'La poes¨ªa es la m¨¢s alta expresi¨®n del genio portugu¨¦s'
Eug¨¦nio de Andrade naci¨® en 1923 en la aldea de P¨®voa de Atalaia, muy pr¨®xima a la frontera espa?ola. Hijo de campesinos, s¨®lo conoci¨® durante su infancia el sol, el agua y la naturaleza. Aprendi¨® que pocas cosas son necesarias en la vida y ¨¦sas son las cosas que reflejan y exaltan sus versos. De su infancia, como ¨¦l mismo reconoce en un autorretrato, hered¨® tambi¨¦n 'el desprecio por el lujo, que en sus m¨²ltiples formas es siempre una degradaci¨®n'. 'La pureza, de la que tanto se ha hablado a prop¨®sito de mi poes¨ªa', dice, 'es simplemente pasi¨®n, pasi¨®n por las cosas de la tierra, en su forma m¨¢s ardiente y todav¨ªa no consumada'. Admirador de B¨¦cquer, san Juan de la Cruz, Pessoa, Rimbaud o Whitman, con profundas influencias de la cultura griega y oriental, Eug¨¦nio de Andrade detesta la vida social y mundana, le aterroriza el exhibicionismo y huye de las entrevistas y los micr¨®fonos. De una vasta cultura literaria y excelente conocedor de la poes¨ªa espa?ola, no soporta que le atribuyan palabras que no son de su vocabulario personal, defiende la exactitud del lenguaje y no le interesan el dinero o la fama. Eug¨¦nio de Andrade pasa el tiempo 'leyendo, escuchando m¨²sica y escribiendo; es decir, ahora hago lo que realmente me gusta, porque como dice Melville, soy el emperador de mi alma'.
'La izquierda a la que pertenezco nunca olvidar¨¢ que el hombre tiene derecho al placer'
'La pureza de mi poes¨ªa es simplemente pasi¨®n por las cosas de la tierra en su forma m¨¢s ardiente'
'Durante los cuarenta pas¨¦ a?os leyendo y oyendo m¨²sica. En un mundo en guerra, viv¨ªa en el para¨ªso'
PREGUNTA. 'El silencio es mi mayor tentaci¨®n', dijo hace tiempo. ?Sigue siendo as¨ª?
RESPUESTA. Hoy dir¨ªa: el silencio es mi fascinaci¨®n. Mi necesidad de silencio es cada vez mayor y su encuentro cada vez m¨¢s dif¨ªcil. Las grandes ciudades est¨¢n qued¨¢ndose inhabitables. Voy a darle un ejemplo. En esta casa, cuando llegu¨¦ aqu¨ª en 1992, durante la noche, en mi cuarto, se o¨ªa el mar. Ahora eso es rar¨ªsimo, s¨®lo se oye cuando hay grandes marejadas. Lo que se oye, eso s¨ª, todas las noches hasta la madrugada, es el martilleo fren¨¦tico de los bares o esa s¨®rdida mezcla de cl¨¢xones y griter¨ªo.
P. ?Qu¨¦ va a hacer para encontrarlo otra vez?
R. No lo s¨¦, porque ya no tengo edad para llevar a la familia a cuestas y cambiar de ciudad o de pa¨ªs. Comet¨ª en la vida un error craso, hered¨¦ unas peque?as cosas, una casa, unos campos, en la aldea donde nac¨ª y hace a?os me deshice de ellas. Si las tuviese todav¨ªa, tal vez fuese una soluci¨®n. Una casita y campos de trigo perdi¨¦ndose de vista...
P. ?Est¨¢ pensando en el Alentejo?
R. O en la Beira Baja, en aquella parte que es su prolongaci¨®n. Un amigo m¨ªo me envi¨® hace dos d¨ªas, sabiendo que me agradar¨ªa, la m¨¢xima de los constructores de la Alhambra: 'Despu¨¦s del silencio, el correr del agua es la m¨²sica m¨¢s bella que existe'. Eso todav¨ªa es posible en el Alentejo, con un patio de muros blancos y baldosas rojas, una fuente interior exigua y fresca, sobre una taza de piedra. Doy todo mi reino por ese ca?o de agua cayendo en el silencio de un patio del sur.
