El drama de los ¨¢rabes laicos
El antiamericanismo y la islamizaci¨®n ahogan a los intelectuales progresistas de Egipto
En plena plaza de Al Tahrir, cerca del mastod¨®ntico Ministerio del Interior y no lejos de la m¨¢scara de Tutankamon, la momia de Rams¨¦s II y otras maravillas fara¨®nicas del Museo Egipcio, la Universidad Americana de El Cairo es un oasis de calma, frescura y racionalidad. Pero s¨®lo eso: un oasis, un espacio peque?o en un desierto ardiente. Liberales o de izquierdas, las posiciones ilustradas est¨¢n siendo a¨²n m¨¢s ahogadas en Egipto por la crisis internacional abierta por los atentados del 11 de septiembre. Entre la condena de la benevolencia estadounidense con las agresiones de Ariel Sharon, que comparten, y la acelerada islamizaci¨®n de la sociedad egipcia, que padecen, poco espacio queda para los laicos.
'Ser buen musulm¨¢n no significa practicar el castigo corporal como en ¨¦poca de Mahoma'
'EE UU no ha dado lecciones de democracia al mundo ¨¢rabe, sino de duplicidad'
Mohamed Ahmed Nasr, un m¨¦dico que tiene una columna de opini¨®n en The Egyptian Gazette, es una excepci¨®n en este oto?o egipcio. Nasr condena los atentados del 11 de septiembre sin los paliativos que a?aden tantos periodistas, escritores, polit¨®logos y profesores universitarios del mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n. 'No hay la menor relaci¨®n justificable entre el terrorismo y la lucha por una causa justa', dice, en alusi¨®n a cualquier intento de encontrarle eximentes a Bin Laden en los sufrimientos de los palestinos y los iraqu¨ªes o la sesgada pol¨ªtica norteamericana en Oriente Pr¨®ximo.
De modo valiente para los tiempos que corren en el valle del Nilo, el doctor egipcio va m¨¢s lejos. 'Los talibanes y sus semejantes', dice, 'son un peligro, est¨¢n confundiendo el islam con el contexto social en que apareci¨® hace 14 siglos. Ser un buen musulm¨¢n no significa ponerles a las mujeres los velos que llevaban en La Meca en la ¨¦poca de Mahoma, ni practicar los castigos corporales de entonces'.
No lo ve as¨ª el movimiento integrista, que, en la versi¨®n moderada de los Hermanos Musulmanes o en la violenta de la Yihad de Ayman al Zawahri, lleva m¨¢s de dos d¨¦cadas imprimiendo su sello a la sociedad egipcia. Ni tampoco el islam oficial de los ulemas de la mezquita de Al Azhar, que, a cambio de su apoyo al r¨¦gimen de Mubarak, aprieta cada d¨ªa m¨¢s las tuercas de la censura de toda actividad que no sea can¨®nica. 'La inquisici¨®n ha regresado a Egipto, indaga en las universidades, golpea en las puertas de las casas e interroga los cuerpos y las almas', escribe en el diario londinense Al Hayat el intelectual liberal Hazem Saghiya.
Por sus 16 millones de habitantes y el mantenimiento de m¨¢rgenes de libertad bastante superiores a los de Riad, Bagdad o Damasco, El Cairo sigue siendo la Nueva York del mundo ¨¢rabe. Pero la disidencia pol¨ªtica, intelectual y art¨ªstica es cada d¨ªa menor, como lo son las mujeres sin velo, los bares que sirven alcohol, los cabar¨¦s con danza del vientre y los libros y pel¨ªculas que no les gustan a los ulemas de Al Azhar. All¨ª sigue viviendo el premio Nobel de Literatura Naguib Mahfuz, pero encerrado en su casa y bajo protecci¨®n policial desde que los integristas intentaran asesinarle.
