Florencia, las huellas de un tiempo exquisito
La ciudad museo mantiene vivo el esp¨ªritu del Renacimiento
La catedral, la Galleria degli Uffizi, el Ponte Vecchio, las esculturas de Miguel ?ngel, los cuadros de los mayores pintores de la historia... La cuna de los Medici despliega su inmenso poder.
En Italia, a lo largo de la historia, la instituci¨®n que ha logrado unos resultados m¨¢s eficientes en todos lo sentidos, desde la pol¨ªtica hasta la econom¨ªa, pasando por el arte, ha sido la familia. La unidad familiar como estructura b¨¢sica de organizaci¨®n social suele deparar all¨ª frutos espl¨¦ndidos. Hay modelos que ilustran esa tendencia en la Mafia, los negocios, la Iglesia... Los Medici son quiz¨¢ el m¨¢s brillante ejemplo de todos ellos: unos ricos banqueros florentinos, extraordinariamente sagaces y ambiciosos, que en el siglo XV tomaron el poder en la comuna florentina y la convirtieron en principado -el Gran Ducado de Toscana-, bajo el mando de Cosme I.
Con los Medici empez¨® un periodo de prosperidad para Florencia que se alarg¨® durante siglos, que permiti¨® a la ciudad ser centro internacional del humanismo y el Renacimiento y que ha dejado en ella las huellas de una opulencia y un esplendor art¨ªstico inigualables.
Florencia se extiende bajo los Apeninos toscano-emilianos, a lo largo de una llanura que atraviesa el r¨ªo Arno, rodeada de colinas sembradas de villas mediceas, edificios vigorosos de amplios jardines y notables p¨®rticos con pilastras que a¨²n hoy dan testimonio del poder¨ªo de los Medici.
En oto?o, los cipreses altos, oscuros y majestuosos despuntan el paisaje toscano como elegantes pinceladas verticales de verde que estilizan los dorados, cobrizos y amarillos de la vegetaci¨®n mediterr¨¢nea que envuelve la ciudad. Hay multitud de olivos y de vi?as, y las noches fr¨ªas y despejadas ofrecen el espect¨¢culo a?adido de unos cielos limpios, cuajados de estrellas fulgurantes.
Florencia fue una ciudad-faro de la que brotaron la literatura -conoci¨® a Dante Alighieri y el dolce stil novo-, las artes y el comercio a lo largo de las centurias. Al pasear por sus calles no podemos dejar de sentir las huellas de ese pasado, de tiempos extra?os llenos de grandeza y vicios exquisitos, conspiraciones y discordias pol¨ªticas, actos terribles de venganza, peligros y apetitos refinados entrando y saliendo como el viento por los corredores y las puertas engalanadas de sus palacios.
Y siempre las familias m¨¢s pujantes del momento, G¨¹elfos o Gibelinos, y m¨¢s tarde Frescobaldis, Pittis o Medici, disput¨¢ndose la supremac¨ªa de la villa, intrigando para asentar sus linajes en el poder y luego dar cuenta de su autoridad levantando sobre ella brillantes construcciones en honor a Dios y, sobre todo, a ellos mismos.
Las calles florentinas son ahora ruidosas y alegres, aunque la piedra de los edificios civiles las envuelve a menudo en una luz crepuscular, casi azulada, mientras el m¨¢rmol de las iglesias sorprende a la vuelta de la esquina con la languidez de unos rosados minerales: sus fachadas tachonadas de frescos, incluso de mosaicos aureolados de blancos y amarillos, parecen c¨¢lidas, e invitan al viajero a penetrar en su interior.
Los Viales de las Colinas, sobre la vertiente meridional de la ciudad, serpentean ofreciendo espl¨¦ndidas vistas de Florencia. Fueron trazados en el siglo XIX por Giuseppe Poggi, que tambi¨¦n dise?¨® la Piazzale Michelangelo, una vasta terraza panor¨¢mica, volcada sobre la ciudad, desde la que Florencia de noche parece un misterio ataviado de luces revoltosas y de d¨ªa deslumbra y transmite una cierta nostalgia con sus enormes c¨²pulas, sus torres y tejados de color siena recortados contra el fondo verdoso de las lomas.
