Naciones y regiones
La agenda de la pol¨ªtica espa?ola demuestra que se sigue prestando atenci¨®n prioritaria a todo aquello que tiene que ver con el modelo de Estado. La realidad es tozuda y uno de los 4 grandes retos hist¨®ricos que la Constituci¨®n de 1978 tuvo que afrontar (ej¨¦rcito, iglesia, Estado de Bienestar y reconocimiento de la plurinacionalidad) no s¨®lo no contin¨²a sin resolverse, sino que da toda la impresi¨®n de que estamos, como dir¨ªa Felipe Gonz¨¢lez, en un gran atasco pol¨ªtico. Es una situaci¨®n ciertamente compleja y no existen demasiadas evidencias que indiquen acercamiento entre las distintas posiciones sobre c¨®mo abordar las diferentes cuestiones relacionadas con el modelo de Estado. Los episodios de tensi¨®n pol¨ªtica, lejos de reducirse, se intensifican. Por vez primera en muchos a?os se habla tanto de riesgo de involuci¨®n autonomista como de estrategias soberanistas.
Si repasamos el debate pol¨ªtico de los ¨²ltimos meses, lo cierto es que no faltan ejemplos sobre la creciente divergencia de opciones. Recientes resoluciones pol¨ªticas, la utilizaci¨®n de mayor¨ªas parlamentarias para bloquear convenios entre comunidades aut¨®nomas o para impedir una reforma del Senado que ponga fin a su irrelevancia pol¨ªtica, la celebraci¨®n de acuerdos bilaterales -calificados impropiamente como acuerdos de Estado- entre los dos partidos mayoritarios para renovar ¨®rganos constitucionales, el anuncio de una Ley de Cooperaci¨®n Auton¨®mica para 'cerrar' el modelo de Estado auton¨®mico, constituyen episodios de gran significado pol¨ªtico que, sin embargo, ayudan poco a la consecuci¨®n de consensos b¨¢sicos entre todas las expresiones pol¨ªticas con representaci¨®n en los diferentes parlamentos. El reforzamiento de estrategias pol¨ªticas desde el nacionalismo espa?ol, orientadas a hacer una lectura parcial, incompleta, inflexible o ¨²nica, de la Constituci¨®n, son s¨ªntomas preocupantes de talantes que evidencian una notable incapacidad pol¨ªtica para asumir, aceptar o siquiera comprender, aunque no se comparta, que Espa?a es una realidad plurinacional en la que existen pueblos con identidad propia que reclaman mayor capacidad pol¨ªtica en sus respectivos ¨¢mbitos relevantes de decisi¨®n democr¨¢tica. En el otro extremo, la estrategia iniciada por la expresi¨®n pol¨ªtica del nacionalismo democr¨¢tico vasco no garantiza muchas posibilidades de encuentro en un camino por el que podamos seguir transitando juntos desde el reconocimiento de las diferencias. De la Constituci¨®n de 1978 se ha hecho una de las posibles interpretaciones. Pero conviene recordar que en su momento cab¨ªan otras. El texto constitucional finalmente aprobado por consenso, incorpora ambig¨¹edades calculadas, avances hist¨®ricos, renuncias y zonas de sombra, porque el contexto as¨ª lo aconsejaba. Por lo que al T¨ªtulo VIII se refiere, dedicado a dise?ar la futura estructura del Estado, la Constituci¨®n prefigura un proceso que se quiso que fuera abierto e inconcreto. Fueron posteriores acuerdos auton¨®micos celebrados entre UCD-PSOE y PP-PSOE, en 1981 y 1992 respectivamente, los que han ido concretando un reparto del poder pol¨ªtico que si en sus inicios fue concebido como asim¨¦trico en la Constituci¨®n, hoy es, fruto del desarrollo de esos acuerdos, de nuevo uniformizador. Y es esta cuesti¨®n, relacionada con la referencia en el texto constitucional a nacionalidades y regiones y al reconocimiento de derechos hist¨®ricos la que, una vez culminado el proceso de descentralizaci¨®n pol¨ªtica acordado por los dos grandes partidos mayoritarios en 1992, ha vuelto a cobrar gran importancia pol¨ªtica. La Constituci¨®n quiso incorporar unas diferencias en la distribuci¨®n del poder pol¨ªtico que hoy no existen.
