Contra el crep¨²sculo de los cerebros
Parece que todas las cosas y todos los hombres estuvieran enumerados en estas p¨¢ginas, que tampoco son tantas. Como temo estar cayendo en la hip¨¦rbole, precisar¨¦: el libro funciona como una poderosa sin¨¦cdoque. Culmina el pensamiento de George Steiner (Par¨ªs, 1929), sintetiza el conocimiento del siglo XX y el saber de la historia de Occidente. ?Summa teol¨®gica? S¨ª, porque Dios es el gran protagonista casi hasta el final, aunque tambi¨¦n ateol¨®gica, porque plantea en serio la perspectiva de una cultura sin aquel Creador, del que Steiner siente una fuerte nostalgia. A ¨¦l se remonta la creaci¨®n que se incluye en el t¨ªtulo, por muy polis¨¦mica que quiera ser. Su contrapunto es la invenci¨®n. Acto divino frente a acto humano, arte frente a ciencia, poes¨ªa frente a t¨¦cnica. A veces transmite cierta confusi¨®n, pero hay que tener en cuenta que tenemos en las manos un libro de preguntas, no de respuestas. Aun as¨ª, nadie deber¨ªa perderse su comparaci¨®n entre Dante y Shakespeare. Ni su cat¨¢logo de creadores de todo tipo, divididos entre temperamentos matem¨¢ticos y no matem¨¢ticos. Tampoco la teor¨ªa de los colores, la de los sonidos, la del arte abstracto y minimalista, la de la ficci¨®n, la del lenguaje, la de los idiomas (el lat¨ªn de Spinoza, el alem¨¢n de Nietzsche o de Hegel). Se nota mucho que Steiner se siente otro Tom¨¢s de Aquino, otro Goethe, otro Borges (cada uno en su modo). Cuando emula a Dante, no es al poeta, sino al tratadista del De vulgari eloquentia (repetidamente menciona Steiner el punto de vista del profano). Sin embargo, para conocer la creaci¨®n en el pensamiento, abre un espl¨¦ndido cap¨ªtulo dedicado a la poes¨ªa. Despu¨¦s, como contrapeso, un aviso: no se puede abordar la vida del esp¨ªritu sin interrogar a las ciencias. Por ¨²ltimo, una armon¨ªa: la 'soberan¨ªa de las matem¨¢ticas' y su 'deslizamiento hacia la est¨¦tica' significan una precisi¨®n, porque en ellas la belleza sigue equivaliendo a la verdad, dada 'la insistencia de lo matem¨¢tico en lo po¨¦tico'.
GRAM?TICAS DE LA CREACI?N
George Steiner. Traducci¨®n de Andoni Alonso y Carmen Gal¨¢n Siruela. Madrid, 2001 356 p¨¢ginas. 2.900 pesetas
Esta extra?a enciclopedia -que lo ser¨ªa, si no fuera por su exceso y por su pesimismo- deja un sabor medieval y barroco. El ingrediente esencial es Dios -ausente, presente, qu¨¦ m¨¢s da, 'no se har¨¢ burla de la hip¨®tesis de Dios en vano', profetiza Steiner-. Medieval, por la b¨²squeda de un saber que articule todas las ciencias. Y por la luz que arroja sobre el siglo XX: minuciosamente demuestra que la creaci¨®n art¨ªstica y te¨®rica actual sigue dependiendo de la jerga escol¨¢stica. 'Dante es nuestro meridiano', as¨ª se expresa en un momento de ¨¦xtasis intelectual. Barroco, por el claroscuro y la multiplicaci¨®n de emblemas morales y de espejos dentro del discurso. En medio de tanta luz hay un memento mori intermitente.
