Entre la tragedia y la pol¨¦mica
Pasarella, marcado por la muerte de su hijo y sus disputas con la prensa argentina, busca otros aires en el Parma
Ese hombre a quien la prensa bautiz¨® El Kaiser por su fama de entrenador duro, tan estricto como para considerar el largo del pelo de sus jugadores, no tiene la imagen que se merece. Daniel Pasarella es, a sus 48 a?os, un profesional honrado, parco, tan golpeado por la tragedia que nunca m¨¢s ser¨¢ feliz. La muerte en un accidente de su hijo, Sebasti¨¢n, hace cinco a?os le quebr¨® la vida: 'Nada, nada de lo que pueda tener o ganar me har¨¢ superar esto. Cada d¨ªa, al despertar, miro su foto y tengo que hacer un gran esfuerzo para levantarme y seguir'.
S¨®lo el f¨²tbol le saca de la melancol¨ªa. Dos semanas antes de que le contratara el Parma, italiano, Pasarella tomaba caf¨¦ con C¨¦sar Luis Menotti en un bar de Buenos Aires y admit¨ªa sus errores: 'Yo me equivoqu¨¦, es cierto. Al pr¨®ximo equipo lo voy a hacer jugar como usted dice'. El disc¨ªpulo retornaba por fin a las fuentes de su admirado maestro. Antes le hab¨ªa consultado algunas dudas: '?Es mejor defenderse con cuatro o con tres?'. Cuando Menotti, moviendo tazas y vasos, concluy¨® su lecci¨®n, ya no ten¨ªa dudas: 'Es lo que yo pienso, mejor con cuatro'. La escena hac¨ªa retroceder el tiempo. Menotti era el entrenador de la selecci¨®n argentina que gan¨® la Copa del Mundo en 1978 y Pasarella el capit¨¢n. Entonces apartaban las copas, hac¨ªan jugadores con migas de pan y extend¨ªan la cena discutiendo juntos los movimientos.
Pasarella era, hasta que Carlos Bilardo le reemplaz¨® por Diego Maradona en el Mundial de 1986, el m¨ªtico gran capit¨¢n de Argentina. Nacido en Chacabuco, en la provincia de Buenos Aires, jug¨® en el Sarmiento de Jun¨ªn y en el River Plate, que llevaba 18 a?os sin ganar t¨ªtulos. Pasarella integr¨® una recordada defensa con el portero Fillol y el central Perfumo y destac¨® por su tenacidad y sus goles de remate franco o de cabeza. Saltaba como si en vez de gemelos tuviera resortes de acero. Cuando hac¨ªan la foto cl¨¢sica al equipo antes de los partidos, se pon¨ªa de puntillas para que no se notara la diferencia de cinco cent¨ªmetros que ten¨ªa con sus compa?eros. En esos detalles se aprecia el orgullo de los jugadores de su categor¨ªa.
Su carrera acab¨® en Italia. Fue un defensor goleador en la Fiorentina y un ¨ªdolo en el Inter. La mezcla de escuelas le dio resultado cuando regres¨® a su pa¨ªs para debutar como t¨¦cnico en el River. Gan¨® la Liga en 1990 y otros dos torneos en 1991 y 1993. El salto a la selecci¨®n, para reemplazar a Alfio Basile tras el Mundial de 1994, fue una decisi¨®n natural que cont¨® con el apoyo de la mayor¨ªa de los aficionados. Pero all¨ª comenzaron los problemas.
Pasarella nunca tuvo una buena relaci¨®n con los periodistas, salvo con los cronistas que le conocieron en sus comienzos. Para ¨¦l, 'los invictos', como llama a los reporteros 'porque ellos nunca pierden', son personajes siniestros. Sus enemigos no tardaron en agruparse. El pasaje hacia la Copa del Mundo de 1998 dej¨® heridos. Ignoraba las preguntas que le hac¨ªan sobre Maradona. No ten¨ªa en cuenta a Caniggia. Le pidi¨® a Batistuta que se recortara el pelo y sostuvo una pol¨¦mica p¨²blica con Redondo por las mismas razones. Sus ideas futbol¨ªsticas eran m¨¢s cercanas a las de Bilardo que a las de Menotti y su estrategia m¨¢s defensiva que ofensiva. Envuelto en ese clima hostil, el equipo viaj¨® a Francia, cort¨® con la prensa y cay?o en los cuartos de final.
Pasaron seis meses hasta que al fin Pasarella se descarg¨® en una entrevista: 'Dijeron que Batistuta estaba aislado, que en la concentraci¨®n yo esperaba a los jugadores con mujeres, que me robaba la plata, que Ver¨®n me dijo que se drogaba y lo encubr¨ª... Dijeron de todo. Destruyeron a los jugadores y a m¨ª. Por eso digo que hay algunos periodistas que tienen mucho poder y son unos sinverg¨¹enzas. Ellos me quer¨ªan voltear, sacar del puesto...'
Esos cuatro a?os como entrenador de Argentina y la muerte de su hijo marcaron la carrera de Pasarella. Pensaba diferente ya cuando el pr¨ªncipe uruguayo, Francescoli, ¨ªdolo del River, le convenci¨® de que se hiciera cargo de Uruguay, que deb¨ªa disputar las eliminatorias a la Copa de 2002.
?Un argentino por primera vez como entrenador del equipo uruguayo? Pasarella hizo todo lo posible. Organiz¨® el caos, soport¨® la presi¨®n del Nacional y el Pe?arol, los dos clubes que all¨ª hacen y deshacen y resisti¨® hasta que el primero le neg¨® por quinta vez a un jugador. Se march¨® en febrero y desde entonces estaba desocupado.
El Parma se inclin¨® la pasada semana por Pasarella, con lo que El Kaiser va a cumplir uno de sus grandes sue?os: entrenar en el calcio. Ah¨ª lo tiene ahora hecho realidad. A ver qu¨¦ hace con ¨¦l.
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