'Simplemente, nos mor¨ªamos en este pa¨ªs'
Los habitantes de Kabul viven con esperanza y mucha desconfianza las primeras horas sin la presencia de los talibanes
La mujer, una viuda madre de cuatro hijos, quer¨ªa quitarse el amplio burka que la cubr¨ªa de la cabeza a los pies. El vendedor quer¨ªa ir al peluquero para rasurarse la poblada barba y el taxista disfrutaba poniendo a todo volumen una cinta con m¨²sica tradicional. La capital de Afganist¨¢n despert¨® as¨ª ayer con una mezcla de prudencia y alivio a una nueva vida sin los talibanes. Durante cinco a?os, la milicia radical isl¨¢mica hab¨ªa impuesto una interpretaci¨®n estricta del Cor¨¢n, que prohib¨ªa la m¨²sica, no permit¨ªa a las ni?as y asistir al colegio, prohib¨ªa a las mujeres trabajar, cerr¨® cines y teatros y oblig¨® a los hombres a dejarse crecer la barba.
Muchos vecinos de Kabul comentaron mientras ve¨ªan la partida de los talibanes -de madrugada y con sus pertenencias apiladas en camiones- que se sent¨ªan como si se hubieran quitado un pesado velo tras un largo periodo de oscuridad.
'Simplemente nos mor¨ªamos en este pa¨ªs', dec¨ªa Sayed Al¨ª, de 21 a?os. 'No queda nada. S¨®lo rezamos a Dios para que elimine a esos talibanes cuanto antes. Todo el mundo est¨¢ cansado de esta vida, de este continuo cambio de r¨¦gimen... Si me miras a la cara parece que tengo 30 o 40 a?os. Desde que los talibanes se hicieron con el poder, no hemos sabido lo que es disfrutar la vida'.
'Me siento como si hubiera vuelto a nacer. Es mi segunda vida', exclamaba Ahmed Farid, un tendero de 27 a?os. 'El primer d¨ªa en que los talibanes llegaron al poder est¨¢bamos felices porque pens¨¢bamos que eso significaba m¨¢s seguridad. Entonces nos dimos cuenta de que no eran afganos. Er¨¢n ¨¢rabes, paquistan¨ªes y dem¨¢s'. Farid recordaba c¨®mo en los primeros momentos del r¨¦gimen talib¨¢n se afeit¨® la barba para asistir a una boda, una ofensa que violaba las virtudes religiosas talibanes y que le cost¨® pasarse siete d¨ªas en la c¨¢rcel. Pero ahora pensaba en volver al peluquero 'para afeitarme y afeitarme...'.
'Controlaban cada parte de nuestras vidas', relataba Hassibul¨¢, un estudiante de 19 a?os. 'No se nos permit¨ªa jugar al f¨²tbol, no se nos permit¨ªa ir a clubes deportivos. No se nos permit¨ªa sentirnos como los dem¨¢s seres humanos'.
Para las mujeres, los cinco a?os de r¨¦gimen talib¨¢n en Kabul fueron especialmente dif¨ªciles. Se les oblig¨® a utilizar los tradicionales burkas y se les prohibi¨® trabajar e ir al colegio. Ni siquiera pod¨ªan salir de casa si no era acompa?adas por un familiar var¨®n. Ahora esperan que sus derechos sean restaurados. 'Estoy contenta porque creo que ahora las puertas de los colegios se abrir¨¢n a las ni?as', destacaba Nabill¨¢ Hasimi, una profesora de 32 a?os, quien reconoc¨ªa que hab¨ªa continuado ense?ando a los ni?os en secreto yendo de casa en casa y dando clase a grupos de unas 15 ni?as, arriesg¨¢ndose a ir a la c¨¢rcel por ello. 'Estoy esperando que vuelva la vida normal, que vuelva la seguridad'.
Hasimi hablaba desde detr¨¢s de la estrecha rejilla de su burka azul. Nunca hab¨ªa utilizado uno antes de la llegada de los talibanes, y revel¨® que no pensaba quit¨¢rselo hasta que estuviera segura de que la milicia hab¨ªa llegado para quedarse. 'La fe se encuentra en el coraz¨®n, no en el burka', a?adi¨®. Otra mujer, Torkapi, de 28 a?os, recordaba c¨®mo la hab¨ªan obligado a dejar su trabajo en una oficina gubernamental, a pesar de que era viuda y ten¨ªa que alimentar a cuatro hijos. 'Primero nos dijeron que no sali¨¦ramos de casa. Si lo hac¨ªamos, nos azotar¨ªan los talibanes. En la calle. En p¨²blico'.
'No est¨¢bamos acostumbradas al burka', a?adi¨®. Preguntada si ahora que los talibanes se hab¨ªan marchado vestir¨ªa con ropas occidentales se?al¨®: 'Cuando estemos seguras de que los talibanes no volver¨¢n y haya seguridad en el pa¨ªs, entonces decidiremos'. Sobre el pasado opin¨® que 'sent¨ªa que no hab¨ªa derechos humanos en Afganist¨¢n. No nos dejaban salir de casa, eso significa que est¨¢bamos en la c¨¢rcel'. Cuando se levant¨® ayer, Torkapi se encontr¨® con que los talibanes se hab¨ªan ido y que la capital estaba en manos de la opositora Alianza. 'Ahora hay algunos rayos de esperanza para que se implanten los derechos de las mujeres en este pa¨ªs'.
Y mientras Kabul se alegraba, muchos todav¨ªa desconfiaban de la Alianza y sus intenciones. Aqu¨ª muchos recordaban la ¨²ltima vez en que la misma coalici¨®n se hizo con el poder en 1992 y c¨®mo le sigui¨® un tumultuoso periodo de luchas internas, inestabilidad y violencia en la capital. Fue una experiencia por la que muchos aqu¨ª se mostraban impacientes para que no se repitiera. 'Por el momento estoy contento, pero tengo miedo de que se repita lo de 1992', advert¨ªa Abdul Sabor, otro tendero. 'Todav¨ªa tengo las im¨¢genes en mi cabeza... En el 92 est¨¢bamos felices, los muyahidin eran buena gente. Pero comenzaron y los saqueos y las luchas entre las diferentes facciones'.
'Env¨ªe este mensaje al mundo: Afganist¨¢n, y especialmente Kabul, necesitan una fuerza internacional de paz', reclamaba Temor Shah, de 35 a?os. 'Mire', dec¨ªa se?alando un cami¨®n con bulliciosos soldados que disparaban al aire, 'tenemos a toda esa gente tan diferente y armada por toda la ciudad'. Para la mayor¨ªa, la entrada de la Alianza ha sido m¨¢s ordenada que hace nueve a?os, cuando las mismas facciones accedieron al poder tras derribar al Gobierrno procomunista. En el mercado central abundaban panfletos con este texto: 'Todo el mundo est¨¢ perdonado. Talib¨¢n o lo que sea, mientras no se resista a los muyahidin'.
? The Washington Post / EL PA?S
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