La catedral de Florencia (Il Duomo), dedicada a santa Mar¨ªa del Fiore y edificada junto a los restos de la antigua catedral del siglo IV -que a su vez hab¨ªa sido construida sobre las ruinas de una domus romana-, es el producto del esfuerzo de muchos artistas que trabajaron en ella desde el siglo XIII hasta el XIX. Destaca la enorme c¨²pula ideada por Brunelleschi, que la concibi¨® desnuda, pero que fue pintada al fresco en el siglo XVI por Giorgio Vasari y Federico Zucari; y el campanario de Giotto, lo m¨¢s espectacular del conjunto arquitect¨®nico. Frente a ellos, el Baptisterio de San Juan exhibe sus tres puertas: la Puerta Sur, la Puerta Norte y la Puerta Este, tambi¨¦n llamada del Para¨ªso, esta ¨²ltima una obra maestra de la escultura del siglo XV firmada por Ghiberti, aunque sus entrepa?os se guardan en el cercano Museo Dell'Opera del Duomo y fueron sustituidos por copias a principios del siglo XX, despu¨¦s de que unas inundaciones les causaran varios deterioros.
De madrugada, en torno a Il Duomo, diversos bares de copas y discotecas ofrecen al viajero su ruidoso, evanescente y animado contraste con la intensa sugesti¨®na de la belleza que propone esta ciudad.
Hilera de palacios
En el caso de la plaza de la Se?or¨ªa, la excelencia art¨ªstica florentina alcanza una de sus cumbres. Est¨¢ formada por una hilera de antiguos palacios frente a los cuales se alza la imponente mole, coronada por una torre, del palacio Viejo, que a su vez abre su fachada a la Loggia dei Lanzi, un edificio g¨®tico tard¨ªo, de inusual elegancia, que est¨¢ animado por esculturas de indudable categor¨ªa est¨¦tica, como el c¨¦lebre Perseo de Cellini, y un fondo de estatuas femeninas de la ¨¦poca romana. La escenograf¨ªa de la plaza es perfecta. Su efecto, sobrecogedor. Sobre todo si no hay demasiados turistas abarrot¨¢ndola por doquier, como sucede ¨²ltimamente.
Muy cerca de ella se encuentra la Galer¨ªa de los Oficios (Galleria degli Uffizi), el palacio que construyera Vasari por encargo de los Medici, que pas¨® a ser patrimonio p¨²blico en el siglo XVIII gracias a la donaci¨®n de Ana Mar¨ªa Ludovica de Medici, uno de los ¨²ltimos v¨¢stagos de la ilustre familia florentina. Los Uffizi alojan una de las pinacotecas m¨¢s espectaculares del mundo. Consta de 45 salas que cuentan con algunas de las mejores obras pict¨®ricas de la historia del arte: de Giotto, Paolo Uccello, Piero della Francesca, Fra Filippo Lippi, Botticelli, Leonardo da Vinci, Andrea del Sarto, Perugino, Signorelli, Durero, Correggio, Miguel ?ngel, Rafael, Tiziano, Rubens, Tintoretto, Caravaggio, Van Dyck, Rembrandt... La mezcla de talentos es tan abrumadora que no es raro que, despu¨¦s de visitar s¨®lo por unas horas los Uffizi, el viajero comience a padecer los s¨ªntomas del llamado s¨ªndrome de Stendhal: una melancol¨ªa profunda y depresiva, un poco decadente, el aturdimiento de nuestros ojos posindustriales, incapaces de asimilar con naturalidad la refinada ceremonia del arte expuesto con tama?a generosidad e impudor.
Esculturas de Miguel ?ngel
En la Galer¨ªa de la Academia se puede admirar un buen conjunto de estatuas de Miguel ?ngel, adem¨¢s de pinturas toscanas de los siglos XIII y XIV y el grupo de esculturas llamado El rapto de las Sabinas, de Juan de Bolonia, que originariamente estuvo destinado al p¨®rtico de los Lansquenetes (Loggia dei Lanzi). Particularmente impresionantes son los Prisioneros, de Miguel ?ngel, figuras masculinas semiesculpidas, como atrapadas en m¨¢rmol, que parecen luchar eternamente por desembarazarse de su angustioso encierro de piedra. Aunque sin duda la estrella de la galer¨ªa, erguida en mitad de la Tribuna, es la figura del David que Miguel ?ngel tallara para sustituir a la Judith de Donatello frente al palacio de los Priores. Todos la conocemos a trav¨¦s de fotograf¨ªas, y Florencia cuenta con muchas copias que adornan fuentes y plazas, pero verla bajo la luz blanca y cenital de la Academia, tan exacta y hermosa y fr¨ªa, produce un inevitable estremecimiento en quien la contempla.
