Pulcinella vigila
La Comedia del Arte se resiste a envejecer, y algunos de sus personajes siguen manteniendo una lozan¨ªa envidiable. Pulcinella, por ejemplo, se ha instalado a sus anchas en N¨¢poles y de ah¨ª no hay quien le mueva. Su inconfundible figura se reproduce en los rincones m¨¢s insospechados, como un s¨ªmbolo imperecedero de la ciudad del Vesubio, como un santo laico del que se admira la astucia y la socarroner¨ªa y al que se recurre cuando hay que evocar una miajita de buena suerte. Sus aventuras son admiradas en los teatritos de marionetas desplegados por las calles, en los pesebres adopta aspecto de vigilante, en alg¨²n restaurante vela con su guitarra por una buena digesti¨®n. Pulcinella, Pulchinela, Polichinela, es un signo de identidad, un superviviente, un ejemplo de correspondencia entre el teatro y la vida, es la imagen de una manera de desafiar el tiempo y las convenciones. Ni siquiera necesita un altarcito callejero, como los santos, o como Maradona, otro superviviente en la memoria popular colectiva de N¨¢poles.
Stravinski recurri¨® a Pulcinella cuando era urgente hacer una llamada al neoclasicismo desde el ballet (Stravinski: sobre ¨¦l ha escrito recientemente un libro extraordinario Santiago Mart¨ªn Berm¨²dez en Ediciones Pen¨ªnsula). A Pulcinella ha vuelto los ojos hace poco Antonio Florio presentando en el coqueto teatro Bellini de N¨¢poles, dentro de la temporada de ¨®pera del San Carlo, la recuperaci¨®n de la farsa para m¨²sica Pulcinella vendicato nel ritorno di Marechiaro, de Giovanni Paisiello, con la orquesta barroca y compa?¨ªa de canto de la Cappella della Piet¨¤ de Turchini. No ha necesitado el director esc¨¦nico, Davide Livermore, excesivas invenciones para ambientar la obra. Le ha bastado para inspirarse darse un par de vueltas por ese pozo sin fondo de cultura popular que es la calle. Y as¨ª ha podido comprobar, por ejemplo, el potente efecto escenogr¨¢fico del azul celeste de ne¨®n para envolver a una Virgen y, por si acaso, se ha echado al bolsillo una imagen de Pulcinella en vez de un tornillo, hueso de pollo o cualquier amuleto que ahuyente los malos esp¨ªritus de la l¨ªrica.
Musicalmente hablando, Antonio Florio ha vuelto a dar un ejemplo de lo que es un teatro artesanal lleno de encanto, sencillez y un dominio del estilo que corta la respiraci¨®n. Habr¨¢ en otras latitudes voces mejores o instrumentistas m¨¢s brillantes, no lo niego, pero es dif¨ªcil encontrar en el mundo de la ¨®pera barroca, o en el de la ¨®pera en general, una atm¨®sfera tan cercana, tan identificada con las ra¨ªces. La reivindicaci¨®n de esta Pulcinella, de Paisiello, se ha arropado con un congreso internacional en el Centro de M¨²sica Antigua de los Turchini sobre las relaciones entre la Comedia del Arte y el espect¨¢culo musical en los siglos XVII y XVIII, con 19 especialistas repartidos entre la musicolog¨ªa o el trasfondo hist¨®rico. Dos de la ponencias han tenido un marcado protagonismo espa?ol, la de la austriaca Andrea Sommer Mathis y la de la norteamericana Nancy D'Antuono.
La eficaz combinaci¨®n de musicolog¨ªa, espect¨¢culos representados, investigaci¨®n y divulgaci¨®n a trav¨¦s de cursos, discos en el sello Opus 111 o edici¨®n de partituras casi desconocidas (la Sonata para tres violines y ¨®rgano de Giovanni Carlo Cail¨® es la m¨¢s reciente) cierra el c¨ªrculo de actividades de los Turchini, un proyecto musical y cultural nada convencional, centrado en la m¨²sica napolitana de los siglos XVII y XVIII y sometido a la lucha diaria por la supervivencia, dada su limitada repercusi¨®n comercial. Las presiones que est¨¢n recibiendo para abordar un repertorio menos local y m¨¢s tard¨ªo son cada vez mayores, pero el grupo est¨¢, de momento, resistiendo con una abnegaci¨®n admirable. Pulcinella, en cualquier caso, vigila, pero los fantasmas familiares de Harnoncourt, Herreweghe, Gardiner, Minkowski, e incluso Jacobs o Alessandrini, revolotean peligrosamente con la sombra del ¨¦xito y las tierras prometidas. En estas cosas, ya se sabe, se empieza inofensivamente por un Mozart y al final se desemboca, como quien no quiere la cosa, en la Primera de Brahms.
Por fortuna, la presencia de la Cappella de Turchini en nuestro pa¨ªs es cada vez m¨¢s frecuente y a las actuaciones de Barcelona (la pionera, gracias al instinto de Maricarmen Palma), Santiago de Compostela, Madrid, Sevilla, Jerez, Zaragoza, Bilbao, A Coru?a o, recientemente, San Sebasti¨¢n, se unir¨¢n el a?o pr¨®ximo capitales como Salamanca (precisamente, con Pulcinella) o Valencia. La fiesta musical y teatral napolitana no cesa. Y eso es algo que, Pulcinella lo sabe mejor que nadie, alegra y rejuvenece.
Babelia
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