P. Pero ¨¦sta es su casa. Es preciosa, admirable. ?C¨®mo naci¨® la fundaci¨®n?
R. 'Le dimos lo m¨¢s bonito que ten¨ªamos en la ciudad', me dijo hace d¨ªas el alcalde de Oporto. Sin duda, la fundaci¨®n, sobre el mar de la desembocadura del Duero, tiene una situaci¨®n privilegiada, y el blanco, hermano del silencio, que domina por dentro y por fuera, fue escogido por m¨ª. Fundaci¨®n es un nombre pomposo y enga?oso para un lugar que acoge los bienes, la herencia, de un poeta y asegura las ediciones de su obra. Este conjunto pertenecer¨¢ un d¨ªa a la ciudad, naturalmente. En sus estatutos consta todav¨ªa que en la sede de la fundaci¨®n, de dos pisos, residir¨¢ el poeta y su familia.
P. ?C¨®mo surgi¨® esto?
R. En 1990 yo viv¨ªa en San L¨¢zaro, un barrio donde ten¨ªa por amigos alumnos y profesores de la Escuela de Bellas Artes. Me encontraba los domingos con tres a cuatro de ellos que se interesaban por esas cosas de la sensibilidad: m¨²sica, arte, poes¨ªa. Casualmente, alguien levant¨® la cuesti¨®n de si me gustar¨ªa o no la ciudad de Oporto. Yo, que justamente acababa de escribir un texto sobre la ciudad, les invit¨¦ a subir al peque?o apartamento donde viv¨ªa, justo enfrente del caf¨¦ donde nos junt¨¢bamos. Les le¨ª, entonces, la prosa y les mostr¨¦ la casa que apenas ten¨ªa dos o tres muebles, discos, libros y mucha pintura. Ellos constataron lo que era una pura evidencia: el espacio en que viv¨ªa era poco m¨¢s que el nido de un jilguero.
P. ?Y entonces?
R. En esa misma tarde (supe eso despu¨¦s), los amigos volvieron al caf¨¦ y pensaron en buscarme una casa donde libros y discos, cuadros y muebles, pudiesen caber sin codearse los unos con los otros. Hab¨ªan pensado que la soluci¨®n ser¨ªa una fundaci¨®n, donde se pudiese velar por mi obra. Me qued¨¦ naturalmente sensibilizado con su preocupaci¨®n y sus cuidados, pero lo rechac¨¦. Los amigos me dieron sus razones, pero no hab¨ªan invocado la m¨¢s pertinente desde mi punto de vista: el problema de la edad y la salud. Yo ya ten¨ªa proyectado irme un d¨ªa a vivir con la familia que hab¨ªa escogido: los padres de mi ahijado. Y fue eso lo que se convirti¨® en decisivo y me llev¨® a aceptar lo que antes hab¨ªa rechazado. Enferm¨¦ y, despu¨¦s de unos d¨ªas de cama, telefone¨¦ a mis amigos: aceptaba la fundaci¨®n y vivir en ella con la familia, con una condici¨®n: la de no formar parte de su administraci¨®n.
P. Sur es una de sus palabras. ?C¨®mo as¨ª viviendo en el norte?
R. El norte fue un accidente. Nac¨ª en una aldea no muy lejos de la frontera espa?ola en el distrito de Castelo Branco. A los ocho a?os emigr¨¦ para Lisboa con mi madre. All¨ª viv¨ª casi veinte a?os, con una estancia breve en Coimbra. A finales de 1947 comenc¨¦ a trabajar en un departamento del Ministerio de Salud. Por la descentralizaci¨®n de los servicios de inspecci¨®n, fui destinado a dirigir los servicios de Oporto. Ya hab¨ªa visitado la ciudad en 1946 y hab¨ªa quedado deslumbrado con sus portentosos ¨¢rboles que ve¨ªa por todas partes, pero, trasladado contra mi voluntad, pas¨¦ a ver Oporto con otros ojos: la ciudad me parec¨ªa negra, sucia, grosera. La gente ten¨ªa un lenguaje grosero, propio de los cuarteles o de patio de recreo de las escuelas. Mi nostalgia era entonces y sobre todo la luz, la luz limpia del sur. Pens¨¦ siempre en regresar a Lisboa, pero cuando la ocasi¨®n surgi¨® tuve que mover empe?os para quedarme en Oporto... En esos momentos perd¨ª a mi madre en Lisboa y yo mismo cre¨¦ h¨¢bitos de soledad, aprendiendo a defenderme de esa vida social y mundana, sue?o de tanta gente, que detesto. Como ya coment¨¦ alg¨²n d¨ªa, vivo en Oporto como quien vive en la isla de Corvo.