El Puente Viejo (Ponte Vecchio) es uno de los lugares m¨¢s renombrados de Florencia. Bordeado de peque?as casas que sustentan un corredor creado por Vasari para que Cosme I fuese desde el palacio Pitti hasta el palacio Viejo, ofrece una encantadora vista sobre el r¨ªo Arno.
Son imprescindibles tambi¨¦n las visitas al palacio Pitti, del maestro Brunelleschi, y a la Galer¨ªa Palatina, el segundo museo en importancia de Florencia, donde normalmente (ahora saldr¨¢n de gira para una exposici¨®n sobre Rafael que tendr¨¢ lugar en Par¨ªs, el pr¨®ximo enero) se puede gozar de la visi¨®n de algunas de las obras m¨¢s c¨¦lebres de Rafael: la Virgen del Gran Duque, la del Baldaquino, la de la Silla, la Dama del Velo, o la Virgen de la Impannata. Adem¨¢s del Amor dormido, de Caravaggio, entre muchas otras magn¨ªficas telas.
Pero Florencia es todo eso y much¨ªsimo m¨¢s -las iglesias de Orsanmichele y San Miniato al Monte, el jard¨ªn de Boboli, la iglesia del Santo Spirito, las bas¨ªlicas de San Lorenzo, Santa Croce y Santa Mar¨ªa Novella; el Palacio del Bargello...-; desde luego, no es el lugar adecuado para hacer una visita r¨¢pida. Hay que dedicarle tiempo y dejarse atrapar por su embrujo. Quienes hablan de la muerte del arte se quedar¨ªan sorprendidos de ver c¨®mo en Florencia est¨¢ presente, es muy viejo y est¨¢ misteriosamente vivo todav¨ªa, y lo seguir¨¢ estando mientras palpite en los ojos desconcertados de los viajeros. Por eso es conveniente llegar sin prisas a la ciudad y dedicarse con placidez a descubrirlo.En Italia, a lo largo de la historia, la instituci¨®n que ha logrado unos resultados m¨¢s eficientes en todos lo sentidos, desde la pol¨ªtica hasta la econom¨ªa, pasando por el arte, ha sido la familia. La unidad familiar como estructura b¨¢sica de organizaci¨®n social suele deparar all¨ª frutos espl¨¦ndidos. Hay modelos que ilustran esa tendencia en la Mafia, los negocios, la Iglesia... Los Medici son quiz¨¢ el m¨¢s brillante ejemplo de todos ellos: unos ricos banqueros florentinos, extraordinariamente sagaces y ambiciosos, que en el siglo XV tomaron el poder en la comuna florentina y la convirtieron en principado -el Gran Ducado de Toscana-, bajo el mando de Cosme I.
Con los Medici empez¨® un periodo de prosperidad para Florencia que se alarg¨® durante siglos, que permiti¨® a la ciudad ser centro internacional del humanismo y el Renacimiento y que ha dejado en ella las huellas de una opulencia y un esplendor art¨ªstico inigualables.
Florencia se extiende bajo los Apeninos toscano-emilianos, a lo largo de una llanura que atraviesa el r¨ªo Arno, rodeada de colinas sembradas de villas mediceas, edificios vigorosos de amplios jardines y notables p¨®rticos con pilastras que a¨²n hoy dan testimonio del poder¨ªo de los Medici.
En oto?o, los cipreses altos, oscuros y majestuosos despuntan el paisaje toscano como elegantes pinceladas verticales de verde que estilizan los dorados, cobrizos y amarillos de la vegetaci¨®n mediterr¨¢nea que envuelve la ciudad. Hay multitud de olivos y de vi?as, y las noches fr¨ªas y despejadas ofrecen el espect¨¢culo a?adido de unos cielos limpios, cuajados de estrellas fulgurantes.
