonar cuando el problema de la delincuencia va asociado al hecho de que quien comete el delito es distinto a nosotros, bien sea por pertenecer a una etnia minoritaria, bien por ser extranjero. En este caso, no suele haber empacho en etiquetar como potenciales delincuentes a todos los integrantes de esa misma etnia o colectivo for¨¢neo. Es m¨¢s, en nuestra voluntad de etiquetar m¨¢s al m¨¢s distinto, llegamos, incluso, a matizar el origen racial o geogr¨¢fico del delincuente, de modo que los comportamientos criminales de unos (generalmente, los europeos) se suelen ver como algo epis¨®dico o anecd¨®tico y, sin embargo, los de otros (generalmente los africanos) suelen contemplarse casi como consustanciales a su origen nacional, ¨¦tnico o racial. A todo este conglomerado de sentimientos irracionales en nada contribuyen, adem¨¢s, hechos recientes como los sucesos de Nueva York y Washington. Sin embargo, hace muchos decenios que las teor¨ªas criminol¨®gicas del delincuente nato (el delincuente nace, no se hace) est¨¢n completamente superadas, de modo que el hecho de que unos individuos de un determinado origen nacional, racial o ¨¦tnico delincan, en un pa¨ªs extranjero, m¨¢s que los de otro suele tener una explicaci¨®n que nos ofrece v¨ªas suficientes para que ello pueda ser corregido. Muy recientemente se ha publicado en nuestro pa¨ªs el que -si mi memoria no me falla- es el primer estudio monogr¨¢fico sobre la relaci¨®n entre inmigraci¨®n y delincuencia (Inmigraci¨®n y Delincuencia en Espa?a: An¨¢lisis Criminol¨®gico, Tirant lo Blanch, Valencia, 2001), cuya autora, Elisa Garc¨ªa Espa?a, una joven investigadora de la secci¨®n de M¨¢laga del Instituto Andaluz Interuniversitario de Criminolog¨ªa, ha realizado un notable esfuerzo por arrojar luz sobre todo este asunto, del que sabemos muy poco pero lo presumimos casi todo. Una de las conclusiones m¨¢s relevantes del trabajo afirma como factor m¨¢s importante de riesgo delictivo la situaci¨®n de ilegalidad en la que se puede encontrar un inmigrante. La explicaci¨®n de tal conclusi¨®n parte de la aceptaci¨®n de la denominada teor¨ªa del arraigo social, hip¨®tesis formulada por un crimin¨®logo norteamericano, a finales de los a?os sesenta (T. Hirschi), seg¨²n la cual un individuo se suele abstener de delinquir por miedo a perder los logros sociales conseguidos hasta ese momento, de tal forma que las personas que tienen v¨ªnculos sociales que les reportan autoestima, seguridad y reconocimiento social propenden menos a delinquir que las que carecen de tales v¨ªnculos sociales. Aunque las explicaciones sobre las causas de la delincuencia nunca pueden ser un¨ªvocas, las cifras que se manejan en el estudio parecen corroborar la idea de que, en efecto, el inmigrante ilegal delinque m¨¢s que el legal, pues mientras aqu¨¦l no teme perder los exiguos logros sociales conseguidos (entre los que ni siquiera se cuenta una estancia legal en Espa?a), ¨¦ste, sin embargo, s¨ª teme perder los v¨ªnculos que, con mucho esfuerzo, ha logrado obtener. Por otra parte, si se tiene en cuenta que uno de los v¨ªnculos sociales m¨¢s influyentes en la inhibici¨®n del comportamiento criminal es la familia, podremos, a la vez, comprender por qu¨¦, dentro de los ilegales, los inmigrantes que m¨¢s delinquen son los que cuentan en Espa?a con menos v¨ªnculos familiares, situaci¨®n m¨¢s habitual en los inmigrantes africanos y m¨¢s infrecuente, sin embargo, en los asi¨¢ticos e iberoamericanos.
Lo anterior nos tiene que convencer de que los extranjeros inmigrantes que residen, legal o ilegalmente, en Espa?a no son, por su origen ¨¦tnico, racial o nacional, delincuentes natos, sino que propenden a delinquir de la misma manera que lo podemos hacer los residentes espa?oles, cuando los factores ambientales y personales son unos muy determinados. Y si su falta de integraci¨®n es un factor de riesgo, todos, administraciones p¨²blicas, entidades privadas y personas individuales, debemos intentar, en la medida de nuestras capacidades y posibilidades, no contribuir a empeorar esa situaci¨®n de falta de integraci¨®n, con sentimientos o actitudes que, en ocasiones, pueden ser clasistas, racistas o xen¨®fobas.
Bernardo del Rosal Blanco es S¨ªndic de Greuges de la Comunidad Valenciana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.