P. La p¨¦rdida de su madre tuvo para usted una repercusi¨®n muy profunda.
R. Yo hab¨ªa vivido siempre con mi madre. Le deb¨ªa todo, hasta la poes¨ªa, esa poes¨ªa que el pueblo, de boca en boca, perpetu¨®. Mi madre sacrific¨® la mayor parte de su vida en alguien que no la merec¨ªa y a partir de un cierto momento pas¨® a vivir s¨®lo para el hijo. Desde muy pronto tuve consciencia de que yo era, por as¨ª decirlo, el aliento c¨¢lido de su boca. Su imagen es tan fuerte que todav¨ªa hoy, tantos a?os despu¨¦s de su muerte, s¨®lo consigo aproximarme a las mujeres que se parecen a ella.
P. Volvamos atr¨¢s, al nacimiento de la poes¨ªa.
R. Es exactamente el t¨¦rmino: el nacimiento de la poes¨ªa. Aquellos romances, algunos de los cuales a¨²n hoy considero muy bellos est¨¢n en el origen de esta pasi¨®n. En ellos, en su medida de siete s¨ªlabas, est¨¢ el ritmo de la propia lengua. Tal vez por eso nunca consegu¨ª separar la poes¨ªa del habla. La poes¨ªa, tal como la concibo, rente ao dizer, fue siempre para m¨ª la manera de hablar con un amigo.
P. ?Qu¨¦ debe a su obra esa aldea de la Beira Baja llamada P¨®voa de Atalaia?
R. Adem¨¢s de mi madre y ci?¨¦ndome s¨®lo al mundo de los afectos, hay otra figura con gran importancia para m¨ª y de la que nunca dije lo bastante: la de mi abuelo materno. Mi nacimiento dio origen a un conflicto familiar, del que result¨® el haber vivido durante mis primeros tiempos s¨®lo con mi madre. Pero con el ¨²ltimo enviudamiento de mi abuelo, mi madre regres¨® a la casa paterna. Mi abuelo me compr¨® entonces una cabra para que la leche no faltase en casa. Era maestro de obras. Lleg¨® a construir en Espa?a y a casarse con una espa?ola, de Valverde del Fresno, de la que mi madre me hablaba a veces. Mi abuelo debe haber sido para m¨ª un ejemplo de amor al trabajo y nobleza de car¨¢cter. De esa infancia, saturada de luz, hered¨¦ im¨¢genes de libertad, porque viv¨ªa en permanente contacto con la tierra y los animales, con gente espont¨¢nea de un vivir muy pr¨®ximo todav¨ªa con las primeras necesidades del cuerpo y del alma. Viv¨ª esos a?os como si fuesen la emanaci¨®n de la propia claridad. Despu¨¦s de ir hacia Lisboa, mi madre me mandaba todos los a?os a pasar las fiestas grandes en la Beira Baja. Fue entonces cuando me aproxim¨¦ al otro ramo de la familia; el otro abuelo era un hombre acomodado con propiedades que recordaban el monte alentejano: grandes campos de trigo, reba?os ... Era en verdad un hombre rico, si bien mucho de lo que ten¨ªa lo hab¨ªan ganado ¨¦l mismo y sus hijos, que eran tantos como los de Jacob (por eso debe haber prestado buenas cuentas a Dios, si tuvo ocasi¨®n). Tambi¨¦n ¨¦l cantaba el Frei Jo?o mientras podaba las vides.
