Ahorrar, sin complejos
El autor destaca la importancia del ahorro para garantizar el crecimiento futuro y reivindica un mejor trato fiscal para incentivarlo y evitar su estancamiento.
El mundo del ahorro est¨¢ lleno de peculiaridades y paradojas, al menos aparentes. Existe hoy un amplio consenso sobre la necesidad del ahorro para financiar la inversi¨®n en una econom¨ªa que quiere acelerar su crecimiento para converger con los niveles de bienestar de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados de su entorno. A nivel personal, al menos en Espa?a, la reciente encuesta sobre el comportamiento ahorrador de los espa?oles que se elabora para la Fundaci¨®n de las Cajas de Ahorros (Funcas) confirma una vez m¨¢s que para el 94% de los espa?oles ahorrar sigue siendo un comportamiento valorado positivamente: el 94% de los encuestados querr¨ªa ahorrar -s¨®lo el 6% no lo desea expresamente-, aunque al final s¨®lo el 59% lo consigue.
'El 94% de los ciudadanos quiere ahorrar, aunque al final s¨®lo el 59% lo consigue'
'El ahorro interno se convierte en una pieza clave y previa a la realizaci¨®n de las inversiones'
Pese a ello, yo creo que el ahorro familiar en Espa?a sigue siendo una variable econ¨®mica con 'complejos'. Varias razones pueden estar, y de hecho creo que han estado hist¨®ricamente, detr¨¢s de esa actitud personal.
En primer lugar, algunos ahorradores no consiguen sustraerse a la idea de que el ahorro es consecuencia de una renta con 'menor importancia social' que la que se destina a consumir. Es como una parte de la renta innecesaria que suscita la mala conciencia de que, en el fondo, la pretendida virtud del ahorro se practica por quienes ocupan las posiciones m¨¢s privilegiadas en un contexto de distribuci¨®n desigual de la renta y de la riqueza.
En segundo lugar, la pr¨¢ctica del ahorro, que puede ser muy importante para el crecimiento y bienestar de la sociedad, no se ejercita por los individuos de forma filantr¨®pica, sino que constituye una abstenci¨®n de consumo actual compensada con una retribuci¨®n de mercado (el inter¨¦s) y con la finalidad de consumir m¨¢s en el futuro, dentro del planteamiento habitual de la teor¨ªa del ciclo vital.
Finalmente, el ahorrador, acomplejado por las anteriores acusaciones, debe enfrentarse con la cr¨ªtica f¨¢cil de que adem¨¢s su ahorro es socialmente innecesario, porque las empresas tambi¨¦n ahorran -y seguramente lo hacen con mayor nivel cuantitativo que los hogares-, las administraciones p¨²blicas lo podr¨ªan hacer si aumentaran sus impuestos e incluso podr¨ªa y deber¨ªa acudirse al ahorro externo. Seguramente, se dir¨¢, hay cientos de prestamistas en los mercados financieros internacionales dispuestos a canalizar el ahorro exterior hacia nuestro pa¨ªs. Si es as¨ª, se concluir¨ªa: consumamos alegremente que los fondos de reserva empresariales, el Estado y los extranjeros ya se encargar¨¢n de financiar la inversi¨®n necesaria. ?Es gana de mortificarse! ?Que ahorren ellos!
Tal vez el D¨ªa Mundial del Ahorro, celebrado el d¨ªa 31 de octubre, sea una buena ocasi¨®n para reivindicar la utilidad del ahorro personal, por motivaciones econ¨®micas, sin penetrar, ni para bien ni para mal, en la esfera de la conciencia y de las convicciones morales de los individuos. Tres reflexiones se me ocurren en ese contexto, que desear¨ªa transmitir al lector amigo:
1. Seguramente cuando un pa¨ªs, como es el caso de Espa?a, se encuentra en su renta por habitante en torno al 82% de la media de los pa¨ªses de su entorno (Uni¨®n Europea, en nuestro caso) parece normal pensar que para avanzar en la convergencia real, acentuando la inversi¨®n tanto f¨ªsica como en capital humano y tecnol¨®gico, es importante forzar la tasa de ahorro nacional, con independencia de qui¨¦nes sean los protagonistas de ese comportamiento ahorrador. Adicionalmente, parece que del ahorro p¨²blico no cabe esperar mucho. Primero, porque, en general, es un alto sustitutivo del ahorro privado, y segundo, porque por la propia naturaleza del Estado democr¨¢tico, como se ha razonado hasta la saciedad, la tendencia es a incrementar el gasto p¨²blico -que no el ahorro- en cualquier Administraci¨®n p¨²blica, cuyos dirigentes dependen de una determinada clientela pol¨ªtica. El ahorro empresarial, por su parte, es una proporci¨®n muy estable del beneficio. El ahorro exterior es, a veces, indispensable, pero la experiencia viene demostrando con insistencia que los pa¨ªses que tienen objetivos irrenunciables de equilibrio de su balanza de pagos -que son pr¨¢cticamente todos- no pueden alentar un aumento continuo del endeudamiento externo, que se termina haciendo insostenible. El ahorro interno se convierte, pues, en una pieza clave y previa a la realizaci¨®n de inversiones.
