No hay lengua peque?a
El sue?o de una lengua com¨²n hablada y entendida por todos los seres humanos de este peque?o y fr¨¢gil planeta es tan antiguo como la historia misma. Encontramos el leitmotif de una lengua ad¨¢nica en incontables versiones, desarrolladas en la teolog¨ªa, en la liturgia, en los mitos. En el momento de su creaci¨®n, el hombre hablaba una lengua de origen divino. El habla era id¨¦ntica a la realidad. Por lo tanto, exist¨ªa la posibilidad de la comunicaci¨®n directa con Dios, de la comprensi¨®n directa de Su discurso. Esta lengua ¨²nica, es de suponer, habr¨ªa sido suficiente para toda la humanidad, si los hijos de Ad¨¢n y Eva hubiesen vivido en el Para¨ªso, si no hubiera existido el pecado original y la expulsi¨®n del Ed¨¦n. (...). Lleg¨® la segunda ca¨ªda en Babel, con la desintegraci¨®n de una lengua ad¨¢nica y unificada en un sinf¨ªn de lenguas incomprensibles entre s¨ª. Apenas existe una mitolog¨ªa o leyenda cultural conocida que no incluya alguna versi¨®n de la historia de Babel. Las causas del desastre se narran de muchas maneras diferentes: un crimen contra los dioses, un descuido fat¨ªdico, un accidente misterioso. Pero el acuerdo es universal en cuanto a las consecuencias: de ah¨ª en adelante, las comunidades humanas y las personas est¨¢n divididas por barreras ling¨¹¨ªsticas, por una sordera mutua o una falta de entendimiento. Cada acto de traducir lleva aparejado un rasgo de esta cat¨¢strofe primaria.
Algunos problemas son m¨¢s grandes que nuestros cerebros. Eso puede ser una preocupaci¨®n, pero tambi¨¦n es una fuente de esperanza
El sue?o de reparar los da?os, de restablecer la condici¨®n humana de la unidad prebab¨¦lica no ha cesado nunca. En diferentes momentos de la historia, distintas lenguas han reclamado su universalidad original. El hebreo nunca ha renunciado a un aura de privilegio original y originario. El griego cl¨¢sico aspiraba a la singularidad y supremac¨ªa en contraste con el 'chapurreo b¨¢rbaro'. Con el Imperio Romano y la Iglesia Cat¨®lica, el lat¨ªn se esmer¨® en demostrar lo obvio que era su derecho a la universalidad, a la auctoritas legislativa sobre la humanidad. Los te¨®logos calvinistas argumentaban la pureza y la proximidad del holand¨¦s a los or¨ªgenes predestinados del hombre. De modo perenne han albergado los franceses la sospecha de que Dios habla franc¨¦s. Carlos V expres¨® la misma creencia en cuanto al castellano.
Sin embargo, seg¨²n iba quedando claro que ninguna lengua natural iba a restaurar la armon¨ªa y el acuerdo universal, se empez¨® la b¨²squeda de una interlingua artificial, de un sistema ling¨¹¨ªstico que todos los hombres desearan compartir. Desde el siglo XVII, este sue?o ha ocupado grandes mentes y energ¨ªas. Hoy, por primera vez, esta lengua mundial inunda el planeta. Es el angloamericano, que -en virtud de su dominio econ¨®mico, comercial, tecnol¨®gico y de los medios de comunicaci¨®n- pronto hablar¨¢n tres quintas partes de la especie humana como primera o segunda lengua. Todos los ordenadores se basan en el angloamericano, lo cual refuerza enormemente la codificaci¨®n de todas las otras lenguas en un angloamericano b¨¢sico.
Los beneficios son evidentes. Se facilitan enormemente el comercio internacional, el progreso conjunto de la ciencia y de la tecnolog¨ªa, el almacenamiento y accesibilidad de la informaci¨®n, la organizaci¨®n del ocio y del deporte a escala global y el viajar. Un piloto turco aterriza sin problemas cuando habla el angloamericano con un controlador a¨¦reo japon¨¦s. En la India, los especialistas en oncolog¨ªa, divididos de otro modo por unas cuatrocientas lenguas, pueden trabajar juntos hablando ingl¨¦s. Mediante el angloamericano los sat¨¦lites de comunicaci¨®n pueden contribuir a superar el fanatismo pol¨ªtico e ideol¨®gico y la censura de reg¨ªmenes retr¨®grados y desp¨®ticos. La reclusi¨®n en solitario del esp¨ªritu humano se est¨¢ convirtiendo en algo cada vez m¨¢s dif¨ªcil de imponer.