P. ?Qu¨¦ sabe de su abuela espa?ola? ?Ha tenido influencias de la cultura y la poes¨ªa espa?olas?
R. S¨®lo s¨¦ que se llamaba Juana. Mi madre me hablaba de un 'sombrerito blanco' que trajo de Coria y de haber sido all¨ª donde me nacieron los primeros dientes. S¨®lo m¨¢s tarde tuve los primeros contactos con la cultura espa?ola, y precisamente con la poes¨ªa. Fue alrededor de los doce a?os. Trab¨¦ amistad con un muchacho, dos o tres a?os mayor que yo, de las bandas de Pontevedra, que, sabiendo cu¨¢nto me gustaba la poes¨ªa, me regal¨® las Rimas y leyendas de B¨¦cquer. Nunca le¨ª las leyendas, pero las rimas las le¨ª varias veces, y algunos de esos poemas a¨²n est¨¢n en mi memoria. En aquella ¨¦poca, en portugu¨¦s, no hab¨ªa encontrado todav¨ªa esa levedad, esa m¨²sica a¨¦rea y al mismo tiempo tan arrebatada. Las lecturas fundamentales de Pessoa y Pessanha tardar¨ªan todav¨ªa dos o tres a?os. Tuve que empujar el carro de mucha basura po¨¦tica antes de descubrir a Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Ant¨®nio Nobre, Ces¨¢rio S¨¢ Carneiro, Pascoaes y los dos faraones de nuestra poes¨ªa moderna ya referidos. Pero a B¨¦cquer nunca lo olvid¨¦, incluso cuando descubr¨ª otros poetas de lengua espa?ola m¨¢s modernos que en algunos momentos me cautivaron.
P. ?Por ejemplo?
R. Por ejemplo, Antonio Machado, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Garc¨ªa Lorca, Luis Cernuda, Pablo Neruda, Jorge Guill¨¦n, Aleixandre...
P. ?Todav¨ªa se mantiene su inter¨¦s por estos poetas?
R. No del mismo modo, naturalmente. Antes de todo, d¨¦jeme decirle que le¨ª a esos poetas en la d¨¦cada de los cuarenta, por tanto, despu¨¦s de Baudelaire y Rimbaud, despu¨¦s de Pessoa, Pesanha y S¨¢ Carneiro, en una ¨¦poca en que tambi¨¦n le¨ª apasionadamente a Whitman y Rilke, Ungaretti y Eliot, Safo y Li Bai. Fueron a?os en los que le¨ª mucho. Pas¨¦ cuatro a?os en Coimbra, sin estudiar nada, s¨®lo le¨ªa y o¨ªa m¨²sica. En un mundo en guerra, ?viv¨ªa en el para¨ªso! Volviendo a su pregunta. Mi inter¨¦s por la poes¨ªa espa?ola disminuy¨® mucho, me interes¨¦ por otras culturas, viaj¨¦ por otros pa¨ªses, profundic¨¦ mi curiosidad por las culturas griegas y china. Traduje, por puro gusto, a otros poetas. Naturalmente que los espa?oles que cit¨¦ contin¨²an siendo grandes poetas. Machado era, para m¨ª, hasta hace poco tiempo, el mayor de todos. Entretanto, la lectura de la L¨ªrica de una Atl¨¢ntida, del poco simp¨¢tico Juan Ram¨®n, vino a confundirme las ideas. A Garc¨ªa Lorca, que traduje y de quien publiqu¨¦ en 1946 una antolog¨ªa, varias veces reeditada, dej¨¦ de leerlo, pero s¨¦ que el Llanto por Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas es uno de esos poemas que raramente se le ocurre a un poeta. Cernuda es, de esa generaci¨®n, al que m¨¢s he rele¨ªdo y tal vez mi preferido, juntamente con el Aleixandre de Espadas como labios y La destrucci¨®n del amor. De Guill¨¦n, me gusta sobre todo el C¨¢ntico, estremecedor y luminoso. En cuanto a Neruda apenas releer¨ªa hoy las Residencias. La verdad es que al ¨²nico poeta espa?ol al que regreso siempre es a san Juan de la Cruz. A ¨¦se, desde que le descubr¨ª, nunca le dej¨¦ de amar. 'Madrecito', as¨ª le llamaba Unamuno, y yo con ¨¦l.
P. ?Y los portugueses? El idioma y el car¨¢cter de este pueblo han favorecido la proliferaci¨®n de grandes poetas. ?De d¨®nde surge esa pasi¨®n de los portugueses por la poes¨ªa?
