El Ej¨¦rcito de Estados Unidos se estanca en Afganist¨¢n
El Pent¨¢gono pierde por el mal tiempo un helic¨®ptero y cuatro tripulantes resultan heridos
Cuatro semanas de guerra en Afganist¨¢n arrojan como balance un pu?ado de evidencias: que los talibanes son mucho m¨¢s duros de lo que esperaba el Pent¨¢gono, que el conflicto ser¨¢ largo y que el mundo ignora lo que en realidad ocurre dentro de las fronteras afganas. La ca¨ªda de un helic¨®ptero estadounidense en territorio talib¨¢n el viernes por la noche demuestra que la aut¨¦ntica guerra, m¨¢s all¨¢ de los ataques a¨¦reos y la propaganda de ambos bandos, resulta invisible desde el exterior, y que el Ej¨¦rcito de Estados Unidos est¨¢ sufriendo m¨¢s reveses de los que sus portavoces admiten.
Para la poblaci¨®n de EE UU, ¨¦sta es una guerra con dos frentes. El dom¨¦stico, urgente y angustioso, concentra casi toda la atenci¨®n. El miedo a nuevos atentados terroristas sigue vivo en la mente de cada ciudadano, y se hace m¨¢s obsesivo cada vez que las autoridades renuevan una inconcreta 'm¨¢xima alerta'. La lenta y hasta ahora inexorable difusi¨®n del ¨¢ntrax (carbunco) ahonda la sensaci¨®n de inseguridad colectiva. El FBI carece de la menor pista sobre el origen de los ataques bacteriol¨®gicos.
La primera incursi¨®n de comandos hall¨® una resistencia feroz y 12 soldados fueron heridos
La tensi¨®n interna permite que el Pent¨¢gono, que libra su guerra en un frente externo muy remoto para el ciudadano medio, cuente a¨²n con margen de maniobra. Porque, si las miradas se fijaran en Afganist¨¢n, la presi¨®n sobre los militares ser¨ªa dif¨ªcilmente sostenible. Las primeras tropas fueron enviadas al golfo P¨¦rsico y Asia Central sin saber lo que iban a encontrar. A estas alturas se percibe que la estrategia inicial se resum¨ªa en arrojar bombas y tratar de ver qu¨¦ pasaba. El objetivo comenz¨® siendo Osama Bin Laden y la organizaci¨®n Al Qaeda, y ahora son los talibanes. Toda la campa?a, al cabo de casi un mes, pende de un aliado tan inestable y ambiguo como Pakist¨¢n.
Lo m¨¢s inquietante radica, sin embargo, en la invisibilidad de la guerra. 'Habr¨¢ cosas visibles e invisibles, cosas que contaremos y cosas que no contaremos', advirti¨® el presidente George W. Bush. Todo apunta a que la parte secreta es mucho m¨¢s voluminosa que la p¨²blica y a que el Pent¨¢gono trata de ocultar sus tropiezos.
La breve incursi¨®n de comandos lanzada el 20 de octubre contra la residencia del m¨¢ximo l¨ªder talib¨¢n, el mul¨¢ Mohamed Omar, fue definida como 'un ¨¦xito', s¨®lo levemente empa?ado por el accidente de un helic¨®ptero de apoyo en territorio paquistan¨ª.
El prestigioso reportero Seymour Hersh ofrece, en el pr¨®ximo n¨²mero de la revista The New Yorker, una versi¨®n totalmente distinta. Seg¨²n Hersh, la incursi¨®n top¨® con una resistencia feroz y 12 miembros de Delta Force, la unidad m¨¢s selecta y secreta dentro de los cuerpos de operaciones especiales, sufrieron heridas esa noche, graves en tres casos. 'El equipo Delta se vio obligado a abandonar uno de sus objetivos, el de insertar un comando clandestino tras las l¨ªneas enemigas, y todos los participantes emprendieron la fuga', escribe Hersh en una versi¨®n provisional del art¨ªculo difundida ayer.
Las informaciones de los talibanes (ayer hablaban de 50 soldados estadounidenses muertos) no suelen resultar cre¨ªbles. Pero el discurso del Pent¨¢gono tampoco encaja con los pocos datos comprobados. Un portavoz oficial explic¨® el viernes por la noche que uno de sus helic¨®pteros hab¨ªa sufrido un accidente a causa del mal tiempo en territorio talib¨¢n, que cuatro tripulantes resultaron heridos, que todos fueron rescatados y que aviones F-14 destruyeron el aparato da?ado para que no cayera en manos enemigas. El propio secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, hab¨ªa admitido la v¨ªspera que el mal tiempo y el fuego enemigo imped¨ªan introducir en Afganist¨¢n m¨¢s soldados de apoyo a los guerrilleros de la Alianza del Norte. Si ¨¦se es el caso, se hace poco veros¨ªmil la afirmaci¨®n de que la guerra proseguir¨¢ al mismo ritmo en invierno.
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