La gran diosa madre
La soprano estadounidense Jessye Norman, la gran Jessye Norman, una de las voces de mujer m¨¢s impresionantes del siglo XX, volvi¨® a Barcelona convocada por la promotora privada de conciertos Iberc¨¤mera y lo hizo en el teatro del Liceo, un lugar ideal para ver y ser visto, y en el concierto m¨¢s caro de la temporada, a 23.000 las localidades de platea y anfiteatro.
A sus 56 a?os, Jessye Norman se ha convertido en un mito y se complace en alimentarlo. Convertida en una leyenda, la soprano estadounidense hoy se escenifica a s¨ª misma, interpreta su mito y hasta los t¨®picos de su mito.
Este mito apunta muy claramente hacia la figura ancestral de la gran diosa madre. Atractiva, pero con una belleza que se sit¨²a m¨¢s all¨¢ de los c¨¢nones del canijismo imperante, su cuerpo inmenso, esteatop¨ªgico, al modo de las primitivas venus paleol¨ªticas, es el de una diosa generatrix, engendradora y acogedora. Jessye Norman est¨¢ hecha de la pasta de los ungidos y de los h¨¦roes, y vive alejada de lo dom¨¦stico y lo cotidiano. Su mirada magn¨¦tica, barriendo lentamente de derecha a izquierda, es capaz de hacer aguantar la respiraci¨®n a toda una platea tosedora en los interminables segundos que en la primera parte enlazaron dos piezas.
Jessye Norman
Jessye Norman, soprano. Mark Markham, piano. Canciones de Schubert, Ravel y Wagner. Temporada de conciertos de Iberc¨¤mera. Teatro del Liceo. Barcelona, 16 de noviembre.
A sus 56 a?os, Jessye Norman se ha convertido en un mito y se complace en alimentarlo
Jessye Norman atrae y a la vez intimida, es distante y afectuosa, protege pero te puede fulminar. Norman ya no canta recitales, los oficia como una ceremonia religiosa, y hasta Mark Markham, su pianista acompa?ante, excelente pianista, iba vestido con una especie de media sotana algo rid¨ªcula. La soprano actualmente es como una especie de Virgen de F¨¢tima de la l¨ªrica.
Las apariciones de la diosa se estructuran en forma de crescendo m¨²sico-dram¨¢tico perfectamente estudiado. Se empieza con unos lieder de Franz Schubert relativamente ligeros, Der Musensohn, An die Natur, Auf dem See y Rastlose Liebe, que dejen bien claro, por si alguien lo dudaba, que el mito se fundamenta sobre una voz de una calidad extraordinaria y una t¨¦cnica vocal impecable que cubre siempre el sonido y protege la emisi¨®n. Se sigue con otros lieder de Schubert de m¨¢s peso, entre ellos Der Tod und das M?dchen y, coronando, Erlk?nig, que dejen claro que Norman canta m¨¢s all¨¢ de estilos y ortodoxias, lo ti?e todo con su inmensa personalidad y empieza a tener una cierta tendencia a sobreactuar.
En la segunda parte, tres canciones del franc¨¦s Maurice Ravel sensuales nos muestran el lado m¨¢s mantis religiosa y deliciosamente decadente de la diva, y se termina, con unos Wesendonck lieder poderosos e incontestables que dejan claro que donde hay Richard Wagner no manda marinero.
A partir de ah¨ª empiezan las propinas y es cuando se produce la aut¨¦ntica epifan¨ªa de la diosa. Se empieza cantando muy cerca del p¨²blico, para atraerlo y seducirlo, se sigue solicit¨¢ndole que acompa?e con las palmas en un espiritual negro, se contin¨²a pidi¨¦ndole que cante a bocca chiusa otro espiritual mientras ella misma se acompa?a al piano y, 50 minutos y 7 propinas m¨¢s tarde del final oficial del concierto, se termina sentada en la silla del pasap¨¢ginas del pianista puesta sobre la corbata misma del escenario cantando en trance una versi¨®n lib¨¦rrima, enloquecida y genial de Summertime, de Gershwin, rodeada a¨²n por decenas de fieles enfebrecidos.
Que una platea y anfiteatro de concierto valga 23.000 pesetas parece un robo, pero si por este precio se te aparece la Virgen, hasta es barato.
Babelia
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