Gram¨¢ticas desarrolla una polisemia abrumadora. Entre la Tor¨¢ y el Timeo, Steiner entiende al gram¨¢tico de la creaci¨®n como un demiurgo que 'da sentido'. ?l lo hace, establece conexiones entre las galaxias del saber. Vincula el ¨¢lgebra con las ideolog¨ªas. Escribe: 'Recitado en alta voz, un soliloquio de Hamlet manifiesta y legitima la sociolog¨ªa del yo'. En alg¨²n momento, los tanteos extenuantes suenan a palos de ciego innecesarios (por ejemplo, la hip¨®tesis de que el futuro como tiempo verbal pudo coincidir con la ¨²ltima glaciaci¨®n). Ahora bien, su condici¨®n de maestro se demuestra en las s¨ªntesis: en cuatro p¨¢ginas desbroza lo esencial de la influencia cristiana e isl¨¢mica en las gram¨¢ticas de la creaci¨®n occidental. Necesaria y misteriosa es su interpretaci¨®n del islam como 'gram¨¢tica del asentimiento'. Gram¨¢tica, sobre todo, significa el control del futuro: como tiempo verbal, pero tambi¨¦n como momentos: G¨¦nesis, infancia, arte... Por eso 'los ni?os y las gram¨¢ticas de la creaci¨®n se entienden perfectamente'. ?C¨®mo es posible entonces que esta obra se obsesione con la 'terminalidad' hasta ser 'un in memoriam por los futuros que fueron'? Porque est¨¢ escrita desde el extremo contrario, en el que el futuro no se conjuga: en el posmoderno ocaso de Occidente (dos sin¨®nimos, que tambi¨¦n lo son de decadencia), en la clausura de la historia, y casi en el 'arrabal de senectud' de su autor. Adem¨¢s, a un jud¨ªo del siglo XX no le faltan motivos para el pesimismo. Tampoco a un humanista que, como ¨¦l, constata que 'la inhumanidad es perenne'. Hay que temer que muchos de sus presagios peores -guerra bacteriol¨®gica y termonuclear- se hayan cumplido demasiado pronto.
Gram¨¢tico es 'el que tiene algo que decir' sobre cualquier creaci¨®n humana. Ante todo, sobre la creaci¨®n ling¨¹¨ªstica. Sus an¨¢lisis de muchos poemas merecen el t¨¦rmino noble (no importa que desprestigiado) de comentario. Su lectura de Larkin est¨¢ a la altura de la mejor estil¨ªstica. As¨ª define el poema Cables: 'Una alegor¨ªa minimalista de la impotencia, que es tambi¨¦n, y principalmente quiz¨¢, un ejercicio po¨¦tico sobre la aspereza, sobre el sustrato rugoso de la r'. Cuando alega que s¨®lo 'otro poeta' ser¨ªa capaz de darnos la verdadera medida de cada palabra, est¨¢ escud¨¢ndose en la modestia. ?l sabe que algunos -desde la antig¨¹edad hasta el posestructuralismo- han cre¨ªdo que el gram¨¢tico, el fil¨®logo, es otro poeta. Steiner niega tanta capacidad. Tal vez se niegue a tanta responsabilidad. Lo cierto es que sus recorridos superan la par¨¢frasis o el comentario par¨¢sito. ?l no se considera un escritor, pero sus reflexiones est¨¢n sobresaturadas de referencias. ?Es ¨¦ste el libro con el que so?aba Walter Benjamin 'compuesto completamente de citas'? Muy fina es la iron¨ªa de Steiner cuando responde: 'Carezco de la originalidad necesaria'. ?Es el Libro final de Mallarm¨¦? El solo hecho de que lo invoque hace que se transmute en ¨¦l. T¨ªpicamente posmoderno (a pesar de sus cr¨ªticas a este concepto), Steiner mezcla ex¨¦gesis rab¨ªnica con arte contempor¨¢neo y acarrea infinitos datos de manera impecable. Para Steiner, 'el crep¨²sculo de los cerebros' (l¨ªnea que roba a Emily Dickinson) es el nuestro. El dolor de Steiner -y el de la cultura occidental, que habla por ¨¦l- nace de que ha olvidado dos cosas muy simples: la antigua advertencia contra cualquier exceso (incluido el de conocimiento) y aquel proverbio que avisaba que la sabidur¨ªa engendra tristeza.
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