R. Est¨¢ fuera de cualquier duda, la poes¨ªa es la m¨¢s alta expresi¨®n del genio nacional: Gil Vicente, Cam?es, Ces¨¢rio Verde, Camilo Pesanha, Pascoaes o Fernando Pessoa son poetas dif¨ªcilmente igualables en cualquier literatura. Nuestra prosa no alcanza esas cimas. Y menos todav¨ªa la m¨²sica, la pintura, la arquitectura o el cine. La poes¨ªa es una honra y una gloria de nuestra lengua. Y no se limita s¨®lo a aquellos nombres. Eso explica que nuestro h¨¦roe cultural, por no decir nacional, sea un poeta, Lu¨ªs de Cam?es. En la poes¨ªa portuguesa, desde final del siglo XII hasta la actualidad, me parece que pueden distinguirse dos l¨ªneas de fuerza: una a¨¦rea, leve, donde el ritmo del habla se funde con la limpieza de la mirada para crear la m¨²sica m¨¢s insinuante de toda nuestra l¨ªrica. ?sta comienza en los cancioneros medievales, pasa por los mejores romances tradicionales y llega a Gil Vicente, contin¨²a con Bernardim y mucho de Cam?es, y no para de subir en Pascoaes, Pessanha, Pessoa, S¨¢ Carneiro y en algunos contempor¨¢neos. La otra l¨ªnea, de no menor importancia, meditativa, discursiva, moralista, de respiraci¨®n m¨¢s amplia pero menos inspirada, incluir¨ªa a S¨¢ de Miranda, Antero, Ces¨¢rio y Jorge de Sena, adem¨¢s de parte de la obra de los poetas citados anteriormente. 'Poetas de la Literatura', les llam¨® Pascoaes, mientras los primeros ser¨ªan los de nuestra Alma (las may¨²sculas son tambi¨¦n de ¨¦l, naturalmente). La poes¨ªa, sobre todo aquella que parece haber sido escrita con mano leve y feliz (pero que brot¨® tantas veces de la melancol¨ªa m¨¢s profunda), es el m¨¢s bello retrato de un pueblo que siempre so?¨® m¨¢s de lo que realiz¨®. 'Indiferente ao que h¨¢ em conseguir / Que seja s¨® obter' (Pessoa).
P. ?Tiene intenci¨®n de volver a aumentar su Antologia Pessoal da Poesia Portuguesa?
R. Nunca me apeteci¨® aumentar o actualizar la selecci¨®n, e incluso he pensado en disminuirla. Desde la segunda edici¨®n me apetece retirar cuatro poetas del siglo XX, que termina, como tal vez sepa, con Ruy Belo. Pero no lo he hecho. En cuanto a aumentarla..., no es que piense que no hay grandes poetas posteriores a Ruy, pero otro ser¨¢ el ant¨®logo para su poes¨ªa.
P. Usted parece un autor muy prol¨ªfico, con 25 libros de poes¨ªa, 3 de prosa, 2 para ni?os.
R. No, no piense eso. El n¨²mero puede crear confusiones. Los 25 t¨ªtulos son peque?os cuadernos, donde predomina el papel en blanco, y los libros de prosa juntan cincuenta a?os de textos breves o entrevistas. El volumen Poesia, publicado las pasadas navidades, re¨²ne cerca de 400 p¨¢ginas de toda mi obra po¨¦tica. Son 55 a?os de poes¨ªa, escritura, realizadas, al menos as¨ª lo pienso, con 'ostinato rigore'. Pero debe tener raz¨®n, probablemente el tiempo salvar¨¢ apenas una decena de poemas, lo que ya no ser¨ªa malo...
P. ?El alto nivel de la poes¨ªa portuguesa se mantiene en la actualidad?
R. El siglo XX es el Siglo de Oro de nuestra poes¨ªa. Recientemente salieron tres libros que prueban que el ¨ªmpetu de su esplendor no se ha perdido. Tales libros, que van de la apocal¨ªptica visi¨®n de un mundo enloquecido hasta la esperanza en un dios que termine por extendernos el manto de su inmensa piedad, son Alta Noite en Alta Fraga, de Joaquim Manuel Magalhaes; Teatros do tempo, de Manuel Gusm?o, y De Igual para Igual, de Jos¨¦ Tolentino Mendo?a.
P. ?De d¨®nde procede su terror a los medios de comunicaci¨®n?
R. Es muy antiguo. Ya cuando era peque?o no me gustaba que se fijasen en m¨ª. Toda mi vida fue hecha sin ¨¦nfasis, sin ruido. En eso me parezco a mi madre que pasaba leve por los d¨ªas. Y tengo terror al exhibicionismo, adem¨¢s de la falta de curiosidad por las personas. Finalmente creo que todo lo que ten¨ªa que decir se encuentra en mi poes¨ªa; el resto no le interesa a nadie.