'Egipto', se?ala Saghiya, 'ya no es lo que fue en la primera mitad del siglo XX, cuando cualquier ¨¢rabe interesado en lo nuevo en prensa, literatura, cine, baile o poes¨ªa iba a El Cairo'. Y Alejandr¨ªa est¨¢ a a?os de luz de aquella ciudad de 'cinco razas, cinco lenguas y una docena de creencias' descrita por Lawrence Durrell. 'Ahora el principal producto de exportaci¨®n intelectual de Egipto es el jeque Yusef al Qaradawi, un l¨ªder espiritual de los Hermanos Musulmanes', remata Saghiya con amargura.
'La culpa la tiene en buena parte EE UU', denuncia Max Rodenbeck, un periodista y escritor estadounidense asentado desde su infancia en El Cairo, en cuya Universidad Americana ense?¨® su padre. Desde el apoyo a la violenta represi¨®n de Israel hasta su alianza con los corruptos saud¨ªes, pasando por el castigo a la poblaci¨®n civil de Irak, Washington, seg¨²n Rodenbeck, no hace sino dificultar la vida a los progresistas y darles argumentos a los integristas.
'Unos integristas con los que EE UU se acost¨® en la fase final de la guerra fr¨ªa, cuando pensaba que eran ¨²tiles para combatir a los sovi¨¦ticos en Afganist¨¢n y para imponer conservadurismo en el norte de ?frica, Oriente Pr¨®ximo y Asia Central', se?ala Nabil Abdel Fattah, del Centro de Estudios Estrat¨¦gicos del diario Al Ahram. Es ¨¦ste un comentario que se escucha con frecuencia en El Cairo, donde muchos intelectuales de izquierdas tambi¨¦n lamentan asimismo que EE UU, por su alianza con Israel, combatiera tan sa?udamente el panarabismo de Gamal Abdel Nasser, que, entre otras cosas, prohibi¨® los Hermanos Musulmanes, meti¨® en cintura a los ulemas de Al Azhar y quiso incorporar Egipto al tiempo de las luces.
'Estados Unidos', dice el escritor Gamal Badawi, 'no ha dado precisamente lecciones de democracia y derechos humanos al mundo ¨¢rabe, sino de duplicidad'. Ahora m¨¢s que nunca, el principal prisma con el que los egipcios y los ¨¢rabes, sean laicos, meros practicantes musulmanes o militantes integristas, miran a la superpotencia es el drama de los palestinos. 'Y el ¨²nico modo que tiene EE UU de detener el resentimiento y recuperar credibilidad es forzando el nacimiento de un Estado palestino', afirma Mohamed Sabreen, redactor jefe del diario Al Ahram.
En este clima, la Universidad Americana de El Cairo vive sus horas m¨¢s bajas. Los polic¨ªas y arcos detectores de metales de su entrada recuerdan las amenazas cotidianas que pesan sobre esta instituci¨®n, fundada en 1919 por estadounidenses y, como su hom¨®nima de Beirut, faro del racionalismo occidental en Oriente Pr¨®ximo. Estudian all¨ª, a precios elevados, 4.900 chicos y chicas, en su mayor¨ªa los hijos de la burgues¨ªa egipcia. Las chicas van con el cabello descubierto en su gran mayor¨ªa y los chicos con vaqueros, camisetas y gorras de b¨¦isbol.
Empiezan a amarillear los carteles que anuncian fiestas de Halloween, pero no los que anuncian la ¨²ltima versi¨®n de Windows o los cursos de televisi¨®n en el estudio de la Universidad. El ingl¨¦s es all¨ª la lengua dominante, y en ella se expresa un joven cristiano copto que estudia Qu¨ªmica y no quiere que su nombre sea citado. 'Con lo del bombardeo de Afganist¨¢n', dice, 'no es f¨¢cil proclamar en El Cairo que uno es alumno de una universidad que lleva en su t¨ªtulo la palabra 'americana'. Sin desmentir este comentario, una profesora de nacionalidad brit¨¢nica, que tambi¨¦n prefiere guardar el anonimato, opta por ver las cosas de otra manera: 'Bueno, nos sentimos aqu¨ª m¨¢s seguros que a bordo de un avi¨®n'. Magro consuelo para los progresistas de una ciudad y un pa¨ªs que estuvieron a punto de ser el centro de una reforma modernizadora del islam y ahora caminan hacia atr¨¢s.
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