Los otros andaluces
El flamenco tampoco se libra de esa tremenda dualidad por la que tiene que pasar todo hijo de vecino para poder asentar su personalidad. Nada relevante, en principio, si se tiene en cuenta que, sobre todo en la parcela art¨ªstica, el debate ha sido siempre que si apol¨ªneo o que si dionis¨ªaco. Pero cuando el debate lo pasan algunos por el color de la piel, que si es blanco o negro; que si es payo (vaya palabreja) o gitano, el asunto empieza ya torcido.
Lamentablemente, as¨ª es el comentario de Duquende en EL PA?S del pasado d¨ªa 15 de octubre, cuando dec¨ªa que ¨²ltimamente los payos se est¨¢n dedicando al flamenco y ya hasta levantan auditorios. Por esa regla de tres cabr¨ªa preguntarse si es m¨¢s cantaor un gitano andaluz que otro de Catalu?a, ya que esta teor¨ªa parece dejar claro que el arte lo pondr¨ªa siempre un cantaor payo (entendemos que Duquende quiere decir no gitano) en comparaci¨®n a otro que no sea de Andaluc¨ªa. Y as¨ª seguir¨ªamos hasta dar seguramente con las leyes de Mendel.
Y m¨¢s a¨²n, nos olvidar¨ªamos de la enorme y variada historia que conforma el flamenco en la que Catalu?a tiene por m¨¦ritos propios un lugar destacado.
Los rom¨¢nticos (la l¨ªnea gitanista le iba a sus pretensiones) Dem¨®filo, Molina, Mairena y un largo etc¨¦tera contribuyeron al entuerto. Aportaron pero disgregaron. Y, como no, provocaron la controversia. Y el exilio (como el de A. Gonz¨¢lez Climent), tomando as¨ª fuerza una l¨ªnea oficialista y exclusivista, a la que se arriman iniciados y oportunistas tanto letrados como iletrados, con patente de corso para emitir comentarios como el escuchado en un programa de flamenco en La 2 de TVE, en el que uno de los ilustres invitados le espetaba a un acosado Jos¨¦ Merc¨¦: 'Jos¨¦, ?t¨² distingues a un cantaor castellano del que no lo es?'. No he escuchado mayor memez en mi vida.
Todav¨ªa quedan muchos entuertos por desfacer. En eso consiste el avanzar a veces. Y para eso yo le aconsejo a mi querido y admirado Duquende que lea La gitanilla, de Cervantes, y a lo mejor vamos superando un poco entre todos esa otra tremenda falacia, santificada, c¨®mo no, por los ilustres de turno, de que el mejor cante es aquel que lleva faltas de ortograf¨ªa. ?No va a molestar, admirado Duquende, que adem¨¢s de cantar algunos sepamos tambi¨¦n leer y escribir? Si yo te contara...
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