Mikel Azurmendi analiza las fuertes tensiones de la inmigraci¨®n en Almer¨ªa
El escritor ofrece en 'Estampas de El Ejido' un enfoque pol¨¦mico
Mikel Azurmendi (San Sebasti¨¢n, 1942) ha querido contraatacar con matices esa realidad de buenos y malos que seg¨²n ¨¦l se dibuj¨® en la prensa tras los acontecimientos de El Ejido en febrero de 2000. El enfrentamiento entre inmigrantes y vecinos almerienses escond¨ªa una sociedad compleja que el antrop¨®logo ha querido desnudar. Eso es Estampas de El Ejido (Taurus), donde propone una visi¨®n pol¨¦mica de la integraci¨®n.
?l tambi¨¦n ha dormido en cuchitriles con ba?o comunitario en Francia y en Alemania. ?l tambi¨¦n ha sentido la necesidad de querer volver a su tierra y no poder porque podr¨ªa costarle la vida. Mikel Azurmendi sali¨® del Pa¨ªs Vasco amenazado y fue a refugiarse a Estados Unidos. 'Soy un transterrado', se presenta. Luego cuenta que fue en la Universidad de Cornell, en Nueva York, donde le surgi¨® la oportunidad de hacer un trabajo de campo sobre los inmigrantes. Pens¨® en los espaldas mojadas de M¨¦xico, pero una artritis repentina le decidi¨® a trasladarse a Almer¨ªa, donde ya hab¨ªa pensado hacer un trabajo antes del autoexilio en El Ejido, localidad en la que el 4 de febrero de 2000 surgieron enfrentamientos violentos entre inmigrantes y vecinos.
All¨¢ lleg¨® con su acento inconfundiblemente vasco y su carcajada optimista. 'Me un¨ª a los agricultores, de ocho a cinco, para hacer mi trabajo de campo, pero en el sentido antropol¨®gico, se entiende, ?eh?', dice. 'Conviv¨ª con los campesinos, con los que daban tarea a los inmigrantes en los invernaderos, con los mismos inmigrantes y con personas de organizaciones humanitarias llenas de buena voluntad'. De esa experiencia sac¨® sus verdades y su visi¨®n, ¨¦sa de la que ha tratado de distanciarse a la hora de escribir este libro que califica como 'reportaje largo'. 'La verdad que yo defiendo puede estar equivocada. Es la m¨ªa y s¨¦ que va a acarrearme problemas'.
Y as¨ª va a ser porque no es nada complaciente con los que defienden que hay que dar cualquier cosa a los inmigrantes por el hecho de serlo, ni con los que piensan que hay que quit¨¢rselo por la misma raz¨®n. 'Al que viene aqu¨ª, trabaja, crea, aporta, hay que d¨¢rselo todo. Y con urgencia. Pero no regalar por regalar', explica.
Se confiesa firme partidario del codesarrollo. 'Estoy de acuerdo con Sami Na?r. Creo que el problema debe de afrontarse por arriba y por abajo. A aquel se?or que ha demostrado val¨ªa, que ha construido algo, se le debe formar aqu¨ª y darle dinero, cr¨¦ditos baratos para que vuelva a su pa¨ªs a levantar empresas. Si se hicieran cosas as¨ª, en 25 a?os Marruecos no ser¨ªa lo que es hoy'.
Seducido y decepcionado
Cree que ha sido un crimen presentar la realidad de El Ejido como la de una peque?a Sur¨¢frica en tiempos de apartheid. 'Les atienden los mismos m¨¦dicos, pueden ir a los lugares p¨²blicos, se les presta ayuda de todo tipo. ?Eso es apartheid? Hombre, no'. Est¨¢ igual de seducido por los hombres y las mujeres que llegaron en patera con mujer e hijos y hoy montan empresas, que decepcionado con esos otros que le abren la cabeza al due?o de un bar con una botella. '?ste no es un problema de ideolog¨ªas. Se nos llena la boca con grandes frases que no solucionan nada. Es un problema que hay que solucionar con una pol¨ªtica pr¨¢ctica. Es laboral, jur¨ªdico, social, de cambio de mentalidades y de integraci¨®n cultural'.
Y tambi¨¦n de fronteras, seg¨²n Azurmendi. 'No se puede dejar entrar a todo el mundo sin distinci¨®n. Si en tu casa no hay cama para doce, pues no duermen'. Ni tampoco es algo que se pueda solucionar con una pol¨ªtica global. 'Cada lugar es un mundo distinto. No son los mismos problemas los de El Ejido que los de pueblos del otro extremo de Almer¨ªa'. Hay que ir caso por caso y para ¨¦l es urgente 'un gran pacto pol¨ªtico de Estado por la inmigraci¨®n'.
Sabe que su posici¨®n levantar¨¢ ampollas, pero parece tranquilo. Sobre todo porque ha querido lavar la cara a mucha gente del pueblo a quienes se ha acusado de racistas sin serlo. 'Una mujer almeriense que se acerca al m¨¦dico a pedir una receta para su vecina marroqu¨ª no lo es. Y otras que han trabajado en el campo, han parido hijos y los han llevado al invernadero en cestas de tomates sin enfrentarse nunca con compa?eros suyos inmigrantes en el trabajo, tampoco. No s¨¦ qu¨¦ buscaban los medios de comunicaci¨®n al contar la realidad as¨ª, pero las consecuencias han sido terribles e injustas'.
Babelia
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