Florencia fue una ciudad-faro de la que brotaron la literatura -conoci¨® a Dante Alighieri y el dolce stil novo-, las artes y el comercio a lo largo de las centurias. Al pasear por sus calles no podemos dejar de sentir las huellas de ese pasado, de tiempos extra?os llenos de grandeza y vicios exquisitos, conspiraciones y discordias pol¨ªticas, actos terribles de venganza, peligros y apetitos refinados entrando y saliendo como el viento por los corredores y las puertas engalanadas de sus palacios.
Y siempre las familias m¨¢s pujantes del momento, G¨¹elfos o Gibelinos, y m¨¢s tarde Frescobaldis, Pittis o Medici, disput¨¢ndose la supremac¨ªa de la villa, intrigando para asentar sus linajes en el poder y luego dar cuenta de su autoridad levantando sobre ella brillantes construcciones en honor a Dios y, sobre todo, a ellos mismos.
Las calles florentinas son ahora ruidosas y alegres, aunque la piedra de los edificios civiles las envuelve a menudo en una luz crepuscular, casi azulada, mientras el m¨¢rmol de las iglesias sorprende a la vuelta de la esquina con la languidez de unos rosados minerales: sus fachadas tachonadas de frescos, incluso de mosaicos aureolados de blancos y amarillos, parecen c¨¢lidas, e invitan al viajero a penetrar en su interior.
Los Viales de las Colinas, sobre la vertiente meridional de la ciudad, serpentean ofreciendo espl¨¦ndidas vistas de Florencia. Fueron trazados en el siglo XIX por Giuseppe Poggi, que tambi¨¦n dise?¨® la Piazzale Michelangelo, una vasta terraza panor¨¢mica, volcada sobre la ciudad, desde la que Florencia de noche parece un misterio ataviado de luces revoltosas y de d¨ªa deslumbra y transmite una cierta nostalgia con sus enormes c¨²pulas, sus torres y tejados de color siena recortados contra el fondo verdoso de las lomas.
La catedral de Florencia (Il Duomo), dedicada a santa Mar¨ªa del Fiore y edificada junto a los restos de la antigua catedral del siglo IV -que a su vez hab¨ªa sido construida sobre las ruinas de una domus romana-, es el producto del esfuerzo de muchos artistas que trabajaron en ella desde el siglo XIII hasta el XIX. Destaca la enorme c¨²pula ideada por Brunelleschi, que la concibi¨® desnuda, pero que fue pintada al fresco en el siglo XVI por Giorgio Vasari y Federico Zucari; y el campanario de Giotto, lo m¨¢s espectacular del conjunto arquitect¨®nico. Frente a ellos, el Baptisterio de San Juan exhibe sus tres puertas: la Puerta Sur, la Puerta Norte y la Puerta Este, tambi¨¦n llamada del Para¨ªso, esta ¨²ltima una obra maestra de la escultura del siglo XV firmada por Ghiberti, aunque sus entrepa?os se guardan en el cercano Museo Dell'Opera del Duomo y fueron sustituidos por copias a principios del siglo XX, despu¨¦s de que unas inundaciones les causaran varios deterioros.
De madrugada, en torno a Il Duomo, diversos bares de copas y discotecas ofrecen al viajero su ruidoso, evanescente y animado contraste con la intensa sugesti¨®na de la belleza que propone esta ciudad.
Hilera de palacios
En el caso de la plaza de la Se?or¨ªa, la excelencia art¨ªstica florentina alcanza una de sus cumbres. Est¨¢ formada por una hilera de antiguos palacios frente a los cuales se alza la imponente mole, coronada por una torre, del palacio Viejo, que a su vez abre su fachada a la Loggia dei Lanzi, un edificio g¨®tico tard¨ªo, de inusual elegancia, que est¨¢ animado por esculturas de indudable categor¨ªa est¨¦tica, como el c¨¦lebre Perseo de Cellini, y un fondo de estatuas femeninas de la ¨¦poca romana. La escenograf¨ªa de la plaza es perfecta. Su efecto, sobrecogedor. Sobre todo si no hay demasiados turistas abarrot¨¢ndola por doquier, como sucede ¨²ltimamente.