No parece, pues, que, si el objetivo es crecer y converger, los ciudadanos podamos inhibirnos del problema a la hora de incrementar la tasa de ahorro.
2. El ahorro familiar no es ciertamente un acto her¨®ico. Es una abstenci¨®n de consumo compensada por una rentabilidad. Sin embargo, toda la literatura econ¨®mica desde Hobbes hasta Kaldor, pasando por Stuart Mill, Fisher y Keynes, entre otros muchos, ha admitido que la parte de renta que se ahorra -frente a la que se consume- experimenta un exceso de tributaci¨®n en los impuestos personales sobre la renta. Entiendo por ello que es leg¨ªtimo que los ahorradores pidan dos cosas: un tratamiento fiscal m¨¢s suave de la parte de renta que se ahorra y una cuidadosa neutralidad de la fiscalidad en el tratamiento de los diferentes productos financieros, en que el ahorro se materializa, respecto a los que el poder p¨²blico no tiene ning¨²n derecho a actuar -salvo explicaciones muy claras- de forma discriminatoria.
3. Los estudios recientes del ahorro en el marco de la teor¨ªa del 'ciclo vital' defienden que el ahorro -como el consumo- est¨¢ m¨¢s relacionado, a medio y largo plazo, con la renta permanente que con la renta efectiva. Una renta, la permanente, cuyo patr¨®n de distribuci¨®n es mucho menos desigual que la renta personal observable. Es decir, una sociedad que incrementa su ahorro no tiene que llevar tras de s¨ª la etiqueta de ser una sociedad que crece basada en la desigualdad y la explotaci¨®n.
Y, con ese esquema conceptual de fondo, lo cierto es que la tasa familiar de ahorro, ante la indiferencia de los m¨¢s, va cayendo en Espa?a. Seg¨²n la estimaci¨®n de Funcas, entre 1995 y 2001, la tasa de ahorro familiar sobre el PIB ha ca¨ªdo casi tres puntos (del 10,1% en 1995 al 7,2% estimado para 2001) y la tasa de ahorro de las empresas ha ca¨ªdo en dos puntos en el mismo periodo. Aunque esa ca¨ªda del ahorro privado ha sido compensada, a duras penas, por la mejora en las cuentas p¨²blicas, la tasa global de ahorro en la econom¨ªa espa?ola est¨¢ pr¨¢cticamente estancada, lo que puede poner en peligro nuestro crecimiento futuro y la deseable aceleraci¨®n de nuestra convergencia con Europa. Y todo ello con crecimientos del consumo familiar que igualan e incluso superan los de la renta familiar disponible. Tal vez en este cr¨ªtico momento sea l¨®gico que los analistas miren con m¨¢s temor las posibles desaceleraciones del consumo que la ca¨ªda de la tasa de ahorro familiar. Pero no debe abandonarse la ¨®ptica de los factores que determinan el crecimiento a largo plazo de nuestra econom¨ªa.
Acepte, pues, quien pueda, mi consejo. ?Ahorre sin complejos! El ahorro familiar es tan preciso al menos como cualquier otro, no es necesariamente el reflejo de una sociedad injusta y desigual, y tiene todo el derecho a ser protegido y a disfrutar de un adecuado tratamiento fiscal. Como bien puntualizan los anglosajones al identificar en su idioma ahorrar y salvar (save), cada peseta de ahorro es una peseta que se salva del gasto de hoy para apuntalar el crecimiento, la convergencia y, sobre todo, el empleo de ma?ana.
Victorio Valle es director general de Funcas.
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