Dos guerras, muchos miedos
Estados Unidos sabe que la entrada de la Alianza en Kabul no implica la desaparici¨®n s¨²bita de la resistencia talib¨¢n en el sur
Ahora hay dos guerras en Afganist¨¢n: una campa?a del norte que est¨¢ llegando r¨¢pidamente a su etapa final y una campa?a del sur que acaba de empezar. Como muestra la huida de los combatientes talibanes de Kabul la pasada noche, el control de la victoria del norte y el garantizar que ¨¦sta apoye los objetivos del sur es un problema inquietante.
Durante m¨¢s de un mes de guerra, la Administraci¨®n de Bush ha luchado para abrirse camino contra los talibanes y los combatientes reclutados por Osama Bin Laden. Y ahora que la Alianza del Norte ha barrido el norte de Afganist¨¢n, la Casa Blanca cuenta con que el avance env¨ªe un mensaje rotundo. La esperanza de Bush es que las victorias de la Alianza del Norte convenzan a las tribus pastunes del sur de que los d¨ªas de los talibanes est¨¢n contados y de que deben unir sus fuerzas a la coalici¨®n encabezada por EE UU.
Pero a Washington le preocupa tambi¨¦n el que la p¨¦rdida de la disciplina o las venganzas de los combatientes de la Alianza, muchos de los cuales son de etnia uzbeka y tayika, pudieran enajenar a los pastunes y hacerles cerrar filas en torno a los talibanes. La preocupaci¨®n de Washington ha sido especialmente aguda en el caso de Kabul, la capital de Afganist¨¢n, que Washington quer¨ªa que la Alianza rodeara, pero sin tomarla.
Promesa condicionada
Las fuerzas de la Alianza han prometido permanecer fuera de la ciudad siempre que los grupos rivales, especialmente aquellos que protege Pakist¨¢n, su archienemigo, no lleguen all¨ª antes. Esto impuls¨® a Washington a planear apresuradamente una fuerza de seguridad isl¨¢mica procedente de Turqu¨ªa, Bangladesh e Indonesia -aunque no de pa¨ªses ¨¢rabes, por el momento- para mantener el orden en Kabul.
Pero los informes de Kabul de que algunas tropas de la Alianza del Norte han empezado a entrar en la ciudad plantean la pregunta de si Washington podr¨¢ hacer frente al ritmo de los acontecimientos sobre el terreno.
Desde el principio de la lucha contra los talibanes y Bin Laden, la campa?a del norte ha sido la m¨¢s f¨¢cil, porque el Pent¨¢gono ten¨ªa en las diferentes facciones de la Alianza del Norte un ej¨¦rcito por poderes. Estos grupos estaban ansiosos por redoblar su lucha de a?os contra los talibanes y aceptar el apoyo directo del Ej¨¦rcito estadounidense. Las fuerzas de EE UU organizaron incursiones de bombardeo y desplegaron comandos para que ayudasen en los ataques a¨¦reos y en el reparto de armas. La lealtad hacia los talibanes, cuya base pol¨ªtica est¨¢ en Kandahar, en el sur, es m¨¢s d¨¦bil en el norte. 'Aunque la c¨²pula talib¨¢n est¨¢ muy motivada religiosa e ideol¨®gicamente', afirm¨® un funcionario del Pent¨¢gono, 'cuanto m¨¢s te alejas de Kandahar y Kabul, m¨¢s tenues se vuelven esas motivaciones y el fervor religioso. Han tenido que utilizar t¨¢cticas muy duras para controlar las ¨¢reas del norte'.
Pero las fuerzas talibanes siguen alojadas en Kunduz, en el noreste, donde se espera que se re¨²nan las tropas talibanes que huyeron de Mazar-i-Sharif y Taloq¨¢n. Kunduz tambi¨¦n supone una prueba para las esperanzas del Pent¨¢gono de reducir al m¨ªnimo las venganzas de la Alianza del Norte y de atraer a los pastunes al lado estadounidense. Y lo mismo suceder¨¢ con Kabul, donde se ha visto entrar a algunos combatientes de la Alianza del Norte despu¨¦s de que huyeran los talibanes.
De todas formas, aunque la Alianza juegue de acuerdo con las normas de EE UU, Washington no espera que la p¨¦rdida de Kabul conduzca a una eliminaci¨®n s¨²bita de la resistencia talib¨¢n en el sur. Seg¨²n fuentes del Pent¨¢gono, si falla la estrategia de ganarse a los jefes militares pastunes, Washington tendr¨¢ que pensar m¨¢s seriamente en la posibilidad de mandar muchas fuerzas especiales adicionales u otras tropas terrestres. 'Podr¨ªa ser necesario aplicar presi¨®n militar all¨ª', reconoci¨® el secretario de Estado, Colin Powell. Aunque, de momento, no son ¨¦sas las esperanzas de Washington.
? The New York Times
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