P. ?Qu¨¦ le ha significado la concesi¨®n del Premio Cam?es, dado que no le gustan los homenajes y los actos p¨²blicos?
R. A veces llaman a la puerta, es alguien ofreci¨¦ndome algunas flores que yo recibo con gusto. Incluso estoy bien dispuesto intercambio algunas palabras con quien las trae. Un poco as¨ª me ocurre con los premios s¨®lo que, en este caso, cuando me los anuncian, pienso inmediatamente que tengo que agradecerlos. Y eso es desagradable, casi penoso.
P. Siempre ha sido considerado como un hombre de izquierdas. ?Qu¨¦ es ser de izquierdas para usted?
R. Voy a responderle con las mismas palabras que utilic¨¦ hace a?os cuando me hicieron esa pregunta, porque continuo pensando del mismo modo. 'No soy un hombre de partido, me niego a pensar por cuaderno de encargos, como dec¨ªa Pessoa. La izquierda a la que pertenezco rechazar¨¢ siempre la iniquidad y todas las formas de represi¨®n: tendr¨¢ en cuenta las nuevas realidades, no s¨®lo del hombre con el hombre, sino tambi¨¦n del hombre con las cosas; redistribuir¨¢ con mano justa no s¨®lo los bienes de la tierra, sino tambi¨¦n las verdades y los poderes. A la izquierda a la que pertenezco sabr¨¢ que una de esas verdades es el cuerpo, que uno de esos poderes es el deseo. Y nunca olvidar¨¢ que el hombre tiene derecho al placer'.
La conquista del poema
HAY AUTORES que dicen que la inspiraci¨®n les ha llegado despu¨¦s de muchas horas de trabajo, es el caso de Eug¨¦nio de Andrade, que afirma: 'Desconf¨ªo mucho de la concepci¨®n rom¨¢ntica de cualquier obra art¨ªstica. Ya he dicho incluso que mi poes¨ªa es una conquista s¨ªlaba a s¨ªlaba. Como la humanidad tiene poca memoria, nunca est¨¢ dem¨¢s repetirlo. En verdad, yo no soy un poeta inspirado ni escribo en estado de sonambulismo. Tampoco tengo esa disciplina de trabajar todos los d¨ªas. Lo que pasa es que hay ocasiones en que la blancura del papel me apetece como a veces me apetece un cuerpo. Entonces comienzo a escribir sin mucha atenci¨®n a lo que voy diciendo. Al fin de algunas l¨ªneas, leo lo que escrib¨ª. Y, en la mejor de las hip¨®tesis, puedo destacar una l¨ªnea... Y de esa l¨ªnea parto, es esa l¨ªnea la que pasa a ser el primer tal verso dado por los dioses, del que habla Paul Val¨¦ry. A partir de ah¨ª, la actitud del poeta frente a la escritura es otra. Todo el abandono desaparece y el poema comienza a ser conquistado. Las palabras se van atrayendo nupcialmente unas a otras, y otras repeli¨¦ndose, hostiles..., un trabajo paciente, que demora horas, d¨ªas, semanas, nunca se sabe. Pero, como dice Yeats, no importa que un poema demore meses en hacerse, lo importante es que parezca haber sido escrito en estado de gracia. Le hablo de mi proceso de trabajo, naturalmente. Pero debe haber camaradas m¨ªos bastante m¨¢s felices'.
BIBLIOGRAF?A
Todo el oro del d¨ªa. Antolog¨ªa po¨¦tica (1940-2001). Pre-Textos. Valencia, 2001. Los surcos de la sed. Calambur/ Editora Regional de Extremadura. Madrid, 2001. La sal de la lengua. Hiperi¨®n. Madrid, 1999. Aquella nube y otras. Hiperi¨®n. Madrid, 1996. Oficio de paciencia. Hiperi¨®n. Madrid, 1995. Pr¨®ximo al decir. Amar¨². Salamanca, 1993. El otro nombre de la tierra. Pre-Textos. Valencia, 1989. Contra la oscuridad. Pamiela. Pamplona, 1988.
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