La complejidad de la situaci¨®n pol¨ªtica estriba en que si en el inicio del proceso el reconocimiento de la plurinacionalidad estuvo plagado de enormes dificultades, en la actualidad las dificultades son, si cabe, mayores. Por una parte, existe una l¨®gica y razonable pretensi¨®n de las comunidades aut¨®nomas que han transitado por el procedimiento previsto en el art¨ªculo 143 de la Constituci¨®n, a ejercer el mismo nivel competencial que las nacionalidades hist¨®ricas que lo hicieron por el art¨ªculo 151 y la Disposici¨®n Transitoria Segunda. En este nivel debe tenerse en cuenta la complejidad a?adida que introduce el caso andaluz. Por otra, recobra nuevo protagonismo la pretensi¨®n de nacionalidades hist¨®ricas de iniciar una segunda fase de negociaci¨®n pol¨ªtica que incorpore el tratamiento de los hechos diferenciales sobre la base del reconocimiento pol¨ªtico de asimetr¨ªas. En este caso con notables diferencias, puesto que mientras los nacionalistas catalanes estiman que ello es posible, y deseable, sin modificar la Constituci¨®n, los nacionalistas vascos se han situado en un escenario que, en palabras de Herrero de Mi?¨®n, reclama el reconocimiento de derechos exteriores y anteriores, que la Constituci¨®n ampara y respeta en una Disposici¨®n Adicional, y de lo que tras ello hay: otras legitimidades pol¨ªticas, otras comunidades, otros cuerpos pol¨ªticos, otras naciones que, institucionalizadas en fragmentos, se yuxtaponen al Estado. Desde la izquierda espa?ola se avanzan propuestas de inspiraci¨®n federal, con reconocimiento o no de cierto grado de asimetr¨ªas, como forma de avanzar en la construcci¨®n de un Estado auton¨®mico abierto, por entender que el modelo de llegada que la Constituci¨®n prefigura es federal, y que precisa de una reforma puntual de la Constituci¨®n para convertir el Senado en la pieza clave del Estado compuesto. Por ¨²ltimo, desde el nacionalismo espa?ol, sea de derechas o de izquierdas, existe la pretensi¨®n de 'cerrar' o 'culminar' el modelo, cegando as¨ª cualquier posibilidad de avanzar en el reconocimiento de la plurinacionalidad, impidiendo otras posibles lecturas del propio texto constitucional que vayan m¨¢s all¨¢ del reconocimiento gen¨¦rico de algunos hechos diferenciales. Expresiones pol¨ªticas distintas para referirse a un mismo Estado: naci¨®n espa?ola, naci¨®n plural o Estado plurinacional.
Una situaci¨®n compleja que no se resuelve pretendiendo ignorar el problema o intentando confundir los diferentes niveles pol¨ªticos del mismo. El desaf¨ªo hist¨®rico importante es el referido al reconocimiento estable de la plurinacionalidad, que nada tiene que ver con la existencia de disfunciones o la falta de mecanismos de coordinaci¨®n institucional en un Estado fuertemente descentralizado. Guste o no, nos parecemos m¨¢s a B¨¦lgica que a Alemania. Tampoco se resuelve lanzando equivocadas o equ¨ªvocas opiniones interesadas en identificar federalismo con nacionalismo o en identificar regiones y naciones. Tal vez ha llegado el momento de iniciar una nueva generaci¨®n de acuerdos de Estado que avance, si todav¨ªa es posible, por esa v¨ªa, explorando todas las posibilidades que a¨²n permite la Constituci¨®n y una nueva reforma de estatutos de autonom¨ªa, que son muchas, y acudiendo a su reforma para aquellas cuestiones, como la reforma del Senado, que antes o despu¨¦s tendr¨¢ que abordarse, precisamente para dar cumplimiento al propio mandato constitucional.
Joan Romero es catedr¨¢tico en la Universidad de Valencia.
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