No son menos evidentes los peligros, las p¨¦rdidas. Cuando muere un idioma, muere con ¨¦l un enfoque total -un enfoque como ning¨²n otro- de la vida, de la realidad, de la conciencia. Cuando un idioma es arrasado o reducido a la inutilidad por el idioma del planeta, tiene lugar una disminuci¨®n irreparable en el tejido de la creatividad humana, en las maneras de sentir el verbo esperar. No hay ninguna lengua peque?a. Algunas lenguas del desierto del Kalahari tienen m¨¢s matices sobre el concepto de futuro, del subjuntivo, que aqu¨¦llos de los que dispon¨ªa Arist¨®teles. Lejos de ser una maldici¨®n, Babel ha resultado ser la base misma de la creatividad humana, de la riqueza de la mente, que traza los distintos modelos de la existencia. (He intentado demostrar esto en toda mi obra). De modo incluso m¨¢s dr¨¢stico que la actual destrucci¨®n de la flora y de la fauna, la eliminaci¨®n de las lenguas humanas -se calcula que podr¨ªan quedar unas cinco mil de las veinte mil que exist¨ªan hasta hace poco- amenaza con vulgarizar, con estandarizar los recursos internos y sociales de la raza humana.
Por lo tanto, no me consta que haya un problema m¨¢s urgente que el de la preservaci¨®n del don de lenguas del Pentecost¨¦s, el de la d¨¦fense et illustration, por usar una expresi¨®n conocida del Renacimiento, de cada idioma sin excepci¨®n, por muy reducido que sea el n¨²mero de sus hablantes, por muy modesta que sea su matriz econ¨®mica y territorial. Aprender un idioma, leer sus cl¨¢sicos, contribuir a su supervivencia, aunque sea en modesta medida, es ser m¨¢s que uno mismo.
Y sin embargo aqu¨ª subyace una contradicci¨®n. La autonom¨ªa ling¨¹¨ªstica, la determinaci¨®n de sus hablantes de preservar su identidad, de mantener vivo su patrimonio presionado por un orden planetario cada vez m¨¢s estandarizado, tambi¨¦n es fuente de odio y de violencia. Poco m¨¢s de medio siglo despu¨¦s de las masacres y barbaridades suicidas de dos guerras mundiales, cunden los conflictos ¨¦tnicos en nuestra Europa. En ellos, los idiomas juegan un papel decisivo y at¨¢vico. La limpieza ¨¦tnica -una expresi¨®n espantosa- a menudo es organizada y desencadenada alrededor de la limpieza ling¨¹¨ªstica. Los intereses racistas y totalitarios proh¨ªben la ense?anza, la publicaci¨®n en lenguas minoritarias. Intentan arrancar de cuajo la fuerza de los recuerdos y de la esperanza inherentes a un idioma. No es en Oviedo donde debo decir m¨¢s sobre los Balcanes, sobre Irlanda del Norte o sobre tragedias m¨¢s cercanas a este lugar.
?C¨®mo resolver estas contradicciones fat¨ªdicas? ?C¨®mo conciliamos el instrumento imprescindible de la creatividad humana y de la din¨¢mica de la historia, impl¨ªcita en un idioma, con la necesidad igualmente imprescindible de la convivencia, de la tolerancia ¨¦tnica y de la cooperaci¨®n? S¨®lo la educaci¨®n, s¨®lo el multilinguismo permitido, alentado en la primera infancia, en las escuelas primarias, ofrece alguna posibilidad de soluci¨®n. Esta paradoja y problema inextricable tiene una especial importancia inmediata aqu¨ª, precisamente, porque el espa?ol s¨®lo es superado hoy en d¨ªa por el angloamericano en cuanto a su car¨¢cter expansionista -he ah¨ª el ejemplo de los Estados Unidos Hispanos- y, sin embargo, sufre a la vez amargos conflictos internos y reivindicaciones independentistas locales y el apartheid.
No tengo ninguna soluci¨®n. Un idioma criollo global de los medios de comunicaci¨®n basado en el ingl¨¦s americano es una perspectiva demoledora. Igual de demoledora es la continuaci¨®n de los regionalismos encendidos y odios ling¨¹¨ªsticos. Que los que son m¨¢s sabios que yo traten esta cuesti¨®n. Es urgente.
Bajo las circunstancias actuales, quiero decir que algunos problemas son m¨¢s grandes que nuestros cerebros. Eso puede ser una preocupaci¨®n, pero tambi¨¦n es una fuente de esperanza.
Extracto del discurso de George Steiner en la entrega de los Premios Pr¨ªncipe de Asturias.
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