Un amor que se rompe

Duras escribi¨® siempre sobre ella misma; y sobre las mujeres en las que se ve¨ªa a s¨ª; o sobre la mujer. En esta obra de dos personajes -un di¨¢logo con algunas voces externas sobrantes, impuras- es ella la que mejor se describe; ¨¦l es violento, o sea, viril; y habla fuerte, grita, tira sillas, salta sobre mesas, patea. No quiero echarle la culpa al actor Jes¨²s Noguero, quiz¨¢ un poco m¨¢s al director, Eines; pero recuerdo una frase de la gran escritora en otra ocasi¨®n: 'Un int¨¦rprete no a?ade nada al texto; al contrario, lo disminuye'. No creo que sea verdad, y s¨®lo se puede decir eso de una mala actuaci¨®n.

Podr¨ªa ser en ella, que fue esencialmente textual, novelista, memorialista, diarista; pero cuando se recuerda, por ejemplo, a Jeanne Moreau en algunas de sus interpretaciones en cine, o la peque?a Jane March, no se ve que disminuyan en nada el valor de un texto escrito para ser dicho. Claro que son mujeres. Margueritte Duras no era feminista, que es un peque?o asunto para su idea de la trascendencia y sobre todo nulo para la cuesti¨®n de la pareja a la cual -a las cuales-ha dedicado su vida literaria y real. En este caso, la actriz Natalia Mill¨¢n s¨ª tiene el necesario recogimiento sobre s¨ª misma, los peque?os datos de autocr¨ªtica, el misterio querido al que la representaci¨®n global realista s¨ª puede quitar algo con respecto al original escrito.

Ver la interpretaci¨®n de Natalia Mill¨¢n, interiorizada, con el dolor hacia dentro, chocando con la exteriorizaci¨®n de Jes¨²s Noguero para que todo sea m¨¢s imposible, escuchar las palabras escritas por la extraordinaria autora, es un buen regalo de teatro. Los espectadores del segundo d¨ªa estaban muy satisfechos, y aplaudieron hasta hacer salir repetidamente a los dos actores para saludar.