Bardenas Reales, la sorpresa del norte
Un entorno estepario de lluvias torrenciales en el sur de Navarra
Desde hace muchos siglos, las Bardenas Reales (Navarra) han servido para que los pastores de los Pirineos condujesen por all¨ª sus ganados. En la actualidad, el lugar es un escenario de cine donde cada a?o suelen rodarse una veintena de anuncios publicitarios y secuencias de pel¨ªculas como la ¨²ltima entrega de James Bond, El mundo nunca es suficiente. Pero tambi¨¦n es el destino de un turismo ¨¢vido de territorios con una emoci¨®n especial. Declarado parque natural en 1999 y Reserva de la Biosfera en noviembre del a?o pasado, este espacio suele sorprender con un panorama surrealista: pastores conduciendo las ovejas, aviones de guerra sobrevolando un pol¨ªgono de tiro y, al mismo tiempo, numerosos turistas en moto o a caballo. Y todo ambientado en un paisaje estepario, casi des¨¦rtico.
Aunque parezca mentira, en el norte de Espa?a, en concreto en el sur de Navarra, hay un vasto territorio que se parece al Oeste americano. Por eso, cuando uno llega hasta all¨ª y da el primer vistazo tiene la sensaci¨®n de que va a tropezarse con un indio apache en cualquier momento. Sobre todo si mira hacia arriba desde el interior del Barranco Grande, en la Blanca Alta. Y es que en determinados lugares de los 45 kil¨®metros que ocupan las Bardenas Reales de norte a sur y los 24 de oeste a este, los visitantes pueden imaginar que caminan por alg¨²n ca?¨®n de Arizona.
Su peculiar morfolog¨ªa se debe a los efectos de la erosi¨®n -las lluvias son torrenciales y los vientos fuertes- en este territorio ¨¢rido. Es la consecuencia de un clima con temperaturas extremas que en verano alcanzan los 40 grados y en invierno los cinco bajo cero. En el asombroso territorio bardenero se suceden barrancos escabrosos de todos los tama?os, algunos muy cerrados y escarpados, por cuyo interior alguna vez fluy¨® el agua en direcci¨®n al Ebro.
Lugar de cr¨ªa
Pero en medio de tanta tierra seca hay mucha vida: tres reservas naturales, con sus gatos monteses, jabal¨ªes y una gran diversidad de aves rapaces como los alimoches, que pasan gran parte de la primavera y el verano en estas tierras y tienen aqu¨ª, seg¨²n los expertos, su lugar de cr¨ªa m¨¢s importante. La zona tambi¨¦n destaca por un enclave ecol¨®gico: la reserva natural de Vedado de Eguaras. Son peque?os oteros adornados con matas de arbustos, cerradas y compactas, que dan vida y color verde gris¨¢ceo al entorno. Por all¨ª cuentan que la reina Blanca de Navarra (1385-1441), no se sabe la raz¨®n, se escondi¨® por alg¨²n tiempo en el castillo de Pe?aflor, que domina solitario como una torre de barro. Desde entonces, al llano que linda con la reserva lo llaman La Blanca.
Desde ese lugar, precisamente, se avistan decenas de formas geol¨®gicas de especial belleza. Las que encontramos yendo hacia el Rinc¨®n del Bu, en su mayor¨ªa de arcilla y arenisca, son un buen ejemplo. Su morfolog¨ªa resulta m¨¢s atractiva que la de los barrancos, ya que adquieren vol¨²menes y figuras muy distintas en tan s¨®lo unas decenas de metros. Es m¨¢s: cada una de ellas posee colores que reverberan con reflejos azulados o marr¨®n ceniza, de intensidades y matices que dependen de la luz del sol.
Viento
Lo mismo ocurre, un poco m¨¢s adelante, al pasar junto a las monta?as de Cabezos, en Pisquerra (La Blanca). Aqu¨ª, adem¨¢s, cuando sopla el viento racheado que raspa la cara, el pensamiento se va, sin quererlo, al desierto. Es en ese momento, pues, cuando el viaje a las Bardenas Reales alcanza su plena expresi¨®n: por un instante creemos atravesar el S¨¢hara.
En este ins¨®lito paraje, el sentido que m¨¢s se desarrolla es el de la vista. No sucede como en otros lugares, donde los olores, por ejemplo, informan de inmediato con sus aromas. Aqu¨ª nada huele de forma especial. Sin embargo, la vista se agudiza con mucha intensidad. Tanto si se va a pie como en bicicleta, a caballo, en moto o en un todoterreno, hay que procurar circular despacio para no perder ning¨²n detalle.
Conviene advertir que para muchos de los itinerarios que recorren las Bardenas Reales es recomendable -aunque no obligatorio- contratar un gu¨ªa o una persona de los pueblos de alrededor para no perderse. En m¨¢s de una ocasi¨®n, los helic¨®pteros han tenido que buscar a personas desorientadas y sin rumbo en el campo bardenero. Roberto y ?ngel Maeztu, de Valtierra, un pueblo colindante, cuentan que incluso gente muy experta y conocedora de la zona se ha extraviado alguna vez. En caso de no ir acompa?ado de ning¨²n experto, habr¨¢ que llevar una br¨²jula y, si hace calor, abundante agua porque dentro del parque no se va a encontrar en ning¨²n sitio.
En las Bardenas hay decenas de caba?as por todas partes. Cuando se construyen tienen por obligaci¨®n que deben dejar un espacio en forma de refugio, con el fin de albergar a los pastores en caso de necesidad.
El territorio es extremadamente seco, pero al mismo tiempo bello e interesante, un aut¨¦ntico desierto. En verdad, nada de las Bardenas tiene desperdicio. Prueba de ello es que durante mucho tiempo fue un lugar elegido y propiedad de los reyes. De ah¨ª el nombre de Bardenas Reales.
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