Muy cerca de ella se encuentra la Galer¨ªa de los Oficios (Galleria degli Uffizi), el palacio que construyera Vasari por encargo de los Medici, que pas¨® a ser patrimonio p¨²blico en el siglo XVIII gracias a la donaci¨®n de Ana Mar¨ªa Ludovica de Medici, uno de los ¨²ltimos v¨¢stagos de la ilustre familia florentina. Los Uffizi alojan una de las pinacotecas m¨¢s espectaculares del mundo. Consta de 45 salas que cuentan con algunas de las mejores obras pict¨®ricas de la historia del arte: de Giotto, Paolo Uccello, Piero della Francesca, Fra Filippo Lippi, Botticelli, Leonardo da Vinci, Andrea del Sarto, Perugino, Signorelli, Durero, Correggio, Miguel ?ngel, Rafael, Tiziano, Rubens, Tintoretto, Caravaggio, Van Dyck, Rembrandt... La mezcla de talentos es tan abrumadora que no es raro que, despu¨¦s de visitar s¨®lo por unas horas los Uffizi, el viajero comience a padecer los s¨ªntomas del llamado s¨ªndrome de Stendhal: una melancol¨ªa profunda y depresiva, un poco decadente, el aturdimiento de nuestros ojos posindustriales, incapaces de asimilar con naturalidad la refinada ceremonia del arte expuesto con tama?a generosidad e impudor.
Esculturas de Miguel ?ngel
En la Galer¨ªa de la Academia se puede admirar un buen conjunto de estatuas de Miguel ?ngel, adem¨¢s de pinturas toscanas de los siglos XIII y XIV y el grupo de esculturas llamado El rapto de las Sabinas, de Juan de Bolonia, que originariamente estuvo destinado al p¨®rtico de los Lansquenetes (Loggia dei Lanzi). Particularmente impresionantes son los Prisioneros, de Miguel ?ngel, figuras masculinas semiesculpidas, como atrapadas en m¨¢rmol, que parecen luchar eternamente por desembarazarse de su angustioso encierro de piedra. Aunque sin duda la estrella de la galer¨ªa, erguida en mitad de la Tribuna, es la figura del David que Miguel ?ngel tallara para sustituir a la Judith de Donatello frente al palacio de los Priores. Todos la conocemos a trav¨¦s de fotograf¨ªas, y Florencia cuenta con muchas copias que adornan fuentes y plazas, pero verla bajo la luz blanca y cenital de la Academia, tan exacta y hermosa y fr¨ªa, produce un inevitable estremecimiento en quien la contempla.
El Puente Viejo (Ponte Vecchio) es uno de los lugares m¨¢s renombrados de Florencia. Bordeado de peque?as casas que sustentan un corredor creado por Vasari para que Cosme I fuese desde el palacio Pitti hasta el palacio Viejo, ofrece una encantadora vista sobre el r¨ªo Arno.
Son imprescindibles tambi¨¦n las visitas al palacio Pitti, del maestro Brunelleschi, y a la Galer¨ªa Palatina, el segundo museo en importancia de Florencia, donde normalmente (ahora saldr¨¢n de gira para una exposici¨®n sobre Rafael que tendr¨¢ lugar en Par¨ªs, el pr¨®ximo enero) se puede gozar de la visi¨®n de algunas de las obras m¨¢s c¨¦lebres de Rafael: la Virgen del Gran Duque, la del Baldaquino, la de la Silla, la Dama del Velo, o la Virgen de la Impannata. Adem¨¢s del Amor dormido, de Caravaggio, entre muchas otras magn¨ªficas telas.
Pero Florencia es todo eso y much¨ªsimo m¨¢s -las iglesias de Orsanmichele y San Miniato al Monte, el jard¨ªn de Boboli, la iglesia del Santo Spirito, las bas¨ªlicas de San Lorenzo, Santa Croce y Santa Mar¨ªa Novella; el Palacio del Bargello...-; desde luego, no es el lugar adecuado para hacer una visita r¨¢pida. Hay que dedicarle tiempo y dejarse atrapar por su embrujo. Quienes hablan de la muerte del arte se quedar¨ªan sorprendidos de ver c¨®mo en Florencia est¨¢ presente, es muy viejo y est¨¢ misteriosamente vivo todav¨ªa, y lo seguir¨¢ estando mientras palpite en los ojos desconcertados de los viajeros. Por eso es conveniente llegar sin prisas a la ciudad y dedicarse con placidez a descubrirlo.
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